En las entrañas de la Serranía de San Lucas, una formación montañosa ubicada al borde del curso medio del rio Magdalena en el sur del departamento de Bolívar, reposan algunos de las más grandes reservas de oro en toda Colombia que se pelean los grupos ilegales. Un grupo conocido como Los ratones, está detrás de muchos de los asesinatos que no han cesado durante la pandemia. Autoridades han considerado a Los Ratones como un brazo armado aliado del ELN en dicha región.
Se han visto cuadrillas de hombres armados forzando a la gente a mantenerse en cuarentena para avanzar en sus economías ilegales, principalmente enfocadas en la extracción del oro. Los pobladores han salido a protestar como ocurrió en la última caravana el pasado 21 de julio en la que denunciaron al menos 28 hechos violentos que han sucedido en lo que va del 2020. La banda Los Ratones, parecería estar detrás de buena parte de éstos.
Aparecieron comenzando el año 2020, en la primera semana de enero, en el municipio de San Martin de Loba sur de Bolívar, en zona del corregimiento Puerto Sabanas. Un grupo de armados se presentó en el pueblo y reunió a las comunidades para presentar a uno de sus comandantes, alias Ratón o Ratoncito. “Llegamos para quedarnos, tomamos el control, brindaremos seguridad a cambio de las contribuciones obligatorias de cada comunidad” son las palabras se recuerdan de aquel día.
Menos de un mes después, el 11 de febrero, llegaron 60 hombres al corregimiento de Mina Seca, municipio de Tiquisio, territorio conocido por su potencial aurífero, para tomar control del territorio.
Luego llegó la pandemia, consigo la cuarentena y empezó una pesadilla que parece no acabar en esta región. El 18 de marzo fue asesinado Luis Ángel Simanca Ramírez en Tiquisio. Nueve días después, reaparecieron “Los Ratones” en la vereda El Tigre y asesinaron a John Elver Montes Basto de 26 años enfrente de la comunidad.
El 11 de abril en el corregimiento La Pacha, jurisdicción del municipio Altos del Rosario, fue asesinado delante de su familiael joven de 22 años John Jaider Mejía Hernández. El 5 de mayo en el corregimiento Mina Estrella, jurisdicción del municipio Norosí fue asesinado el comerciante José Ernesto Vargas Rivera. Ese mismo día la alcaldesa de Tiquisio, Karen Melisa Contreras Acuña, era notificada de ser objetivo militar por las Autodefensas Gaitanistas de Colombia “AGC”.
El 26 de mayo de 2020, de nuevo en el corregimiento Mina Seca en el municipio Tiquisio, asesinaron al líder social y minero Edwin Acosta Ochoa. Al siguiente día, en el mismo sector, encontraron muertos a dos personas que vivían de la minería. El 8 de junio, en el área de Mina Capeche, del mismo municipio, fue asesinado el joven minero Alberto Cervantes Guerrero. Unas semanas después, el minero Richard Navarro Rocha de 32 años también fue asesinado tras recibir 12 impactos de bala.
Hoy se vive en zozobra en esta región de Colombia. La minería, una actividad económica natural de las comunidades que por siglos han habitado estos territorios, se ha convertido en una práctica de alto riesgo por el afán de los grupos armados por apropiarse de las minas.
La banda Los Ratones ha avanzado y pelea el control territorial con las Autodefensas Gaitanistas de Colombia que el año pasado presionaron con fuerza la zona. Las modalidades de actuación son distintas y existe rivalidad entre estos: mientras Los Ratones reparten listas de objetivos militares con nombres de personas acusados de ser colaboradores de los Autodefensas Gaitanistas, éstas trabajan en alianza con explotadores ilegales de oro y se encargan de despejarles el territorio, como ocurrió con la entrada hace poco de treinta retroexcavadoras provenientes del Urabá Antioqueño.
Las maquinarias estarían en zona minera del corregimiento Buena Seña, municipio Norosí, y las otras en las veredas Barrera y Beltrán, lo cual ha traído graves afectaciones de contaminación y secamiento de las quebradas Norosí y San Pedro, que son los afluentes para el abastecimiento de agua del municipio Norosí, que de por si sufre la problemática de escases de agua aptas para el consumo de las comunidades que de estas dependen.
Los pobladores del Sur de Bolívar que han vivido de lavar el oro en los ríos están acorralados, forzados a trabajar con los Gaitanistas o con los Ratones, dejándole cada vez menos espacio a su trabajo artesanal con el que se han ganado la vida durante generaciones.