Observar una situación histórica, como es una elección presidencial americana, con todos los matices actuales y desde un palco preferencial tiene sus ventajas, y es un poco lo que nos pasa a los que vivimos al otro lado de la frontera norte de Estados Unidos
En los pasados 4 años más de medio millón de estadounidenses han cruzado la frontera para hacer de Canadá su hogar, y muchos de ellos incluso —y lastimosamente— renunciando a su nacionalidad. Personalidades de la talla de Susan Rice, asesora de seguridad nacional de Estados Unidos con Barack Obama, y exembajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, son ahora residentes permanentes en Canadá; y no son solamente demócratas los que lo han hecho, hay también muchos republicanos descontentos con la gestión de Trump en este “paquete americano” viviendo en Canadá. Y este toque de vecindad diversa también nos permite palpar de primera mano su sentir político en el exilio, lo cual no es ajeno a la identidad canadiense desde hace muchas décadas.
Personalmente, y así lo he manifestado en los últimos días, Estados Unidos ha estado incubando un caldo de cultivo en una caja de Petri que tiene todos los ingredientes para generar una tormenta perfecta (the perfect storm). Un país dividido en odios ancestrales recalentados por la actual administración, un partido demócrata demasiado débil, too polite, y tibio que está contra las cuerdas de un tontarrón grande y acosador sin chistar mayor cosa, un capitalismo en decadencia vertiginosa y una situación de salud publica salida de madre, en donde 70, o quizás 100 millones, de fervientes seguidores del culto Trump no creen en la ciencia, culpan a China y atacan a quienes quieren protegerse del virus, mientras comulgan y fornican bajo las tiendas cristianas de campaña.
El escenario más preocupante —y más probable— se relaciona con Trump. La tabulación electoral en el país nos muestra (hasta el momento, y de manera consistente durante toda la noche pasada) a un Biden que podría ser el probable ganador. Pero es posible que aun hoy no se conozca el resultado final y quizás pasaran días sin que esto sea así, como ya lo estamos viendo, y esto es problemático.
A pesar de que Trump dijo que no declararía una victoria prematura, ya, desde muy temprano ha sembrado su manto de dudas, que no es más que un refuerzo a lo que ha venido haciendo durante toda su campaña, y que cala muy bien en toda esa horda de rednecks enardecidos y que en su piel han tatuado el lema de “I don’t know, I don’t care”, blancos supremacistas, armados como para una tercera guerra mundial y sin ningún escrúpulo para, incluso intentar secuestrar a Gretchen Esther Whitmer, la gobernadora de Michigan, la semana pasada, y todo esto con el beneplácito de Trump, quien se refiere a ellos como very fine people. Trump, al declarar su victoria prematuramente, ha hecho que ya muchos republicanos respalden tales afirmaciones. Pero incluso él ha ido más allá, ha amenazado también, como lo predije ayer en uno de mis escritos, con desafiar el proceso electoral llevándolo a la Corte Suprema de Justicia (su corte), ahora si supongo que entienden el porqué de su afán por elegir rápidamente a su nominada Amy Coney Barrett, para acabar de tomarse la Corte Suprema de Justicia. Lo peor de todo esto es que muchos estadounidenses parecen dispuestos a aceptar este mensaje.
Estados Unidos se encuentra en una situación precaria en este momento. La combinación de reclamos sin respaldo de fraude electoral y casi la mitad de los republicanos que confían más en el presidente para declarar al ganador significa que incluso si pierde las elecciones, Trump podría crear confusión e inestabilidad política. Esa es una cantidad de poder aterradora para cualquier candidato perdedor.
¡Los medios de comunicación acaban de informar que Biden aventaja a Trump con un conteo de 248 votos electorales contra 214 de Trump, y 70,419,813 votos (50.2%) contados, contra 67,577,242 (48.2%), de Trump, y todavía faltan por contar 22 millones de votos en todos los Estados Unidos! Biden, además, está ahora por delante en Wisconsin y Michigan. Si eso se mantiene, junto con Arizona y Maine, donde Biden también lidera, tendrá los 270 electores necesarios para la victoria. Pero, antes que nada, todos los votos deben ser contabilizados, a pesar de lo que diga el criminal en jefe.
Y finalmente esto: ¿por cuál razón casi 70 millones de estadounidenses todavía abrazan a un intolerante y un psicópata? Pienso que es una discusión que se debe dar mas pronto que tarde. Es una vergüenza hacia los afroamericanos y otras minorías raciales americanas y del resto del mundo en pleno siglo XXI.