Esta semana se cumple el segundo año de mandato de Andrés Manuel López Obrador, AMLO, en México. Independientemente del balance de su gestión en el gobierno que requeriría un análisis propio, solamente su ascenso al poder expresa las múltiples crisis que afronta el proyecto hegemónico de la derecha continental, crisis que no puede entenderse como impotencia ni como estertor, pero sí como senilidad, debilitamiento e incapacidad de imponerse sin mayores contradicciones como lo hizo por décadas en Nuestra América. Mientras los medios colombianos se unen al coro de ridiculización mediática contra el gobierno de AMLO y evaden análisis más profundos, se oculta lo que implica una apuesta que se autodenomina posneoliberal en un país del calado político, económico y demográfico de México, justo en las barbas mismas de EE. UU. y logrando sortear a la hasta entonces infalible “dictadura perfecta”, como se conocía al autoritario régimen de manipulación y fraude electoral que permitió el imperio de la derecha hasta 2018 en este país.
AMLO y México, son solo un episodio de esta crisis. El fin de semana en Venezuela seguro se presenciará uno nuevo al elegirse la nueva Asamblea Nacional. La actual pandemia del covid-19 solo ha desnudado lo que muchas y muchos advertíamos: la insostenibilidad del orden capitalista a nivel global en lo que acertadamente se ha denominado una crisis civilizatoria, la irreparable crisis del modelo neoliberal que completa más de una década desde el estallido de las burbujas financieras de 2008, y el declive hegemónico del otrora omnipotente imperio norteamericano. Reseño estos 3 rasgos relevantes de la actual coyuntura global porque implican inexorablemente un nuevo momento para las luchas de los pueblos en nuestro continente. Como lo he planteado anteriormente desde esta tribuna, este año entraremos en recesión global en una crisis económica de la que la pandemia ha sido su detonante, más no su causante esencial. De igual forma la elección de Biden en medio de la polarización política norteamericana, así como la mera existencia de la opción política de Trump para un importante sector de las élites y el electorado estadounidense, denotan las profundas contradicciones de una potencia que evidencia cada vez mayores dificultades para mantener su hegemonía –incluso en su patio trasero- en medio de nuevos competidores geopolíticos que como Rusia y China salen fortalecidos de la coyuntura del covid-19.
Quienes vaticinaban mundo unipolar, fin de la historia e infalible victoria del neoliberalismo al cerrar el siglo XX, se encontraron prontamente con la rebeldía de los pueblos de Nuestra América plasmada en el importante ciclo de movilizaciones y resistencias de impugnación al neoliberalismo que permitió la emergencia de una corriente de gobiernos progresistas en el continente. Lamentablemente por todo el Pacífico, EE. UU. y las elites locales lograron la persistencia de un estratégico corredor del neoliberalismo desde México hasta Chile, pasando no solo por proyectos de anexión económica a través de los TLC, sino de ocupación militar directa a través del Plan Colombia y el Plan Mérida, entre otros.
Durante la segunda década de este siglo presenciamos una feroz contraofensiva neoliberal e imperial que logró golpear varios procesos de cambio del continente aprovechándose de errores de éstos que debían ser superados. No obstante, esta contraofensiva está lejos de implicar el fin del ciclo de lucha antineoliberal en Nuestra América. Tres grandes fenómenos saltan a la vista en esta nueva etapa:
- La persistencia y profundización de la crisis capitalista a nivel global con nuevas expresiones tanto en lo ecológico, lo geopolítico y la creciente inestabilidad económica de los mercados nacionales e internacionales. El intento de reconquista neoliberal no ha podido imponer un país modelo como lo fuera el Chile pinochetista en los setenta, si no que sus procesos políticos y económicos están sumergidos en profundas crisis de múltiples dimensiones. La actual recesión global que tendrá en América Latina unos efectos sociales dramáticos en países como Colombia hoy condenada a una caída de más de 8 puntos en su PIB esta año. Así mismo los recientes colapsos políticos de los gobiernos neoliberales de Perú o Guatemala solo son testimonio de la continuidad de la crisis del proyecto de la derecha continental en sus múltiples dimensiones.
- El fugaz y fallido triunfo de la contraofensiva neoliberal regional, ya que no solo ha fracasado en su ambición por destruir los procesos antineoliberales de Cuba y de la República Bolivariana de Venezuela, -sometidos a presiones y chantajes violatorios de cualquier principio humanitario-, si no también porque Argentina y Bolivia han demostrado lo efímero de las victorias de la derecha continental cuando los procesos de cambio se enraízan en los sectores populares y retoman la movilización. Este camino será el que retome Ecuador, solo si se dan plenas garantías a la candidatura de Arauz, atacada en la actualidad por artimañas que pretenden impedir su participación en febrero e incluso aplazar estos comicios. Sea la oportunidad para dejar evidenciado el curioso talante democrático de la derecha continental, ya que mientras en Venezuela el gobierno pide la participación electoral de la oposición, en Ecuador y Bolivia se les impide con trampas jurídicas. Santanderismo continental o guerra jurídica que llaman. En este sentido también corresponde resaltar para quienes todavía defienden el embeleco de la presidencia de Juan Guaidó, que elegida la nueva asamblea el próximo 6 de diciembre expira incluso el sofisma legal con el que se montó ficticia representación. Preparémonos para el enésimo oso internacional de la Cancillería colombiana bajo el gobierno Duque.
- El nuevo momento político en los otrora bastiones del neoliberalismo donde sin duda el hecho más relevante es la victoria de AMLO y su gobierno de la Cuarta transformación en México, que implica un cuestionamiento al modelo neoliberal y a la hegemonía norteamericana en un país estratégico. Este hecho refleja la incapacidad de estas elites de seguir presentando el neoliberalismo como alternativa y condensa décadas de resistencia en México y el continente. De igual forma, y pese a sus diferencias- el actual proceso constituyente chileno bien puede leerse en esta nueva ola de impugnación neoliberal, justamente en el país que sirvió de conejillo de indias para la prueba y exportación del modelo, denotando la crisis continental de la derecha. Con Chile, se hunde el buque insignia del neoliberalismo, aunque en Colombia sigamos cargando su paquete antisocial,- representado en el modelo laboral, pensional y de salud-, que ha dejado más muertos que cualquier pandemia en este último cuarto de siglo, pero que hace aguas en la actual crisis sanitaria.
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Nuestro país no es ajeno a este nuevo momento, aunque precisamente por ello sintetiza y concentra la agudización de la pugna por el destino del continente
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No obstante, nuestro país no es ajeno a este nuevo momento, aunque precisamente por ello sintetiza y concentra la agudización de la pugna por el destino del continente. La firma del Acuerdo de Paz y el renacer de la movilización social expresado en el fortísimo Paro Nacional del 21 de noviembre de 2019, dan muestra del deterioro de la hegemonía histórica del bloque de poder, y muy particularmente de la imposibilidad de la alternativa autoritario-fascista para ganar el pleno consenso. Por ello, y por su papel regional como Estado halcón en medio de la crisis de la derecha continental, su participación clave en la Otán, la OEA, el Grupo de Lima y otros organismos representantes de ese viejo orden del que debemos pasar la página, la derecha regional tiene en el gobierno neoliberal y autoritario de Duque a su niño mimado, cebándolo para acciones de agresión contra los procesos antineoliberales de la región. De reseñar el despliegue en el país en plena pandemia de las brigadas norteamericanas SFAB provenientes de Afganistán hacia la zona de frontera con Venezuela y la participación de Bogotá de un montaje judicial con la DEA en contra de Venezuela y de negociadores e impulsores de la paz en Colombia, que hizo trizas lo acordado, reavivando un nuevo ciclo del conflicto armado.
Esta segunda independencia, del neoliberalismo y de cualquier férula imperial, -como dijo Bolívar hace 200 años- será continental o no será. De allí la importancia de seguir hermanando las luchas en Nuestra América, con el creciente movimiento social y crítico de EE. UU. vital en la derrota de Trump, y con los procesos alternativos de Europa y el mundo entero, donde también se cuestiona el modelo neoliberal. Personalmente sueño un planeta posneoliberal, poscapitalista, posracista y pospatriarcal, porque son distintas dimensiones de opresión del mismo orden inhumano que deben ser superadas. En esta apuesta, es estratégica la lucha por la paz en Colombia ante la actual frustración de los Acuerdos de La Habana: urge lograr una paz completa y estable que dé garantías reales para la democracia en el país y la desmilitarización e independencia de Nuestra América.