Colombia, según su carta magna, es un país laico. Que lo sea realmente, lo dudo. En un verdadero país laico, por ejemplo, no se haría un juramento a la bandera donde se menciona a Dios.
Más del 90% de la población colombiana, tomando diversas encuestas, pertenece a algún culto de origen cristiano. Claramente encabeza el ranking de fieles la Iglesia Católica, aunque en los últimos años los movimientos evangélicos y pentecostés se han esparcido por la geografía nacional como el arequipe en una oblea. Llegan a cualquier lugar, por más recóndito que sea. En otras palabras, más de 45 millones de personas en nuestro país creen en Jesucristo.
Debe ser insoportable, para cualquier persona, tener a tal cantidad de seguidores y más si tenemos en cuenta que son colombianos. No es porque el colombiano sea malo o bueno, simplemente es por algunas formas que tenemos. Hablar del conformismo, la mediocridad, el pesimismo, la intolerancia, la irresponsabilidad y muchos otros cánceres del colombiano, ya es un cuento viejo. Todos acá sabemos a qué hago referencia.
Algunos pueden decir que no. Pero si no es conformista un país que produce petróleo y tiene una de las gasolinas más caras del mundo, no sé cual lo sea. Si no es mediocre un país en el que los niños no piensan en ser los mejores de su clase sino en "pasar" las asignaturas, no sé cual lo sea. Si no es pesimista un país que dice "esto ya no cambia", no sé cual lo sea. Si no es intolerante un país donde se asesina, incluso, celebrando un triunfo de la Selección Colombia, no sé cual lo sea. Si no es irresponsable un país que eligió dos veces a Uribe como presidente y ahora lo llevó al congreso (sin importar sus casi 300 investigaciones judiciales), no sé cual lo sea.
El trabajo, entonces, del ser superior de los cristianos debe ser incesante. "Déjelo en manos de Dios", "Dios sabe cómo hace sus cosas", y muchas otras frases, usadas a diario en Colombia, deben ser un peso significativo para el ser extraterrenal. Si algo sale bien es gracias a él. Si algo sale mal, también. Él es el centro de todo. El centro en términos reales, no el centro mentiroso de Uribe.
Es común ver cómo muchos le otorgan responsabilidades que él, sinceramente, no puede (no debe) asumir. A un señor que de los 5 días de actividad laboral llega tarde cuatro de ellos, lo despiden. Era obvio que lo iban a hacer. Después el personaje que no quería levantarse media hora antes, lanza la siguiente frase: así lo quiso Dios. No, no, no. "Así lo quiso usted, señor", le diría yo si lo tuviese cerca. Dios no puede acostarlo más temprano, Dios no puede obligarlo a no ser un vago, Dios no puede hacer que usted valore sus cosas. Esto es sólo un pequeño ejemplo, hay miles de esos que probablemente ustedes conocen mejor.
Hay otros que, por supuesto, son peores. Desde el sicario de comuna que bendice sus balas, hasta el pastor evangélico que roba a sus fieles y pasando por el sacerdote que viola niños, no se salvan muchos de esos cristianos. Me imagino a Dios en túnica blanca llorando sin consuelo tras ver el accionar de esas personas. Tal vez también esté ahora llorando por ver cómo escribo estás "blasfemias". No sabemos, en suma, mucho sobre sus opiniones.
Él, a través de sus escrituras, nos dejó claro un mensaje de amor y unión. Dudo mucho que él no pueda estar molesto con un país donde sé queman indigentes vivos, donde se lanza ácido en el rostro de sus mujeres, donde unos pocos roban dinero que debería ir dirigido a la construcción de un hospital, etc.
Debe odiar a Colombia ese Dios. Debe odiar a los mercaderes de la fe. Debe odiar a quienes no actúan y, paradójicamente, llevan años excusando sus acciones en él. Debe detestar a los que usan su imagen para hacer más pobres a los pobres. No me quiero imaginar a ese mismo Dios bajando la mirada un domingo para ver a Bogotá y su "turismo religioso" del 20 de julio. Debe odiar ver la indiferencia de un país donde mueren de hambre niños en La Guajira. Debe sentir asco de la mente enferma de los que ponían bombas y luego le rezaban un Padre Nuestro. Debe no querer venir nunca a un país donde Garavito violó y asesinó casi a 200 niños y ahora, con su imagen, busca una redención total. Seguramente también debe odiar al país por tener personas como yo. Personas que estamos soñando con un país mejor, pero que no podemos hacer más que tratar de tocar la conciencia de un pueblo indiferente.
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