Cartagena de Indias es referente indiscutible de belleza e historia en el ámbito internacional. Detrás están los esfuerzos de varias generaciones de hombres y mujeres que han trabajado para mantener con vida el “corralito de piedra” desde los años 1600 hasta nuestros días. Ingenieros, historiadores, arquitectos y restauradores han velado con esmero por la integridad de los baluartes y las casas coloniales desde la fundación de la ciudad por Don Pedro de Heredia en 1.533.
En este empeño, Cartagena ha tenido logros tangibles como la inclusión de su conjunto monumental en la exclusiva lista de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (1984). Desde entonces, el trabajo para impulsar el turismo a esta ciudad llena de magia no ha parado. En contraste, los negros y raizales descendientes de quienes construyeron las fortificaciones han tenido un tratamiento desigual, que hace sombra a las luces que pretenden poner a brillar la ciudad fortificada.
Dicho esto, llama la atención la andanada institucional contra el proyecto habitacional Aquarela, que este 24 de octubre completa 3 años de parálisis. El Ministerio de Cultura, al no cumplir oportunamente con los planes de protección solicitados por la Unesco, ha buscado apoyo en la Procuraduría, la Fiscalía y ahora la Oficina de Defensa Jurídica del Estado, para aumentar la presión sobre el distrito, a quien solicitan la demolición de la torre uno del proyecto, pasando por encima de las decisiones de los jueces.
Como producto de la campaña de desprestigio, hay quienes afirman de manera infundada que, de no demolerse el Edificio Aquarela, la Unesco procederá con toda seguridad a retirarle a Cartagena el título de Patrimonio de la Humanidad, llevando a la desaparición de los turistas y a la muerte definitiva de la ciudad. Una afirmación sin fundamento de principio a fin. Es miope afirmar que el proyecto habitacional situado en el Barrio Torices va a originar una desbandada de turistas de la ciudad. ¡No, no es el edificio! Es la falta de seguridad derivada de la pobreza y la inequidad.
La desconexión de las autoridades con las necesidades de la ciudadanía es total. Da pena y dolor ver que, en medio de la crítica situación económica y social que vive Cartagena y, por ende, los cartageneros, lo único importante es ver caer un edificio. La heroica no puede pretender recuperar el sitial de honor que le corresponde en el ámbito turístico internacional si deliberadamente omite las cifras de pobreza, hoy superior al 26%, de indigencia que alcanza ya el 3%, desempleo que se sitúa en 20,5%, y déficit habitacional que hoy supera el 35%, erigiéndose en la ciudad más desigual e inequitativa del país*.
Además, está demostrado: la Unesco es un organismo respetuoso de la soberanía de los Estados-miembro, cuya misión es orientar a los países en labores de protección y salvaguarda de los Bienes con Valor Universal Excepcional. En este sentido, una eventual inclusión de Cartagena en la lista de patrimonio en riesgo sería una acción contundente del organismo multilateral para poner a marchar un programa de recuperación y preservación del conjunto monumental de la ciudad, tal y como lo ha hecho ya con lugares declarados Patrimonio de la Humanidad que han requerido acompañamiento continuo para restablecer su valor universal excepcional. Una vez conseguido este objetivo, el sitio recupera la declaratoria patrimonial, tal y como ocurrió con la Basílica de la Natividad en Belén-Cisjordania. ¡No es entonces el edificio! ¡Es la negligencia de los responsables de su cuidado!
Los visitantes que llegan a Cartagena necesitan ante todo seguridad. Para reactivar el turismo y poner a marchar la economía cartagenera, primero hay que restablecer el orden y garantizar la seguridad ciudadana. Por si acaso, los registros pre-COVID del Centro de Información Turística de Colombia (Citur), Cartagena y Bolívar contabilizan un crecimiento exponencial en el número de turistas tanto nacionales como extranjeros vía tierra y aire en el período 2012-2019, lo que indica que la torre levantada en 2017 no constituye obstáculo ni limitaciones para quienes desean visitar la ciudad.
Finalmente, es de precisar que el informe de la Comisión de Icomos Internacional que visitó Cartagena en diciembre de 2017 va mucho más allá de Aquarela. El organismo internacional enfatiza la urgencia de delimitar la zona de amortiguación de los Bienes de Interés Cultural, reitera la importancia del plan de protección y hace un llamado sobre el canal de Bocachica, las fortalezas de San Fernando y San José y el Hotel Santa Catalina situado en la plaza de los coches.
No es un edificio. Es la ciudad. Todos los que amamos a Cartagena tenemos el deber de apoyar su reactivación y, para empezar, debemos estar a la altura de una ciudad emblema de la historia de América. ¡No más sofismas!
*Cifras Dane y Camacol.