Es difícil entender las dinámicas que plantean el Ministerio de Educación Nacional, las salas de la Comisión Nacional Intersectorial de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (Conaces) y el Consejo Nacional de Acreditación (CNA) frente a las variables que consideran para hacer la medición de la calidad en una Institución de Educación Superior (IES).
La Ley 30 del 28 de diciembre de 1992 (de educación nacional superior) creó unos mecanismos orientados a mejorar la calidad de estas organizaciones, no con la pretensión de establecer una escala o ranking de acuerdo al tiempo en el que les conceden la “acreditación”, ni mucho menos para que esto se convierta en un mecanismo que incremente los costes de matrícula de quienes desean ingresar a hacer una carrera (técnica, tecnológica o universitaria); sin embargo, es una realidad que se utiliza como mecanismo de preventa y para enganchar a los estudiantes incautos que no tienen en consideración los aspectos curriculares que les ofrecen estas IES, que son preponderantes a la hora de enfrentar un proceso de formación de calidad, por ejemplo: la calidad de sus docente y la remuneración que ellos reciben.
En este sentido, hay dos situaciones, los profesores que hacen parte de la planta de personal y pretenden hacer una carrera docente y que cuentan con todas las condiciones prestacionales, y por otra, los profesores catedráticos, quienes cumplen una función transitoria, orientando una o varias cátedras, pero a la hora de contratarlos, no les tienen en cuenta su grado de formación y de acuerdo con el mismo Ministerio de educación, le colocan una hora estándar, en términos salariales, en las cuales se asume toda la parte prestacional, pero también los tiempos de preparación y evaluación (para los pregrados, en postgrados las escalas son diferentes). Estos últimos hacen parte de un porcentaje significativo de los docente que hoy por hoy tienen la gran mayoría de las IES, y que, si bien no son considerados parte de la planta de personal, si son tenidos en cuenta para la acreditación frente al grado de formación y experiencia.
¿Qué pasa con los profesores de planta?
Luego de un proceso riguroso, donde las IES piden experiencia, publicaciones, segundo idioma (Inglés) participación y ejecución en proyectos de investigación, entre muchos otros aspectos, los profesores ingresan en la menor categoría, para iniciar su carrera docente, esperando cumplir con un tiempo que establecen los reglamentos docentes para poderlos clasificar y acceder a mejores ingresos (la clasificación inicia por asistente, luego pasa a junior, asociado y titular y emérito), olvidando toda esa información que le permitió acceder al puesto al que aplicó, esto no está mal, lo que no tiene presentación es que lo presenten con sus títulos superiores (Doctorado, magíster, especialista) ante los órganos que “clasifican” y esto obviamente, les represente puntos en el indicador de calidad, sobre todo porque se niega el esfuerzo, sacrificio e inversión que han hecho los profesionales para poder llegar a una IES y ocupar una vacante, especialmente hago énfasis en los doctores que se han formado en universidades reconocidas y con trayectoria investigativa, enfatizo en este punto, porque también se ha convertido en un negocio, la formación de alto nivel, deteriorando no solo la calidad (modalidades virtuales, semipresenciales etc.) sino afectando los ingresos de quienes, como lo dije inicialmente, han sacrificado sus familias, su tiempo y recursos para acceder a universidades prestigiosas, de alta calidad y reconocimiento, nacionales y extranjeras para que luego sean reemplazados por egresados de programas de dudosa procedencia y que son avalados por el MEN (esto ya se ha discutido en diferentes oportunidades y dado a conocer en los medios de comunicación).
Se entra entonces en el juego de la oferta y la demanda y las IES amparadas en el principio de la autonomía universitaria, pujan para que los mejores se queden en sus organizaciones, pero con salarios de hambre. Hay que hacer claridad que no son todas las IES tienen estas mañas, pues las más reconocidas y de trayectoria tienen claro el principio de estabilidad y remuneración que merecen sus docentes de planta, pero sí una gran mayoría que quieren sacar ventaja de las pujas del mercado. Hago un llamado al Ministerio para que en realidad ponga a funcionar los principios que persigue la Ley 30 y no continúe con el juego político que le han vendido a las IES mediocres, dejándose convencer con infraestructura y otros aspectos que en realidad no son tan relevantes, como el factor humano para efectos de la educación con calidad.
¿Y qué ocurre con los docentes de cátedra?
No todos los profesores que se ubican en esta categoría están ligados de manera formal a alguna IES. En principio, porque esperan la oportunidad de engancharse a partir de las convocatorias, pero también porque se encuentran acumulando experiencia que igual será requerida para poder acceder a un cargo de manera formal. Digo de manera formal, ya que el profesor de cátedra es contratado por un tiempo y labor específica, pero no cuenta con una estabilidad. En parte porque algunos tienen su empleo formal y la cátedra es una opción de poner el conocimiento su experiencia a los que se forman, y porque otros que viven de este ejercicio profesional deben compartir su tiempo entre diversas IES. Esta informalidad los convierte en una especie de desarraigados, ya que su compromiso es mientras dura la cátedra, pero también en una población flotante que no cuenta con los sistemas que los proteja (seguridad social). Ellos son los “informales” de la educación. Así pues, lo que llama la atención es que corresponde a un porcentaje muy alto de quienes ejercen la labor de enseñar en la educación superior (con la pandemia este grupo de población se ha visto afectado en forma mayúscula y no tienen quien hable por ellos, ya que, a diferencia de los docentes de planta, estos no están agremiados).
Otro problema claro en este segmento es que un docente catedrático presta sus servicios a diversas IES, y lo hacen para poder tener unos ingresos que les permitan sobrellevar sus vidas y sostener sus familias (ingresos dignos), no cuentan con seguridad social —como lo mencioné— y les es difícil acceder a vivienda digna, pero en regiones pequeñas que cuentan con pocas IES son profesores de todas estas, y esto obviamente afecta la diversidad y afecta de manera directa la calidad. El MEN no presta atención a este fenómeno y mucho menos Conaces y el CNA. El problema aquí es que corresponde a un porcentaje muy alto de los docentes en el país, reitero. Hay que trabajar la calidad iniciando por la estabilidad y buenos salarios, esto redundará en la calidad de vida de los docentes y se irradiará a la población que está siendo formada.
Para terminar, no puede convertirse en un principio de oportunidad para las IES aprovecharse de las necesidades de sus docentes, para incrementar sus ganancias y desmejorar los procesos formativos, a sabiendas de que recibirán un reconocimiento de alta calidad que no corresponde a la realidad. A diferencia de los países desarrollados, los profesores en Colombia no tienen ni el estatus que han ganado, ni el respeto de la comunidad. Es triste ver la manera como son tratados en un país subdesarrollado y lleno de problemas, que requiere calidad en la educación y mejora en las condiciones de sus profesores catedráticos.