Una vez Estanislao Zuleta le dio un taller sobre el Quijote a profesores de español de los colegios más importantes de Bogotá . Eran cincuenta, ninguno lo había leído. ¿Cómo diablos van a hablar de él si nunca lo han abierto? Que los niños no puedan disfrutar del Quijote es uno de los grandes fracasos que ha cometido la educación colombiana. En cambio imponen obras completamente rebatidas, anacrónicas, muertas como Platero y yo o La celestina. El pensmun no cambia desde hace cuarenta años. Esa imposibilidad de rebelarse ante el programa, de dejar de mostrar la lectura como algo sagrado, inteligente, aburrido, es lo que ha producido un pueblo perverso, sanguinario, uribista, imbécil. “Todo lo que vuelven tarea lo prohíben” decía en sus clases Estanislao, mientras el vodka le avivaba aún más el fuego de su inteligencia.
Acabo de releer Sobre la lectura y quisiera dejar de escribir para volverme un poco hipocondriaco con La montaña mágica o fracasar de nuevo con Así hablaba Zaratustra. La importancia de Zuleta es esa, recordarnos que la principal función que debe cumplir un profesor de Español -esa maldita palabra- es motivar al alumno a disfrutar de la lectura. Zuleta era un lector que compartía su pasión con salones abarrotados de pelados que querían sumergirse en la miseria de Dostoyevsky o entender mejor el Capital a partir de La comedia humana de Balzac. Un libro siempre es una puerta
Cuando yo estaba en la universidad, por allá en el 2000, Zuleta era una figura capital, una especie de rock star. De vez en cuando conocíamos a alguno de sus alumnos, nos contaban que nunca escribió una frase, que lo que queda son los apuntes de los que iban a sus clases, como Sócrates o Foucault, su obra pervive es por la pasión que desató en sus discípulos. Se hablaba de su gusto por el vodka, de su muerte en un apartamento de interés social en Cali. 55 años. Una pérdida irreparable. Otra de nuestras desgracias. En un país donde no se lee perder al único profesor que fomentaba la lectura a edad tan temprana era una de nuestras grandes tragedias. Y, con los ocho años de Uribe, su figura se fue destiñendo y las pantallas acabaron con cualquier estímulo a la imaginación, eso que era tan importante para él. Y ya sólo los viejos nos acordamos de Estanislao. Uno de los diabólicos legados de la Seguridad Democrática es la Universidad como fábrica de hacer jamones tecnócratas como Duque. La ausencia de imaginación es lo que propicia el triunfo de políticas de la violencia y la venganza como vivimos con Uribe II, Trump o Bolsonaro. La imaginación es lo que nos hace humanos, sin ella no puede haber humanismo.
Hernán Suárez, uno de sus más queridos discípulos, quien fue el hombre que le hizo la más brillante de sus entrevistas, Educación y democracia, tuvo la valentía de intentar resucitar al maestro. Su compilación de textos Estanislao Zuleta y la educación, la vigencia de su pensamiento, reúne ensayos de Alberto Martínez Boom, Jhon Henry Orozco Tabares, Humberto Quiceno Castrillón, Guillermo Bustamente, Fabio Jurado, Fabio Giraldo y Alejandro Gaviria. Un libro necesario ahora que la pandemia ha terminado de congelar nuestras emociones, un instrumento para despegarnos un momento de las malditas pantallas que no nos dejan ni dormir y regresar a la fogosa tranquilidad de los libros.