El hombre de la papa: crónica de una quiebra anunciada

El hombre de la papa: crónica de una quiebra anunciada

Cuando el gobierno asuma la política de transformación integral del campo será posible avanzar a soluciones estructurales del sector. Relato

Por: Luis Alfredo Muñoz Wilches
noviembre 17, 2020
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El hombre de la papa: crónica de una quiebra anunciada
Foto: Las2orillas

La idea de una crisis permanente es un contrasentido, ya que la crisis es, por naturaleza, excepcional y temporal, y constituye una oportunidad de superación para originar un mejor estado de cosas” (Boaventura de Sousa, La cruel pedagogía del virus).

Muchos años después, ante las imágenes de cientos de campesinos apostados en los peajes con un trapo rojo suplicando a los viajeros que les compren su papita, recordaba el día que Juan Pablo II visitó Chiquinquirá.

Estábamos apostados en la placita campesina de la avenida Julio Flórez, frente a la plaza de mercado, donde habíamos permanecido toda la noche armando el montón de fierros que soportaban la estructura de lo que habíamos bautizado como “el hombre de la papa”. Un modesto homenaje a nuestros queridos paperos con ocasión de la visita del papa. En el pedestal de la desvencijada escultura había, como ahora, varios bultos de papa con la cual esperábamos llamar la atención del pontífice y, rezábamos para que la virgen de Chiquinquirá nos hiciera el milagrito de ver el papamóvil deteniéndose frente a nosotros y a Juan Pablo II echándole la bendición al “hombre de la papa”. Pero la caravana papal cruzó veloz, levantando una densa estela de vapor a su paso; una extraña mezcla de neblina y fervor religioso de los miles de feligreses que, al lado y lado de la vía, saludaban la llegada del papa peregrino.

Ahora, en medio de la brutal caída de los precios de la papa, los campesinos salieron este puente festivo a ofrecer su producto a la orilla de las carreteras de Boyacá y Cundinamarca; echando mano de lo que las autoridades gubernamentales denominaron el “papatón”. Una improvisada y denigrante forma de enfrentar el problema de la comercialización de los productos agrícolas en Colombia.

En esta ocasión, al igual que hace 6 años, el ministro de Agricultura hizo su aparición para anunciar un incentivo de 30 mil millones de pesos a la comercialización de la papa, en un intento por conjurar un inminente paro agrario motivado por la quiebra de miles de pequeños productores de la región cundiboyacense.

El incentivo consiste en el otorgamiento por única vez de aproximadamente un millón de pesos por cada 10 toneladas de papa que se vendan en los mercados. Una solución, a todas luces, antitécnica e ineficaz para enfrentar el problema estructural del agro colombiano. El incentivo es antitécnico, porque su distribución —encomendada a la bolsa mercantil— se convierte en un engorroso mecanismo para verificar el cumplimiento de los requisitos. También, es ineficaz, porque es un paliativo de escasa cobertura que solo beneficiará a 20.000 productores y no resuelve el gran lío de la comercialización de alimentos en el país.

En Colombia existe una estructura de intermediación del mercado de alimentos muy larga e ineficiente. Mientras los consumidores estamos pagando hasta 3.000 pesos por un kilo de papa en los supermercados, a los campesinos les pagan menos de 500 pesos. Esto quiere decir que la cadena de intermediarios se queda con más del 80% del precio final del producto, sin agregar valor, mientras que los productores reciben menos del 20%.

Por estas razones, desde hace varios años diferentes centros de investigación, entidades, organizaciones de productores y estudiosos del sector rural vienen promoviendo una agenda de transformaciones estratégicas del agro colombiano. En esta agenda se incluyen aspectos como la planificación y el ordenamiento de la producción agropecuaria, el desarrollo de una agricultura sostenible, una reforma institucional profunda, la transformación de los sistemas de comercialización y la modernización de los mercados. Una de las transformaciones requeridas es dejar de otorgar subsidios directos a los productores -que duran menos que un merengue en la puerta de la escuela- y enfocarse la provisión de bienes y servicios de interés social adecuados a las necesidades del campo, tales como la investigación y extensión agrícola, la construcción de vías rurales, la dotación de centros de acopio con maquinaria y equipos adecuados para la transformación y/o conservación de los productos.

En este sentido, entidades y organizaciones como la Unidad Nacional Agropecuaria (UNA), la RAPE Región Central, Agrosolidaria, Mercados Campesinos y la Corporación Propósito Boyacá vienen trabajando en propuestas de modernización de las cadenas de abastecimiento, que consisten en la estructuración de sistemas de información de precios y mercados, la dotación de infraestructura logística, y el desarrollo de plataformas digitales para vincular directamente a los productores con los consumidores. Aspectos que deberían ser objeto de mayor atención y apoyo por parte del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.

Por el contrario, el viceministro Juan Camilo Restrepo Gómez defiende el incentivo a la comercialización de la papa como una política pertinente para atender las necesidades del sector y afirma este favorece a más de 200.000 productores (¡Sic!) en una clara demostración de su inhabilidad para sumar, y su desconocimiento de la problemática de comercialización del campo colombiano.

Al señor viceministro se le olvida que estas crisis son recurrentes en la historia del agro colombiano. En el país cada 5 o 6 años se repiten la caída de los precios de la papa; tal como ocurrió en el período 2013-14, cuando estalló el paro nacional agrario. El gobierno de entonces quiso minimizar el alcance de la protesta campesina con la famosa expresión “ese tal paro no existe”; sin embargo, las vías fueron cerradas, interrumpiendo los canales de abastecimiento de la región central del país. De esta protesta también nació la UNA, una forma nueva de movilización social que ahora está enarbolando una propuesta para conjugar la crisis, consistente en el establecimiento del precio de sustentación de la papa, el otorgamiento de una ayuda o renta básica a los estratos 1-2 y 3 para estimular su consumo, el desarrollo de campañas de estímulo al consumo, la puesta en marcha de la función de planificación de la producción en cabeza de la Upra y el establecimiento de un sistema de pago por servicios ambientales para los cultivadores de papa.

Solo cuando el gobierno nacional asuma en serio la política de transformación integral del campo será posible moverse de la posición actual de “apaga incendios” hacia las soluciones estructurales del sector agropecuario y rural del país … pero esto es como “pedirle peras al olmo”.

¡Amanecerá y veremos!

Postdata 1. Me pregunto qué hace Fedepapa por los productores de la papa, además de aplaudir las medidas del Minagricultura.

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