No ha habido ni hay mayor poder en el mundo que el miedo. Desde siempre fue la principal estrategia de los imperios autocráticos y dictatoriales.
Por siglos fue la táctica de la inquisición para convertir al cristianismo a los europeos y amerindios supuestamente paganos. Y por años ha sido la maniobra orientadora de las religiones fundamentalistas para garantizar la sumisión a un dios y a sus iglesias.
De hecho, más recientemente, de la mano de las religiones, se ha convertido en el más popular artificio de nuestra cuestionada clase política para captar dinero, adeptos y votantes.
No se puede olvidar que el miedo fue la sucia artimaña utilizada por los líderes de la mezquindad para lograr el voto por el no en el pasado plebiscito por la paz de Colombia, donde a todas luces se promulgó:
- Miedo a la guerrilla, aunque en el fondo son iguales a los paramilitares
- Miedo al comunismo y socialismo, aunque todos deseamos vivir en equidad.
- Miedo a convertirnos en otra Venezuela, aunque es imposible pues allí no tienen "cachacos".
- Miedo a la corrupción, aunque siempre elegimos a los mismos corruptos.
- Miedo a perderlo todo, aunque de nada somos dueños y todo sea prestado.
- Miedo a la inseguridad, aunque insensibles a la injusticia social.
- Miedo a la pobreza, aunque con ella se nos garantice el cielo.
- Miedo al fracaso, aunque casi siempre precede al triunfo.
- Miedo al dolor, aunque insensibles al dolor ajeno.
- Miedo a la enfermedad, aunque morimos mas de envidia que de cáncer.
- Miedo a la soledad, aunque preferimos estar solos que mal acompañados.
- Miedo a equivocarse, aunque vivamos en un continuo ensayo y error.
- Miedo a los desastres naturales, aunque siempre son desastres políticos.
- Miedo a la vejez, aunque día a día vivamos envejeciendo.
- Miedo a la muerte, aunque nacemos y vivimos para morir.
- Miedo a Dios, aunque Dios es solo amor.