La ciudad pris pris
Opinión

La ciudad pris pris

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diciembre 31, 2014
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Lo único que encontré sobre el significado de la palabra pris estaba en francés. Se trata de un verbo que significa tomar. No en el sentido de beber, sino de agarrar, coger, adueñar, ocupar, quitar o arrebatar.

Es como un to take (tomar) en inglés, me explica la profesora Everlides Steward que maneja a la perfección varios idiomas.

Los ejemplos del buen uso del verbo pris (priz) son generosos en portales y libros de gramática francesa, pero no hallé, ni siquiera en el diccionario de Corrección y régimen ni en el de María Moliner, una sola referencia a la expresión “pris (+) pris”, es decir pris pris muy difundida por estos días en los círculos comerciales de la ciudad Heroica.

Cuando la expresión es usada, se debe levantar la mano a una altura que debe encajar entre la tetilla derecha, sin pasarse jamás de la altura del  hombro. Al levantar la mano, se debe ir haciendo un giro que deja a los dedos meñique, corazón y anular por encima de los ojos. Índice y pulgar permanecen juntos en posición horizontal a unos centímetros por debajo del mentón. La mano debe quedar en esa posición y moverse como una pequeña mariposa al tiempo que se repite pris pris. Hasta lograr un efecto comunicativo recio y elegante (se recomienda bajar la mano al instante).

Los cambios en la ciudad amurallada se están dando: en donde se ofrecían mogollitas, tres en quinientos se ofrecen horneados de harina de trigo con cubierta azucarada. La atención es más distante y el precio triplicado.

Donde antes se ofrecía cerveza fría, ahora se venden bebidas etílicas con fermentos de cebada de distintas denominaciones. Con el precio de una, puede usted adquirir cinco en la tienda de un barrio.

Proliferan los sitios donde se venden “congelados de extractos de frutas tropicales”, bolis o  helados de antes. Se hace fila para comprar, se paga por adicionar diversas cubiertas, o toppins (se pronuncia con el mismo gesto de pris pris) y la gente parece no darse cuenta que la engañan).

Se han abierto locales de jamones curados (vaya) que expenden tocino de baja, media y alta adiposidad, un pedestal, una finura en el que han puesto al llamado “gordito pringa pecho”, que provee de proteína animal a un vasto sector de la ciudad.

El hecho que algunos locales de la ciudad que antes vendían todas esos productos se ofrezcan hoy de  manera diferente, obedece a que la ciudad se ha vuelto pris pris. En un francés poco ortodoxo es una ciudad que ha sido tomada por la vanidad, la mercancía sin freno y un afán de sofisticación que no se compagina con la mayoría de gente que habita la ciudad.

Que los sitios se vuelvan pris pris no es el problema, el problema está en que la gente se piense pris pris, y se pierdan esas esencias populares que generan confianzas mutuas. Ante una mesa de frito uno es un ser revestido de honestidad. Come y toma lo que le provoca, y luego se le pregunta qué ha comido, y uno vocifera cada frito sin reparos ni mezquindades. Eso ya no es posible en esos sitios que se han vuelto pris pris. La ciudad pris pris combate “el agáchate”, el tinto a 500, el agua de coco, la sopa con arroz blanco, el vaso de peto, el repechaje en el jugo, el chuzo de carne, el chorizo con bollo, las picadas con gordito pringa pecho y hasta los chistes del uso Carruso, con la idea excluyente que afean la ciudad turística.

Detrás de ese combate está una ciudad con vocación de cangrejo, que cuando uno cree que va, en realidad viene, y cuando viene, en realidad va para atrás. Uno quisiera que se volviera pris pris el transporte (Ay, Transcaribe), la segregación (Niñas presentadas en sociedad, anuncia la prensa) las alcantarillas (y su brisita amierdada), pero nada. Ese pris pris que se repite como se tratara de una finura urbana, en realidad es una fuerza descontrolada que desprecia, y un llamado constante hacia la exclusión.

Fecha de publicación original: 30 julio de 2014

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