«Un minuto antes de morir, escuché la voz de mi novia, que con voz de perra me decía: “Si te mueres, se lo doy al policía”». Este es el cántico militar con el que motivan la primera marcha del día de los integrantes del Batallón Ayacucho, en Manizales. Estas rimas, cargadas de letras que aluden a la degradación y violencias en contra de la mujer; cantos entonados por una de las instituciones que entregan la vida por la tranquilidad del país y sus ciudadanos. Esta práctica nos lleva a reflexionar sobre sucesos como el ocurrido con la menor indígena de 13 años que fue violada vilmente en junio por siete soldados en Risaralda. Los generales de la Republica salieron a descargar todo lo negativo en las tropas y se excusaron en mencionar que fueron jóvenes que no supieron actuar correctamente; que el vacío en las buenas conductas y la moral venía desde casa, no desde la institución. Superiores jerárquicos que incitan a la violencia, obviando y pasando por alto nefastos momentos que se viven en los batallones, lugares en los que se debería fomentar no solo el amor por la patria y las instituciones del Estado, sino también el respeto por la vida y la ciudadanía.
Noviembre es conocido mundialmente como un mes activo para recordar la lucha de las mujeres por recuperar nuestra dignidad, acortar brechas de género y trabajar por un mundo más equitativo; pero, encontramos que persisten las prácticas de violencia contra la mujer. Las instituciones del Estado parecen ir en contravía de las luchas feministas; siguen muriendo mujeres por el hecho de considerarlas el sexo débil, mujeres transgénero, como Juliana Giraldo, pierden la vida por la intolerancia de soldados que en algún momento pudieron entonar los versos antes mencionados.
Sí, no son todos, muchos integrantes del ejercito entregan todo, hasta la vida, con la fiel convicción de que merecemos un territorio seguro y en paz. No todos los miembros de estas instituciones son violadores de derechos, no todos maltratan a las mujeres, no todos son violentos, pero sí hay una facción de ellos que deja muy mal parado a tan importante cuerpo del Estado, compuesto en su mayoría por hombres.
Hoy nos preguntamos, si inician el día con la invitación a la violencia en sus lugares de trabajo, ¿cómo llegarán luego de una jornada agotadora a sus hogares donde los esperan madres, esposas e hijas? ¿Este régimen de continua violencia se vivirá, al igual que en filas, en la casa?
Señores militares, no sean inferiores a sus retos, ya bastante trabajo tiene el Estado con tratar de recuperar la confianza en la institucionalidad como para que ustedes, los que ocupan ciertos rangos de poder dentro del ejército, sigan enlodando el trabajo y el sacrificio de la institución con prácticas de adoctrinamiento que incitan a la violencia y reafirman conductas machistas. Es hora de que asuman posiciones y medidas correctas. Si deben apartar de cargos a militares que no cumplen con el cumplimiento de los deberes y el respeto a los derechos, pues apártenlos; den ejemplo y hagan lo correcto en un país en el que, al parecer, hacer lo incorrecto está de moda hasta en la institucionalidad.
