George Washington (1732-1799) fue el primer presidente de los Estados Unidos. La Galería de los presidentes en el Monte Rushmore es uno de los monumentos construidos en su honor (junto con Thomas Jefferson, Theodore Roosvelt, Abraham Lincoln). Los norteamericanos lo veneran como el héroe de la libertad, pues logró conducir a las colonias de norteamérica a la independencia.
George Washington nació el 22 de febrero de 1732 en Wakefield (Westmoreland). Hijo de un plantador de Virginia, cuyo abuelo había emigrado de Inglaterra en 1657 por temor al terrible Oliver Cromwell. Creció junto a su medio hermano Lawrence, en la propiedad de Mount Vernon ubicada en Hunting Creek a orillas del Potomac, tras la temprana muerte de su padre. En ese mismo sentido, al morir Lawrence, tuvo que asumir la administración de Mount Vernon a la edad de los veinte años.
El emblemático nombre de George Washington se adjuntó a un estado federal, la capital federal, siete ciudades, cinco universidades y cientos de instituciones alrededor del mundo. En los innumerables monumentos y pinturas que en la actualidad lo veneran se le ha reconocido con cierta lisonjearía. Sin embargo, el padre de la patria y el verdadero creador de la nación americana no era propiamente un ser sobrenatural, este hombre disfrutaba de una modesta educación sin diferenciarse de los otros jóvenes plantadores de Virginia.
En el presente texto se justificará por qué George Washington más que una leyenda o un “santo en tierra” era un ser humano común y corriente, poco excepcional pero que con valentía logró traer la independencia a norteamérica. Por lo tanto, se responderá a través de una serie de preguntas en la siguiente estructura: 1) ¿Fue Washington un joven preparado para el liderazgo?; 2) ¿George Washington era un estratega o un venturoso y afortunado? 3) ¿La idea de independencia y libertad de Washington iba de acuerdo con la esclavitud de ese momento?
¿Fue Washington un líder innato o uno apresurado?
Tras la muerte de su hermano Lawrence, la vida de Washington tomó un giro totalmente inesperado. Por lo que tanto amigos influyentes como parientes se impusieron para que él fuera nombrado sucesor del difunto comandante de la milicia de Virginia. Sin contemplar que él no contaba con preparación militar ni estudio político que lo pudiera capacitar para la labor esperada, la guerra de los siete años que se aproximaba o los constantes informes que debía dar en el parlamento de Virginia “House of Burgesses” en su cargo político-militar.
Ahora bien, sin haber tenido alguna victoria previa en batalla o haber fomentado alguna de las actividades revolucionarias como la 'toma de la casa de impuestos (1770)' o el 'Tea Party (1773)', Washington fue elegido en 1774 como delegado de Virginia en el primer congreso continental celebrado en Filadelfia. Poco después, los primeros combates entre rebeldes americanos y soldados británicos tuvieron lugar cerca a Boston. En donde progresivamente se fueron reduciendo los números del ejército de Washington a causa de su poca experiencia en el campo. No obstante, un segundo congreso proclamó en 1775 el “estado de defensa” y el 15 de junio de ese mismo año, se eligió a Washington comandante en jefe de las tropas de las trece colonias una vez más, sin méritos militares, sin éxitos en batalla, o sin explicación alguna. Tal vez por suerte o por influencia, habiéndose respaldado como argumento las batallas que el mismo Washington había librado contra los indios desde 1754 —cherokees, apaches, cheyennes, sioux entre otros quienes se les debía haber respetado su libertad, su independencia—.
En resumidas cuentas, él llegó a liderar las tropas de las 13 colonias inglesas debido a los azares del destino. En principio su hermano Lawrence iba a ser a quien se le habría otorgado esta tarea y hoy conoceríamos a George como su hermano granjero y plantador. Pero, la misma historia fue la que se encargó de dar un giro y brindarle este tipo de oportunidades a Washington.
Lo que es cierto, es que se tienen dos imágenes de George Washington, la creada y la realista. La primera es en la que se cree que fue preparado en la Aristocracia para ser el líder de Virginia, quien llevara a su espalda la industria tabacalera de la que era dueña su familia. Mientras que la segunda corresponde a observar a la persona que nació en unas condiciones económicas desfavorables para su familia y, que estuvo siempre observante del trabajo mancomunado entre su abuelo, su padre y su medio hermano por levantar la plantación de tabaco y darle el lugar que se le atribuye a la familia Washington.
Sumado a lo anterior, también se debe rescatar el infortunio de la muerte tanto de su padre como de Lawrence por complicaciones médicas, por lo que bajo este escenario vemos a un George Washington que nunca estuvo preparado para su futuro y que tuvo que ser un líder apresurado. Empero no sabemos incluso si este liderazgo lo tomó a gusto al ser una persona llena de ánimos de grandeza o, por el contrario, fue la decisión que aceptó por verse comprometido a la carga que le impusieron parientes y amigos que, a su vez, necesitaban de una figura para poner de bandera en ese camino tortuoso en busca de la independencia.
¿George Washington era un estratega o un venturoso y afortunado?
Uno de los aspectos más alabados a George Washington en su labor durante el proceso de independencia y las diferentes guerras en las que batalló como mariscal de campo, es la estrategia y la sapiencia que siempre lo acompañaban a la hora de idear planes que resultaban factibles a la hora de ponerlos en desarrollo. A pesar de ello, y como se está volviendo costumbre para este escrito argumentativo, esta es otra de las premisas que fueron idealizadas pero que está en duda su veracidad. Ya conocimos en los párrafos anteriores a un George Washington poco preparado e inexperto, que de por sí el tema de la guerra podría decirse que ‘lo tomó de sorpresa’. Aún así, en la batalla siempre hubo un elemento crucial que acompañó a George a todos los lugares en los que se desarrolló y ese elemento fue la fortuna, la suerte.
Durante la continuidad de las batallas franco-indias, más específicamente en el Otoño de 1755, George Washington encabezando una de las cuantiosas peleas que se dieron en la zona alta de Ohio analiza cómo todo su pelotón estaba al borde de su destrucción. A pesar de ello, es ahí donde surge la figura del ‘invencible’ Washington, un hombre que está protegido por el ‘gran espíritu’, a quien los disparos atraviesan su sombrero, roturan su chaqueta, chocan con el mango de su mosquete, pero frente a su integridad, pareciera que las balas no pudieran penetrarle.
Y en cuanto a esto, hay muchos más relatos en donde se relata respecto a la suerte con la que este caballero de ataques poco profesionales contaba. Y aún así, perdía más batallas de las que ganaba, fue sobrepasado por los bandos británicos en la mayoría de veces, siempre se enfrentaba a batallones con pelotones más numerosos. Pero, por alguna extraña razón su experiencia adquirida en su infancia y la extrema confianza de los ingleses ante tal inexperiencia de Washington lo hacían salir victorioso en las batallas más importantes.
Una de dichas batallas, se dio en el invierno de 1777 cuando Washington levantó su campamento de invierno en Valley Forge, al noreste de Filadelfia. En primavera la tropa se había reducido de once mil hombres a solo tres mil, contándose las tropas propias y alquiladas que los alemanes habían mandado. Dichos números tan bajos se dieron a consecuencia de las epidemias, el clima, el hambre, la deserción y la terminación del servicio militar por parte de muchos soldados. Atascados en dicho territorio por culpa del barro que se hallaba como consecuencia de los cambios repentinos de temperatura en la zona. Todo parecía estar más que perdido para los americanos.
Con todo, Washington a pesar de no haber pensado en el clima —parte vital en toda batalla—, hizo uso de dos de sus más valiosas herramientas, sus conocimientos en las plantaciones y la capacidad de engaño de la que él gozaba. Por la primera, una vez sintió que el viento cruzaba del norte hacía el sur como regularmente sucedía en los campos de su amado Mount Vernon, el barro se cristalizaría a media noche dándole paso a los cañones y a todos los elementos que se habían estancado por ser móviles. Y por la segunda, Washington sabía que debía engañar a los ingleses haciéndoles creer que tenía más tropas de las que existían. De esta forma, bajo un primer intento para planificar el camino, mandó una carta abierta al asentamiento Inglés más cercano en donde afirmaba tener 40.000 hombres; algo que ningún inglés se iba a creer, pero que le serviría a Washington para saber cómo debía engañarlos.
Fue así, como de manera minuciosa hizo un documento en donde registró inventarios falsos, más cañones y sobre todo una cifra más creíble, el registro de 9.000 hombres. A lo que el ejército rojo decidió no atacar dado que aún así era un número de activos considerable. De esta manera, como George Washington ganó tiempo, pudo mover su pequeña tropa y aguardar al retroceso de las fuerzas británicas en la frontera de Valley Forge, en donde con ayuda de los franceses quienes querían tomar revancha con Inglaterra, salvaron en aquella ocasión dicha batalla.
Con ello, vemos como Washington no tenía una estrategia preparada para cada batalla ya que ese no era su fuerte y, por el contrario, iba planificando en virtud de lo que le brindaba el contexto, por eso era considerado como todo un aventurero, y además, contaba con suerte y conocimientos de su juventud que le servían en múltiples ocasiones para anticiparse a sus rivales. Ahora bien, sin contar que su mediocridad en el campo de la estrategia la sustituía por algo en lo que sí era bueno, en el engaño. Ya fuera inventando tropas o mandando mensajes que solo se descifraban al utilizar ciertos químicos o fuego. Dado que George Washington entendía que el ganador de la guerra, era el más astuto y no el más moral.
¿La idea de independencia y libertad de Washington iba de acuerdo con la esclavitud de ese momento?
En el año 1787, Washington desempeñaba el cargo de director de la convención constituyente de Filadelfia, y se encontraba en el combate por la aprobación de una constitución común, que solo lograría después de cuatro meses de ardua lucha. Siendo una segunda victoria para la “libertad” luego de la declaración de independencia proclamada por el congreso el 4 de julio de 1776 de la mano de Thomas Jefferson, Benjamin Franklin y John Adams.
La contribución de George a la constitución, se basó más que todo en la autoridad y el tesón con que persiguió siempre el objetivo de crear, el Estado provisorio, un Estado sólidamente fundado. Sin embargo, solo una nota trágica puede anotarse y es que por aquél entonces no se había logrado eliminar la esclavitud. La culpa de ello no puede cargarse lógicamente a Washington, pero si se le puede argüir la falta de ejemplo y de acción frente a esta problemática que nos hará ver una persona que contaba con esclavos; requería de ellos; e incluso estuvo dispuesto a secuestrar a una esclava que había huido de su propiedad.
En su vida joven y primeros años de su vida adulta como comandante de las fuerzas de Virginia, Washington tenía más de 300 esclavos de los que dependía para todas las labores de su hogar en la hacienda Mount Vernon. Sus esclavos trabajaban 6 días a la semana y las 24 horas del día. Incluso, siendo presidente, trajo una cantidad innumerable de esclavos a Filadelfia.
Ahora bien, el tema de la esclavitud y Washington tiene más trasfondo. En 1789 el Estado de Pensilvania había aprobado el acta de abolición gradual que reclamaba que los esclavos que trabajaron durante más de 6 meses debían ser liberados. A pesar de estas ordenanzas, Washington comenzó a llevar a sus esclavos de frontera en frontera con el objetivo de eludir dicha ley, puesto que tanto él como su esposa Martha Custis eran totalmente dependientes del trabajo de estas personas.
Uno de los casos más resonados fue el de la famosa costurera Ona Judge, quien era una de las esclavas de Martha Curtis. Huyó en 1796, al enterarse que iba a ser entregada a una de las sobrinas de Martha —perdiendo el contacto con su familia— y, por consiguiente, no le otorgarían la libertad. Washington tras enterarse que Ona Judge se encontraba en el norte tras la huída, organizó un plan para secuestrarla en secreto. Pero antes de ejecutar dicho plan, Washington escribió varias cartas para recuperar a Ona bajo ‘términos amistosos’ manteniendo la calma, pues sería embarazoso que el colectivo se enterara de su intención de recuperar dicha esclava por medio del secuestro. Pero Ona, una vez enterada de dichas intenciones, inicia una negociación con Washington siendo presidente, el cual quería que se respetara la condición de libertad para sus hijos a cambio de su regreso. Washington al disgustarse frente a su solicitud, One Judge jamás regresó y renunció a ver a su familia de nuevo, al igual, el presidente desistió del secuestro por temor a la vergüenza.
Como se puede analizar, a pesar de que su insignia era la independencia, la libertad y la paz, Washington —aunque no era el principal culpable— tampoco hizo nada por abolir la esclavitud lo cual era totalmente contraproducente con los valores e ideales que el promulgaba. De hecho, antes de su muerte, preocupándose por su imagen y con el fin de que fuera recordado en el lado positivo de la historia, en sus últimos deseos decretó que todos los esclavos fueran liberados y tuvieran derecho a la educación. Sin embargo, estas órdenes solo podrían ejecutarse tras la muerte de su mujer. Asimismo, como ya se conoce, uno de los rasgos más característicos de Washington era su dentadura postiza como consecuencia de las batallas libradas. Fue por tanto que al recibir el cargo de presidente solo le quedaba uno de sus dientes originales. Aunque se creía que el resto de sus dientes eran hechos en madera; las investigaciones han demostrado que sus dentaduras estaban hechas en huesos de vaca, marfil e incluso dientes humanos comprados o extraídos a la fuerza de sus esclavos. Algo que deja mucho que desear de este prócer norteamericano que siempre se nos mostró como una leyenda recta, justa e incorruptible.
Por último, una vez habiendo conocido a un George Washington que sin ninguna preparación militar ni estudio político pudo llevar a las colonias americanas a la independencia; un hombre que era un pésimo estratega y que de hecho la suerte, el engaño y la buena fortuna eran las armas con las que batallaba en las guerras; un ser humano que promulgaba la libertad, la independencia y la buena moral, pero que cargaba con la esclavitud como una necesidad intrínseca en su vida, una vez desarrollado todos estos puntos, solo nos queda desmitificar la leyenda.
George Washington fue solo un ser humano, común y corriente, una persona que, aunque no estaba preparada para el papel que tenía que afrontar, tenía toda la voluntad de actuar. Que, aunque no gozaba de inteligencia estratégica para el combate, creaba su suerte a partir de lo que sabía mediante la vida de campo. Sin duda alguna un héroe con rostro, quien en definitiva murió siendo un héroe; con la tranquilidad de haber quedado para la historia, en las vidas pacíficas, útiles, prósperas y felices de los norteamericanos por los que sacrificaba su vida; en el corazón de generaciones y sobre todo reconociendo que a pesar de sus errores había libertado todo un pueblo, algo que en últimas le dio la paz de la cual nunca gozó. Más que una leyenda mitificada, un ser humano de carne, hueso y sobre todo mucha voluntad.
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