Fotógrafo que tiene dos exposiciones al mismo tiempo, una con título Colombia soy yo en el Museo de Arte Moderno en Bogotá y otra Sobre lo cotidiano en el Museo de Arte de Armenia y el Quindío —Maqui—. Coincidencia que refuerza la poderosa creación del artista. Fernando Cano tiene un ojo que nos permite tener muchos “modos de ver” la vida, los paisajes rurales y retratos de los niños e indio Kogui en su cosmogonía de la Sierra Nevada o uno de sus principales protagonistas: un mimético cuidador de carros que ronda el bogotano barrio de Quinta Camacho que, se llama John. En la exposición de Bogotá se encuentran también diversas miradas a personajes de esas fiestas mágicas que son los carnavales con sus disfraces, comportamientos y miradas. Al mundo lo registra con una nitidez infinita; desde un punto de vista donde la objetividad importa más y que, en este mundo de máquinas donde todo su puede alterar o trasformar, el trabajo fotográfico es una maravillosa analogía de nuestra realidad.
Obviamente, este estricto apego con la realidad viene de su mundo de periodismo que comenzó en El Espectador como laboratorista y llegó a editor de fotografía en el periódico. Hoy, como filósofo y viajero, sus compromisos cambiaron de rumbo: dejó atrás la premura del periodismo y ahora se dedica mostrarnos el mundo desde la poesía, la magia de personajes urbanos, paisajes rurales o cielos vaporosos con sus nubes. Otro de los objetivos de Fernando Cano nos inculca la dignidad indígena. También en sus composiciones podemos sospechar a ese ojo rápido y entrenado que nos deja leer narrativas, soñar con espacios o encontrarle rasgos y códigos a los comportamientos humanos. Fernando Cano, mira la vida de los otros con cercanía, registra con atención el decoro de la pobreza, reconoce con humor las coincidencias que solo alguien alerta puede registrar.
El artista se esfuerza por coincidir con la realidad humilde para que nosotros los espectadores quedemos descifrando valores y pensando en metáforas sobre su realismo estético. Lo que nos hace pensar en que, aunque todos tomamos fotos, solo algunos logran que la mirada tenga una intención que va más allá de la máquina, porque se trata de un proceso creativo que necesita una mirada atenta. También la creación es razón e intuición que se construye desde la intención educada para ver más allá o más acá de mundo de todos los días.
Fernando Cano anota que “Mi fotografía, la forma de abordar lo que encuentro, es la de quien se deslumbra por el descubrimiento. Humbolt cuando exploraba Suramérica descubre el caño Casiquiare, un brazo de agua de 340 km, que une al río Orinoco en Venezuela con la cuenca del río Negro en Brasil. Cuando llegó al Caño Casiquiare, empezó a navegarlo y exclamó: este sitio es tan perfecto, pero tan perfecto que no necesita del hombre para serlo, no necesita del hombre para nada. Para mí la fotografía del paisaje es tratar de plasmar la perfección de sus elementos que no necesitan de mí, ni de quien tomó la fotografía para seguir ahí… están ahí y son perfectos”.
Lo cotidiano es el tema, lo sencillo es la manera como se captan las cosas, la humildad de los seres humanos en su metáfora, los seres humanos como habitantes de un mundo privado dentro de universo público.