A Campo Elías Galindo, que nos enseñó el camino de la coherencia, la consecuencia y el compromiso con el cambio, y siempre tuvo a la historia como inseparable compañía.
De la discusión política sobre Colombia y el fin del gobierno y régimen de la oligarquía (del uribismo como el último aliento que la sostiene, el día que sea derrotada en las urnas masivamente por un movimiento/ciudadanías libres) preocupa que casi siempre se ponga el énfasis del debate en la cuestión del candidato/a presidencial.
Enfocarlo todo en las elecciones presidenciales es otorgarle una importancia fundamental a estas que no deja de ser un elemento importante dentro de un proceso más amplio y complejo que apunte a un cambio de raíz y de régimen, en una sociedad con las particularidades históricas como la colombiana.
¿Se trata de elegir/cambiar un presidente? ¿Elegir un presidente progre o alternativo es equivalente a la derrota de la oligarquía liberal-conservadora? Así se acoja la propuesta de Gustavo Bolívar el senador, el 55/86, para obtener una alta representación en el Congreso y la Cámara, repitamos, ¿esa sería la derrota de la oligarquía y su proyecto histórico en Colombia?
Lo que ha demostrado la experiencia y las luchas de los pueblos es que no es así. Parece que no se han entendido ni aprendido las lecciones de la historia.
Colombia, a diferencia de otras naciones del continente, de gobiernos republicanos después de la Independencia, no ha conocido un régimen diferente al de la oligarquía liberal-conservadora. En cambio, otras naciones sí. Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Argentina, Brasil, Ecuador, Uruguay son ejemplos de ello en contextos y momentos históricos distintos, pero donde se han producido rupturas en la continuidad de los gobiernos oligárquicos.
Lo que estos cambios de régimen han demostrado es que no basta ganar la presidencia o elegir un presidente no oligarca, que se requería más que eso, que los pueblos/movimientos asumieran un papel protagónico desde la movilización, la lucha permanente y la defensa de su proyecto. En el caso de Cuba y Nicaragua sus pueblos lograron derrotar y sacar del poder a la oligarquía/burguesía poscolonial, con la Revolución.
No se está diciendo qué camino transitará Colombia. Eso dependerá de las circunstancias, contexto, historia, intereses y fuerzas en pugna, tanto locales, regionales como internacionales.
Por supuesto, la lucha electoral se define a partir de cómo están configuradas las fuerzas que pugnan y disputan por el poder. Sin embargo, será la voluntad y madurez política de la gente y el contexto, los que decidirán cómo se dará esa contienda y no el simple voluntarismo y adhesión que tanto pregonan, por ejemplo, las redes sociales.
Colombia hoy
A lo que se apunta aquí es que quizá lo más importante hoy sea emprender un trabajo profundo, sistemático y muy amplio de generar conciencia en las ciudadanías y bases sociales de que no solo se trata de cambiar un presidente oligarca por uno progre o alternativo del nuevo movimiento ciudadano.
Que de lo que se trata es de crear un movimiento político de ciudadanías a partir de un consenso de lo que se quiere, lo suficientemente sólido, formado y consciente, no solo para participar en elecciones, sino sobre todo enfocado en la transición histórica de la oligarquía decadente hacia un gobierno cualitativamente diferente, antioligárquico, antineoliberal. Y ello precisa de un proceso de ruptura y al mismo tiempo de creación, que va más allá de participar en unas elecciones como conscientes y cumplidos ciudadanos.
El enfoque y debate de la izquierda con otras tendencias y fuerzas políticas debería centrarse en el gobierno de transición que necesita Colombia, en aquel basado en un modelo que priorice el derecho a la vida digna, el medio ambiente sano y energías limpias, que haga valer más por su respaldo mayoritario y la movilización, no solo por su existencia formal los derechos de la Constitución del 91, así como las libertades y los deberes ciudadanos; en un proyecto de cambio de régimen que renueve los cimientos corroídos de la sociedad misma, cambio al que se llegará a través de una disputa que seguramente se dará en diferentes niveles y escenarios.
Y eso hay que empezar a hacerlo, y ahí es donde está el problema. Pues lo que hoy está en el centro del debate es la cantinela de las elecciones, el candidato, quién es el que va, quién tiene más seguidores. De ahí que hacer creer que derrotando la oligarquía en las urnas vendría el fin de su período histórico, lo único que conseguiría sería evadir el problema y la solución de fondo.
En concreto, se trata de prepararse para una ardua lucha de la cual poco sabemos, ni cómo será su desenlace y duración; lucha que trasciende la meramente electoral, que tiene como su otro escenario, quizás de alcance y significado mayor; la lucha extraparlamentaria, la movilización y la protesta, convertir la sociedad, el Estado y sus instituciones, en manos del narcogobierno criminal de la oligarquía, en un permanente campo de batalla, porque habrá que arrebatárselo todo si se está pensando en cambios de fondo y no en pañitos de agua tibia.
Sin alcanzar este objetivo, no será posible hablar de políticas de Estado antineoliberales, del cambio de régimen político, del cambio de modelo económico basado en energías no contaminantes.
Todo un momento y una generación que tiene claro que quiere un cambio real y radical, se desecharía si se cree que la conquista del poder del Estado es como encontrarse un becerro de oro. Y un trofeo, ganar la presidencia, por más que de oro sea, no garantizaría por sí mismo el cambio de las estructuras de un modelo de opresión basado en la violencia y la acumulación de riquezas en pocas manos.
No bastaría, pues, en ganar el poder del Estado y poner un presidente con mayor legitimidad y transparencia que los que ha tenido la oligarquía en los últimos 70 años, cuando se sabe que las formalidades del poder no son un asunto que le importe en el momento de sentirse amenazada.
Latinoamérica hoy y algunas lecciones que aprender
En Bolivia ganaron el poder presidencial hace 14 años desde un vasto movimiento y cohesionado social, popular, obrero, indígena y campesino. Se han hecho cambios cualitativos en la Constitución, se ha mejorado las condiciones de vida de millones de pobres y clase media que antes estaban socialmente bloqueados o excluidos; sin embargo, la oligarquía histórica no ha sido derrotada y sigue pendiendo como una amenaza violenta, se vio hace un año con el golpe de Estado que Almagro agente de la CIA y la DEA hizo contra Evo Morales, acusándolo de haber hecho fraude sin pruebas, derrocaron su gobierno y lo obligaron a exiliarse. Es reconocido, también, que hubo errores internos propios como lo han expresado Alvaro García Linera, Katu Arkonada, Evo y la dirección del MAS.
Hoy el Movimiento Al Socialismo (MAS) ha vuelto vía electoral al poder con Luis Arce como presidente, y se ha visto cómo pende la amenaza de una oligarquía que los desafía en todos los terrenos, ayer dando el golpe de Estado y ordenando a las FF.AA. y la policía masacrar y reprimir al pueblo, y hoy protagonizando actos violentos, lo cual significa que el gobierno del MAS gobernará bajo una amenaza constante.
Venezuela desde la elección de Chávez a la presidencia en 1998, con dos décadas en el poder, hizo cosas distintas a las que hizo el MAS en Bolivia o el Movimiento Revolución Ciudadana con Rafael Correa en Ecuador, como sacar del ejecutivo y gran parte del aparato del Estado a la oligarquía, seguidamente cambiar la vieja constitución, lo cual también hizo Bolivia, después depurar y cohesionar y concientizar a su pueblo, pero también a la Guardia Nacional y todo el aparato militar y ponerlo al servicio de la V República y el proyecto de nación soberana y bolivariana, lo cual, esto último, no hizo ni el MAS, ni la Revolución Ciudadana.
La oligarquía venezolana es tal vez la que más ha probado el polvo de la derrota, por eso se revuelca y vomita sangre como se ha visto, hasta se ridiculiza (Guaidó). Su aliado principal, el imperialismo yanqui, desesperado por recuperar el control de sus riquezas energéticas intenta derrocar y destruir la República Bolivariana.
Ni Ecuador con Rafael Correa, ni Brasil con Lula-Rousseff, ni Argentina con Kirchner, ni Uruguay con Mojica y el Frente Amplio, sacaron del poder completamente a la oligarquía, solo conquistaron el poder del Estado, hicieron cambios importantes sin duda, finalmente cada pueblo/movimiento está en una batalla constante por disputar el poder total.
Quien más ha resistido la agresión yanqui las últimas dos décadas, aparte de Cuba bloqueada hace 60 años, es el pueblo venezolano, el mismo que más organización, conciencia, unidad y resistencia ha alcanzado. ¿Qué hubiera pasado con la oligarquía si desde Chávez no se le saca de las esferas del Estado y sus instituciones? Ese ha sido el muro de contención contra el ataque de la oligarquía golpista, los yanquis y la oligarquía colombiana para mantenerlos a raya. No pasarán.
He ahí varias lecciones y hay que aprenderlas, si realmente se está pensando en el cambio de régimen oligárquico y de modelo económico en Colombia.