Escuché a Carlos Antonio Vélez decir en su editorial Palabras Mayores que lo ideal es que se vaya todo el “elenco” de la Selección Colombia, incluyendo directivos, cuerpo técnico y jugadores, tanto los reconocidos como los que no. En esta ocasión, el comentarista, como tantas veces, tiene un tanto de razón. La tendría toda si también se hubiese incluido a sí mismo con su capacidad pontificadora.
El actual momento histórico de la patria no demanda las vanas distracciones del entretenimiento de masas. No necesitamos hordas de compatriotas abrazándose ante las atajadas salvadoras de David Ospina, los piques de Cuadrado y los escasos goles del diez de los colombianos. Imagínense la carga del virus en cada coro de gol, expulsando la extensión de la pandemia a grito herido.
Tenemos una selección consciente con nuestra realidad nacional, una que motiva el distanciamiento social como ninguna otra y que no nos invitará jamás a hacer caravanas de celebración o a embriagarnos de victorias momentáneas y esporádicas sin haber ganado nada.
Así pues, concito a los tantos Carlos Antonio Vélez de las regiones, pues este es un fenómeno que se replica sin el perfume y el costoso traje en todas las latitudes del territorio, a entender el sacrificado aporte de nuestra actual Selección Colombia para el beneficio y la protección de todos.
Es momento. Además, la mejor manera de celebrar nuestro patriotismo ahora es cobijando la desgracia que viven nuestros hermanos sanandresanos… que los titulares nos hablen de educación e inversión, del pliego de peticiones, de la negociación de las centrales obreras y de los movimientos estudiantiles en el paro nacional, no de goleadas de la tricolor.
Veinticinco departamentos afectados por las lluvias, una Colombia con el agua hasta el cuello, literalmente requieren seriedad y disciplina gubernamental, periodística y de opinión, no las distracciones del deporte rey.
El cambio que debe cooptar toda nuestra atención no es el de la aptitud de los jugadores, por lo que les propongo a mis compatriotas que meditemos sobre el cambio, el climático… ese que nos puede golear y hasta liquidar con vientos huracanados y olas de frío o calor, no precisamente originadas en las graderías.
Más allá de la fragilidad del arco de Camilo Vargas, la agenda gubernamental y ciudadana debe estar volcada a la vulnerabilidad y adaptación de las regiones y pueblos de Colombia al calentamiento global y la crisis alimentaria.
No quiero al presidente Duque cediendo su bien ganada impopularidad ante la llegada trágica del técnico Queiroz.
No es el onceno nacional una selección para olvidar, todo lo contrario, debemos recordarla como un equipo que se sabe parar, eso sí en el minuto de silencio y en al canto del himno nacional, un muy buen gesto protocolario y técnico que servirá de mucho cuando dimensionemos que las bajas más significativas de Colombia se dan fuera del campo de juego con el asesinato sistemático de líderes sociales.
A esto sumémosle que el gago ego del grande de James —inmenso recientemente, más por paquidérmico que por sus acciones en el terreno, atravesado por un túnel digno de ser pornografía explícita— derrota más que las cinco bolas en la red.
Ellos se han hecho dignos de la furia verborreica de Vélez, dignidad que se han buscado con su mediocridad en los resultados, desprecio ganado con sus acciones y no con sus escasos argumentos.
Dicho esto, solo me queda agregar que ustedes están llamados a dirigir: uno en la distancia y en la comodidad de la inacción, y otro en su silla de dormir tras la línea de juego. No son paradigma ni tampoco anillo en la mano para el fútbol o el periodismo colombiano.
Bien lo pone de manifiesto el genio estadounidense de la estrategia Robert Greene en su bestseller Las 48 leyes del poder:
Cualquier triunfo circunstancial que usted obtenga a través de argumentación verbal en realidad es solo una victoria pírrica: el resentimiento y la mala voluntad que así genera son más intensos y duraderos que cualquier acuerdo momentáneo que haya logrado. Es mucho más eficaz lograr la coincidencia de otros con usted a través de sus acciones, sin decir palabra alguna. No explique; demuestre.
Váyanse junto con todo el elenco de la selección, pues esta les merece tanto como ustedes a ellos.