Señor Oscar Rentería, deje de decir por favor que El Pulso del fútbol es el programa más escuchado de la radio nacional y por los colombianos en el exterior. No nos meta más esa mentira, no hay necesidad de que nos vea la cara de tontos. Ya llevan dos años así, en franca decadencia, siendo blanco de los ataques más viscerales en redes, ataques que justifican el despecho de los miles de oyentes criteriosos como este servidor que sabemos cuándo estamos escuchando algo de calidad y que gozábamos la gracia de Peláez y los conceptos y datos de Mejía.
Calidad tenían esos señores. El gran mérito del doctor Peláez es esa naturalidad, ese presentar sin impostación, algo que también sabía hacer el maestro Mejía, hoy retirado de estas lides a sus 71 años. Pero lo de Oscar Rentería es engorroso. Él no es que sea machista, regionalista o racista, él simplemente es una persona mayor, con todos los prejuicios y la estupidez de una generación que creía en los valores cristianos del hogar: una esposa abnegada, unos niños obedientes, una sirvienta negra, conceptos que los jóvenes hoy vomitan.
¿Las directivas de Caracol son ciegas? ¿no les importa lo que diga esa bola de cristal que es Twitter? ¿Es tan importante mantener contento a Londoño que a cientos de miles de oyentes que hemos decidido no volver a escuchar el programa? Y no lo escuchamos por tonterías como las que dice el señor Rentería: “no hay mayor bendición de Dios que la de ser padre”, dijo hace poco y se le pone a uno la piel de gallina recordando lo horribles que eran nuestros abuelos. Y después, las perlas que siempre regala: “ese morocho”, cuando se refiere a un afro o "no le contesto como debería porque usted es una dama"cuando es interpelado por una mujer. Esto no es decadencia, esto simple y llanamente es estar fuera de onda, de frencuencia.
Además perdieron todas las peleas que defendieron. Lo de Jorge Enrique Vélez fue vergonzoso, poco ético y profesional. Ni hablar de la obsesión por meternos Win Sports por los ojos, empecinados en decir ese dato chimbo de que Colombia era la segunda mejor liga de América, cuando ninguno de sus equipos pudo llegar siquiera a octavos de final de la Copa Libertadores.
El error fue de Cesar Augusto Londoño, que prefirió meter a un amigo, a un tipo que nunca lo iba a opacar, impidiéndonos, por su maldito capricho, un contrapunteo serio, verdadero, original. Y no necesariamente la discusión debe llegar a los insultos, a la ramplonería, como cuando los que mandaban era Rentería y Perea en La Polémica. Miren no más lo diferentes que son Peláez y De Francisco y la altura que tiene el programa, picadito, con ritmo, sabroso. El uno amante del bolero, el otro metalero. La hora de ellos dos que rebaza lo meramente futbolístico y se convierte en una vaina social. No es una exageración decir que la idea de Julio Sánchez cuajó tanto que, gracias a Martin, el Metal está regresando a Colombia.
Y Julio, desde el amanecer, continúa mandando. Él, Calvás y De Bedout, es la triada que manda en el dial en la franja más importante, la de las 6 a 10 de la mañana. Esto ya no es sólo la opinión de este humilde charlatán sino la del último Ecar. Lo que no creo que haya sido una buena decisión, como lo he expresado en este espacio, fue la contratación de Maria Jimena Duzán. Imprecisa, tendenciosa, nerviosa, con una voz francamente irritante, extraño sus columnas en Semana, nunca debió dejar de dedicarse a otra cosa que no fuera escribir. En ese duelo Maria Isabel Rueda está ganando por goleada.
En el encierro del 2020 los medios, y sobre todo la radio, cumplieron un papel fundamental no sólo de informar sino de acompañar. La cantidad de jóvenes que descubrieron la radio este año fue casi que revolucionario. En ese sentido, programas como el de Londoño y Rentería, con su lenguaje excluyente, anacrónico, estúpido, serán borrados por otras propuestas más frescas y más correctas desde lo político. Con la vacuna embolatada para Colombia como está, y con la criis social y económica cabalgando como un potro salvaje, el 2021 se antoja como otro año aún más apocalíptico. La radio va a ser uno de los pocos consuelos que tendremos. Ojalá estén a la altura.
