En días recientes, don Iván Duque, el encargado por el uribismo en la presidencia de Colombia, otra vez estuvo rondando las tierras del Cauca. Como siempre, vino a visitar a sus amigos de los gremios de la producción.
Dirán los presidentes de club de fans del aspirante a malabarista balompédico, irredento contador de fábulas de gobierno e inmejorable admirador de Maluma y demás que qué bueno que venga al Cauca, que cuál es la sobadera con las visitas de quien se dice mandatario nacional, y que él tiene todo el derecho de recorrer todos los rincones de la patria. Y claro que tienen razón. De hecho, este notero agregaría que no tiene el derecho, sino la obligación.
Lo que causa, como mínimo, curiosidad, han sido y son los motivos de sus viajes a esta ensangrentada Cauca.
Salvo el amague de encuentro con las comunidades indígenas en Caldono al norte del Cauca, el cuasiguitarrista encargado de la presidencia solo ha accedido a visitar esta tierra de expresidentes y de notables descendientes de gente bien —como los Iragorri, los Velasco, los Valencia (no los indios), los Bonilla, los Ortega, etcétera— por petición de sus amigos y patrocinadores de campaña, y los industriales; que, aunque parezca increíble, están presentes en estos lares, llenos de gente improductiva y belicosa como los negros y los indios (en palabras de una Valencia-Iragorri, senadora del C.D., para más señas).
Más allá de los resultados electorales que han mostrado que para el caso de la presidencia de Colombia el Cauca ha sido reacia, mayoritariamente, a favorecer los candidatos que dijo Uribe, el caucano de a pie esperaría —y por lo que se ve, se va a quedar esperando—que la visita a esta tierrita por parte de quien funge como presidente debería ocurrir con más asiduidad. Y no solo para atender seminarios, congresos o inauguraciones del empresariado, sino para atender casos como los de la aterradora violencia que azota esta tierra desde siempre, el problema de la inhumana pobreza de los campesinos (negros e indios) que acosados por el hambre se dedican a sembrar coca y marihuana de forma ilegal... o, al menos, para averiguar qué está pasando con los ríos y lomas de este Cauca olvidado, a punto de acabarse por culpa de la minería, entre otras cosas, al parecer desagradables o poco importantes para quien hace las veces de presidente de Colombia.
Desafortunadamente, para la mayoría de los caucanos y caucanas, lo de Duque no es eso, lo de él es venir a inaugurar, por ejemplo, una Granja Solar en Santander de Quilichao, construida por la Compañía Energética de Occidente, de su amigo y patrocinador Luis Carlos Sarmiento, para ponerla al servicio de una empresa multinacional de alimentos de los otros amigos suyos (de Duque); los Caicedo. Para lo otro, lo de los pobres, para eso están los Iragorri, los Velasco, los Valencia (no los indios), los Bonilla, los Ortega, sus eficientes ministros y ministras o su asesor de paz.
Dirán los fanáticos uriduqistas que lo de este notero y lo de los miles de personas que han protestado y protestan cada que viene el que dijo Uribe al Cauca, es puras ganas de sabotear, de oponerse al progreso y la modernización, cosas de mamertos. Lo cierto es que, al revisar desapasionadamente las agendas de las visitas de Duque al Cauca, es posible constatar, que ninguno de los graves y urgentes problemas que padecen los caucanos, ha aparecido como prioridad, si acaso, los ya recurrentes y casi que inservibles consejos de seguridad, cada que acontece un hecho de violencia.
Sin embargo, la indiferencia que Duque muestra por los verdaderos problemas del Cauca no obedece simplemente a su fracaso electoral en las pasadas elecciones presidencial, sino al talante de esta administración; es decir, el de la irresponsabilidad, la improvisación y el amiguismo dirigido a favorecer únicamente los intereses de sus amigos, los grandes empresarios. Todo lo anterior, con la aquiescencia de mandatarios y mandatarias locales, así como del gobernador, quienes a pesar del desgano con el que Duque trata al departamento, no tienen la suficiente determinación, ni mucho menos la entereza que esperan quienes los eligieron y aquellos a quienes administran para exigirle a quien ejerce la presidencia, así sea precariamente, el cumplimiento de sus deberes constitucionales: preservar la honra, bienes y vida no solamente de sus patrocinadores de los gremios, sino de todos los caucanos y caucanos, sin importar que sean indios, negros, mestizos, campesinos, de origen humilde que no votaron por él.
Triste e indignante seguir constatando que lo de Duque y el Cauca es una relación de abandono y desprecio.