Esta situación del COVID-19, asociada a mi historia de vida, me ha llevado a reflexionar mucho. Jamás he olvidado mis orígenes, pues provengo de una familia campesina, boyacense, humilde y dueña (inicialmente) de nuestra fuerza de trabajo. Hoy por lo menos tenemos vivienda propia y una buena educación.
Y como alguien dijo, uno por ningún motivo debe olvidar sus orígenes, pues es allí donde uno debe volver la mirada y dar la mano; cosa que en medida de mis posibilidades he hecho; como unos profesionales en medicina, con especialización en radiología, lo hicieron con mi madre y conmigo. Aclaro que la ayuda que puedo dar no depende de situaciones caóticas, crisis sociales o lo que venimos padeciendo.
Ahora bien, los medios de comunicación señalan zonas, lugares, fechas, muertos, recuperados y sus edades. De igual forma, quiénes pueden y quiénes no pueden salir de sus lugares de confinamiento.
Esta pandemia, sin importar sus orígenes, bien naturales o artificiales, saca a flote nuestras debilidades y vulnerabilidades como seres humanos y seres económicos (empleado, desempleado, comerciante, industrial, etc.) y sociales (estatus social, roles, ideologías, cultura, reacción frente a las interacciones sociales). Nuestro cuerpo es un espacio o escenario de vulnerabilidad para el conocimiento, la salud, las ideologías, la dominación (en otras palabras, existencia) y la convivencia social (dinámica psicosocial).
Frente a lo anterior no se puede olvidar o dejar de lado el contexto donde se desarrolla ese ser humano. Este espacio actúa como un catalizador que retarda o acelera procesos. Es allí donde el pensamiento ético, político, y ontológico debe actuar de manera correlativa (armónico). El aporte que debe dar es del saber, la experiencia y la inteligencia social. Es en estos espacios donde debemos concentrar todas las fuerzas de la comunidad, sin importar género, religión, etnia, color, cultura, etc. para reducir los índices de vulnerabilidad.
El pensamiento arriba expuesto se ha materializado, históricamente, como monarquía (autocrática), aristocracia, democracia (y sus diferentes regímenes), o en sus formas degradantes, tiranía, oligarquía, oclocracia (Bobbio Norberto).
En este orden de ideas, surge la pregunta, que ya varias personas han pronunciado, ¿quiénes son los que mueren? Es aquí donde el “texto”, el ser humano y sus capacidades, y el “contexto”, tipo de gobierno, estructuran la verdadera existencia del hombre que debe vivir para morir, sin penas, feliz y no vivir muriendo, siendo infeliz. ¿Qué significa esto?
Pues simplemente, que debemos dejar de lado al sistema de gobierno que responde o se organiza, bajo una ideología que responde a unas ideas, y representaciones sociales, reflejo de una clase social y su sistema económico y no a un conglomerado humano (comunidad). Es decir, a unos intereses particulares y no a unos colectivos. Pero tampoco nos debemos enfocar únicamente a los colectivos.
El nuevo pensamiento o gobernanza debe ser la fusión entre el capitalismo y el socialismo, y para ello la salud y la educación (obligatoria) debe ser gratis para todos; las organizaciones o entes encargadas del transporte (aéreo, terrestre, marítimo), electricidad, agua, gas, medios de comunicación (servicios públicos), deben dar acceso a los ciudadanos para la compra de acciones; es decir, serían o seríamos los dueños, propietarios de estos medios de producción.
Lo anterior significa, desde otra perspectiva, que deberíamos ser o fusionarnos como un sistema neurosocial, donde exista una verdadera relación entre los entes estatales y no estatales, que luchan mancomunadamente por la satisfacción de las necesidades sociales. Debe ser una relación homeostática.
Con el fenómeno que estamos viviendo se registra en los diarios, aspectos como, que los que bajo esta pandemia salen a laborar, son los trabajadores, directamente responsables del producto o los servicios (atención de clientes) y otros encargados del direccionamiento de las organizaciones, administradores.
La Organización Internacional del Trabajo estableció una clasificación internacional uniforme de ocupaciones (CIUO), dentro de la cual entre otras están: agricultores, ensambladores, pintores operadores, obreros, marineros, inspectores, supervisores, constructores, carpinteros, mecánicos, electricistas, zapateros, sastres, grabadores, procesadores, etc. Entre ellos están los que mueren o pierden sus pequeños negocios.
En síntesis, la muerte no es democrática y tampoco es una decisión celestial. Los que tienen la información, a primera mano, los que viajan en su carro particular, los que se quedan en sus casas (amplias, con todos los servicios, unifamiliares), ubicadas en la ciudad, con mejor estrato y no densamente pobladas o en sus lugares de recreación o descanso; la probabilidad de que mueran es nula, muy baja o baja; y si adquieren el virus, no le dura más de un día, porque tienen buenas autodefensas, no bajan la guardia y la accesibilidad a la salud es pronta y muy eficaz.
Otra visión y soporte de lo dicho, lo podemos encontrar en la publicación que elaboró el señor Byung Chul Han titulada: “El virus es un espejo, muestra en qué sociedad vivimos” (Diario El Tiempo 17 de mayo de 2020).
Como dice Emmanuel Jean-Michel Frédéric Macron, la responsabilidad del Estado de garantizar los derechos de sus ciudadanos no puede dejarse al arbitrio de las leyes del mercado. Respecto a lo anterior el gasto de gobierno y su modelo económico, debe estar dirigido a que estos impuestos sean más eficientes, evitando su detrimento, haciendo uso indebido o deterioro de los bienes o recursos públicos, a través de los mecanismos como la corrupción, mala gestión fiscal, maléfica contratación, estafa, cohecho, asociaciones clandestinas con los lavadores de dinero, etc.
Lo que se debe hacer para que los recursos estatales sean más eficientes, se logre una educación, salud, gratuitas y un medio de transporte barato es:
- Votación o sufragio obligatorio, haría más caro la compra de votos.
- Eliminar la corrupción, el nepotismo, la administración desleal, la falsa meritocracia, entre otras acciones. Significa una justicia eficiente.
- Reducir el número de personas que conforman el senado y la cámara de representantes, sus escoltas, vehículos, primas, tiquetes, teléfonos, etc.
- Establecer como requisitos para ser parte de la rama legislativa, que el ciudadano sea mayor de 50 años, nacionalidad colombiana (de nacimiento), profesional universitario, pensionado. Por el hecho de ser pensionado, no recibiría un sueldo sino una bonificación.
- Las fuerzas militares (Ejército, Fuerza Aérea y Armada Nacional), se debe fusionar solamente como Ejército Nacional y dentro de esta institución existir dos especialidades Aérea y Marítima. Ello conlleva a reducir el pie de fuerza de los mandos superiores (Burocracia), retirando o suprimiendo un gran número de oficiales (generales), permitiendo ampliar el pie de fuerza, en la base, generando más trabajo, empleo y no un servicio militar obligatorio.
En la Semana del día 14 de mayo de 2020, el congresista Jorge Enrique Robledo Castillo expresa ante las decisiones del señor presidente, frente al brote epidémico llamado COVID-19: “Los mayores no somos muebles viejos, ni unos inútiles”, “Es una medida discriminatoria porque dice que las personas mayores de 70 se tienen que confinar. También decir: los abuelitos, es una forma peyorativa y discriminatoria”.
Esto me da entender, entonces, que todos, o por lo menos la mayoría de las personas de la tercera edad, tienen o tenemos, unos cerebros vacíos, sin conocimientos, sin experiencia, sin recursos para afrontar las realidades y con unos estados físicos sin fuerza, velocidad, resistencia, flexibilidad o coordinación.
Todo estas características psicológicas, sociales y físicas las personas de la tercera edad (o persona mayor, clasificación del ciclo de vida señalada por intervalos de edad) la tenemos, pero no con la misma intensidad y frecuencia, que tiene la juventud. Ejemplo claro, de la señora que cumplió 80 años en el 2014, que baila salsa acrobática, el anciano de 91 años que rompió un récord de levantamiento de pesas en la Asociación Mundial de Levantadores de Pesas. Recomiendo ver los cinco ancianos más increíbles del mundo.
Ahora bien, se puede ser de la tercera edad, pero esa no es una condición “sine qua non”, para ser “abuelito”. Finalizando para matar a una persona, no se hace necesario quitarle la vida, con el hecho de aislarla o ignorarla es más que suficiente.
Las personas de la tercera edad, en Esparta, con edades de 60 años, eran miembros del senado; en Atenas formaban parte de órganos consultivos; en Roma, se confiaba en los hombres mayores, para la dirección de los destinos políticos y en la Biblia, libro de números (Núm. 11: 16 y 17), crearon el consejo de ancianos, como iniciativa divina.
Hoy día con ellos, se le debe brindar más educación (gratuita), maestrías, doctorados, ser parte de instituciones de investigación, ofrecer trabajo por horas, armar equipo en los jardines infantiles o formar parte de la administración social, comunitaria y lo dicho más arriba.
Para finalizar, el contexto social, que unifica escenarios como el personal, académico, político, cultural, familiar, laboral, no es otra cosa que el paraíso terrenal; no tenemos que morir para llegar a este espacio.
Nosotros somos los propios constructores de este (prospectiva). Por ello nuestra dinámica social debe estar enfocada a la empatía y la compasión; es decir, conocer los sentimientos, emociones y la inclinación a hacer el bien tanto personal, como con el otro.
Nosotros no tenemos empatía ni compasión, y si existe; solamente se materializa en pequeños grupos. Cuando se hace pública, es simplemente una forma de manipular a la opinión pública, expresando una falsa moral (estrategia política de la generosidad).
Los orígenes del sufrimiento se encuentran en espacios que no permiten la satisfacción alimentaria, educativa, habitacional, laboral, sanitaria; como las relaciones exitosas, expresadas en la comunicación, amor, éxito, convivencia, familia, género, etcétera; vulnerabilidades que la COVID-19 sacó a la luz pública.
Frente a nosotros los ciudadanos, la cultura (expresiones sociales), que el sistema político ha reforzado, es el conocido popularmente como “la ley del más vivo”, evidencias; cámaras escondidas para el control del tránsito y de color negro (claridad nula y acromático), se hace uso de todo el conocimiento de la percepción humana. Estas cámaras se colocan en espacios donde el campo visual perimétrico, teniendo una visión central, no funciona y más aún cuando va a cierta velocidad. Es decir, no se detecta o percibe este sistema, llamado “Cámara Salvavidas”.
En los espacios públicos del transporte existen letreros, símbolos y espacios de color amarillo, que piden se atiendan y cumplan, pero eso es falso, es decir consciente o inconscientemente se enseña, no haga caso, las reglas sociales no tienen sentido, ¡sea anómico!. Adicionemos a lo anterior la anulación de las alarmas, que se activan automáticamente, cuando hay sobrepeso, en estos medios de transporte, y el no atender el letrero de la cantidad de personas sentadas y de a pie.
Ahora bien, surge la desesperanza aprendida, donde las quejas, reclamos, denuncias, salen más económicas no hacerlas, que cumplir con el derecho a la justicia y la igualdad. ¿Por qué? No dan respuesta a las peticiones o se demoran en la atención, tiempo valioso, pues se ha pedido permiso en el trabajo, la escucha al público no es la más adecuada y humana y los espacios para la atención no generan confianza, es posible la revictimización. En otras palabras, existen organizaciones disfuncionales.
Sumado a lo anterior el servicio es más oportuno y eficaz, dependiendo el estatus social de la persona. De allí surgen los dichos populares como: “Es mejor ser rico que pobre”, atribuida a Pambelé y la de “La justicia es para los de ruana” (J Asensi Sabater), es decir que se aplica con todo el rigor o se les niega las pretensiones, a los pobres; al igual que la educación, salud, alimentación, protección (seguridad) y servicios públicos (por lo menos el mínimo vital), no visto desde lo cualitativo, sino cuantitativo como lo contempla la sentencia T-581A/11 (25/0/2011).
En conclusión, sale más barato el soborno, las recomendaciones de familiares con predominio político, el tráfico de influencias, el padrinazgo, el nepotismo, la adjudicación ilegal de contratos, el conocimiento de la vida secreta de quien o quienes seleccionan personal u otorgan ascensos, el uso ilegítimo de información privilegiada, la malversación, la prevaricación, la impunidad, lavado de dinero y las “recomendaciones” (falsa meritocracia), entre otras más.