La educación en torno a la pandemia

La educación en torno a la pandemia

Como señaló Ethan Kross: “Cuando suceden cosas malas y nos sentimos negativos, y no estamos seguros de cómo van a ir las cosas, nos atascamos y nos damos vueltas”

Por: DIEGO MARIO ZULUAGA OSORIO
diciembre 07, 2020
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La educación en torno a la pandemia
Foto: Pixabay

La pandemia es una puerta dolorosa que se ha abierto sin querer en la sociedad actual, afectando a distintos niveles el engranaje del Estado, y la educación es una de ellas. Ese sistema ideado para comprender el conocimiento como la herramienta de superación del ser humano.

La inercia, los fallos y la falta de criterios flexibles han hecho que la modificación llene los espacios desde la escuela hasta la universidad; afectando la convivencia desde el núcleo familiar hasta las relaciones sociales e interpersonales. De ahí que el comportamiento humano está impulsado por ese miedo como fuente primordial para aplacar la mortalidad y, por ende, ese inconsciente colectivo en el que se convirtió todo el sistema educativo.

Presenciamos un tránsito en lo educativo, acostumbrados a lo presencial con todas sus ventajas y desventajas, con la ausencia de herramientas que llenaran ese vació que debía ser cubierto por el conocimiento, como elemento integrante de la personalidad del ser humano, para comprender el mundo y la sociedad; pasamos a una educación asistida por la tecnología que la mayoría no tenían, que otros consiguieron inclusive a crédito, u obsoletos computadores modernizados por la necesidad de acceder a la virtualidad como nuevo teatro o escena educativa, la presencialidad salió corriendo para dar entrada caminando a la enseñanza virtual, un docente dejó su presencialidad para aparecer en una pantalla, esa relación afectiva se pasó a un saludo a lo lejos con la mano, y a una sonrisa escondida a través del tapabocas.

Esa nueva educación emergió de “una ruptura como acumulación de pandemias”, en palabras de Boaventura de Soussa. Al hablar de esa desestabilización generalizada que trajo el coronavirus, pues ya no se enfrenta una situación de anormalidad sino una enfermedad nueva, que fomentó la desigualdad de clases sociales, arraigada en el sistema educativo, en la sociedad, en la forma en que se reparte la riqueza y se accede a la misma; esa educación amainada en el seno de lo social, de la familia, del sistema de salud entre otros, en vez de ser un catalizador lo que ocurrió fue una explosión total, generando una nueva conciencia, una nueva medida en todos los sentidos, pero lo más grave, haciendo notar la ineficiencia de un Estado al que no le duele lo que ocurre y en especial en la educación, pues es sabido que a nadie le interesa personas que piensen sino que obedezcan, es decir el utilitarismo en su máxima expresión.

Ese coronavirus con toda su pandemia nos nuestra un gran significado, un sufrimiento en su esplendor y una perturbación que nubla los ojos con que se mira lo educativo, frente a las verdaderas necesidades de los sujetos pasivos de esa educación, no solo lejana en Colombia, sino en muchos países de América Latina e inclusive del viejo continente, en donde se desarraigó la presencialidad por una virtualidad, o lo que han llamado ahora alternancia educativa, que perturba esa debilidad solidificada en las estructuras de los procesos productivos, pero al mismo tiempo de esos procesos en desarrollo para retirar la arrogancia, la agresividad de estos y las flaquezas de los sistemas políticos y económicos.

¿En qué mundo habitamos frente al autoflagelo de la pandemia?, ¿cómo comprender lo que nos trajo la pandemia para sobrellevar lo doloroso, abrir esa oportunidad a nuevas alternativas, evitar las inercias y en especial reconociendo los aciertos y las fallas, en búsqueda de criterios más flexibles y al mismo tiempo idóneos para entender que la educación es la herramienta para evitar lo que hicimos mal, encontrar elementos que mejoren la historia y que hagan del trabajo un producto de vivencias y no de tristezas y amarguras?

“Allí donde está el peligro, crece también lo que salva” (Hölderlin). Y si el sistema educativo se vio atacado por la pandemia y sus consecuencias, también lo es que el conocimiento en todos sus niveles y capacidades, transforma el mundo que tenemos y nos adentra a esa necesidad de dejar atrás lo viejo, lo que ha caducado y nos erige a un movimiento de confianza y construcción de un cambio en donde impere el nosotros y no el de ellos (Zizek); por lo que el trabajo globalizado es la solución para dar un giro a las prácticas y valores que nos permitan materializar el éxito, que anhelamos como individuos de la especie humana.

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