Guía para alucinar un siete de agosto
Opinión

Guía para alucinar un siete de agosto

Por:
agosto 07, 2014
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En el día en que se posesiona el presidente lo mejor es darle la espalda a la realidad y caer en el reconfortante oblomovismo de la muerte en el sillón. Estás ahí hasta que la mañana va madurando y las cobijas se van achicando y humedeciendo. Sabes que afuera, en la calle, solo están las bolsas de plástico arrastrándose por los adoquines y un batallón de soldados estrellando sus botas contra el pavimento. El televisor es un aburrido carrusel que nunca dejará de emitir las mismas imágenes. Entonces, lo mejor es ir a la nevera, sacar un par de huevos, hacerse una tortilla y pasarla con un chocolate caliente. Mientras desayunas puedes buscar en YouTube la etapa en donde Lucho Herrera llegó con la cabeza reventada a Saint Etienne y allí transcurrirán veinte minutos escuchando, como ecos saliendo del abismo del pasado, la voz de David Cañón partirse de emoción.

Lavas los platos y piensas en que son las nueve de la mañana y que un ángel exterminador se ha sentado en la puerta y no te dejará salir de la casa. Entonces, resignado, sacas de la cajita con forma de corazón los viejos juguetes de siempre. Abres la bolsa y hueles. El musgo de los diciembres pasados, recuerdos de una boca seca.  Sacas los papeles, los abres y los pones sobre la mesa. La bruja leyendo el tarot. Dos montañitas de mango biche a un costado y nunca entenderás porque los japoneses pueden hacer pequeños kaijú con sus origami.

Dejas correr, por primera vez en el día, Let It Bleed. Robert Johnson va en una balsa por el Magdalena viendo a los amantes despedirse en las viejas estaciones de tren. El amor, una vez más, ha sido en vano. El humo se estrella contra las paredes, eres Gandalf  fundiéndose en su pipa, el vampiro lamiéndose gustoso las heridas. Escuchas la guitarra de Richards y piensas en los días en que la marihuana te trababa de verdad y te hacía decir una sarta de incongruencias que muchas veces fueron brillantes ensayos. Nadie recuerda tus palabras, solo tú y las venas de las manos. Megalomanía cannabitera, me sabrán disculpar.

El disco solo tiene dos caras así que hay que levantarse de nuevo, revisar el correo, evitar el Facebook, buscar en CultMoviez una de esas películas que nunca soñaste ver. El sanatorio de la clepsidra, ¿por qué no? Las viejas brujas están dormidas y es mejor no levantarlas con  gemidos de noches lejanas.  La pata encendida y eso que está en la pantalla no es David Lynch, el farsante, sino Wojciech Has, el polaco que era capaz de filmar el inconsciente. Eso que ves allí, en las míseras pulgadas del plasma, es la pesadilla de un loco.

Terminas  confundido y sacudido, con ganas de cerrar los ojos y perderte de nuevo en la anarquía de un sueño. CultMoviez es un océano pero los baretos tienen fin, así que si quieres ver The Last Movie, la lisérgica película que acabó con la carrera del sicópata Dennis Hopper, es mejor que busques de nuevo en el corazón de madera y vuelvas a poner el rila en la mesa y a Corinto entre los dedos.

Así se pasa la tarde y empieza la hora de los suicidas. Esos indios desquiciados dirigidos por un heroinómano no te ayudarán a levantar el ánimo. Así que dejas el computador por un rato y te fundes en Maus y la tragedia de Vladek Spiegelman, el segundo polaco del día, la mejor novela gráfica de todos los tiempos.  Por entre ratoncitos judíos y nazis gatunos te deslizas por el festivo sin sentirlo. Son las nueve de la noche y no has almorzado. El reguero de chocolatinas se ha tomado el piso del estudio. Enciendes el televisor y el presidente no ha terminado de hablar. Travis Bickle se esconde entre el público pero se ha arrepentido una vez más. Lo apagas y el cáñamo vuelve a encenderse. Satie y sus enigmas nunca serán una mala idea, sobre todo si acabas de ver a Asmodeo. Te sientas y miras el humo perderse entre la noche. Ahí estás de nuevo, en bata y con los ojos hinchados. Los vecinos comienzan a llegar con sus hijos bulliciosos. El paseo ha estado bien, lástima que el tío Juancho haya vuelto a poner la torta, definitivamente no puede beber. Tienen voz y están muy cerca. La realidad no se puede eludir.

Entre las sábanas se escucha la quietud de la noche. La cuarta pata reposa en el cenicero. Es mejor dejarla quieta, los espíritus no demorarán en salir y mañana será un largo viernes.

 

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