Se debe comprender que el 21 de octubre puede establecerse en una fecha significativa. El paro nacional de las centrales obreras y los maestros representados por Fecode, fusionado con la minga indígena y con el apoyo de más de 100 sindicatos y más de 1000 movimientos sociales, tiende a ser una megaprotesta nacional y bomba atómica social que se dará a lo largo y ancho del país.
Van a protestar contra o por la salud, el fortalecimiento a los bancos y selectivas empresas privadas con los recursos para mitigar los efectos adversos del COVID-19, la reforma pensional, la laboral, una posible nueva reforma tributaria, los incumplimientos hacia las comunidades afro e indígenas, las fumigaciones aéreas que parecen regresar, las privatizaciones, la defensa de la protesta social, la creación de la renta básica universal, el asentamiento permanente de las tropas norteamericanas, la reforma a los cuerpos de seguridad del estado y hasta promete un juicio político al presidente, entre otras razones que habrían generado las inconformidades.
En el país hace muchos años no se ha organizado un paro nacional de tal magnitud, al menos que genere tantas expectativas desde un principio. El paro es justo, por lo cual las familias deben abastecerse y aprovisionarse porque la protesta promete ser indefinida y por las posiciones del gobierno con su negativa permanente al diálogo hace proyectar múltiples desenlaces y escenarios.
Los paros por lo general tienen cinco etapas, la planeación, donde se definen marchas, rutas y arengas, luego vienen los recorridos, estos terminan con la instalación de las mesas que por lo general son en el lugar donde terminan las marchas, seguidamente vienen reuniones y negociaciones, finalizando con la firma de los acuerdos. Si bien parece ser algo fácil de comprender, ya en terreno, no es así, entre etapa y etapa vienen las provocaciones de cualquier lado, puede haber enfrentamientos y salirse de control, donde ya la planeación no define la protesta, sino la improvisación de no haberse advertido ciertos efectos.
El dilema ha sido que en virtud de la información de inteligencia que preveía un presunto atentado al presidente, la minga indígena decidió no exigirle que viajara hasta el departamento del Cauca, por lo que ellos se desplazaron hasta la ciudad de Cali dado que la capital Vallecaucana generaba más condiciones de seguridad para el primer mandatario. Luego, en vista que no fue atendido este encuentro en Cali y ya encontrándose más de 7.000 hermanos indígenas allí reunidos, tomaron dos trascendentales decisiones: una, desplazarse absolutamente todos a la capital y, dos, que su fecha de llegada coincidiera con el próximo 21 de octubre de 2020, fecha en la cual ya estaba programado el gran paro nacional. Ambas decisiones de manera indiscutible le dan un giro de 180 grados a la jornada inicialmente convocada, más personal, implica mayor riesgo máxime en momentos de pandemia, más posibilidades de haber altercados puesto que son múltiples los pedidos que hacerle al gobierno nacional y los desencuentros o posturas son por ahora, demasiado distantes.
En consecuencia, los pronósticos para este día son inciertos, todo depende cuanto tarde el gobierno nacional en reunirse una vez se instalen las mesas, esto debería no demorar mucho por el bien del país. Lo ideal sería que todas las partes piensen que ceder no es perder, la minga indígena debe abandonar y hacer pública su pretensión de no hacerle un juicio político al presidente, porque de entrada, eso genera desconfianza en la contraparte a la cual va dirigida ni más ni menos que el pliego de peticiones, y el gobierno nacional dotarse de humildad, toda vez que de por sí haber dejado que los hermanos indígenas del Cauca lleguen a Bogotá el 21 de octubre de 2020, misma fecha que la programada para el paro nacional fue un monumental error que provoca que hoy todo el país y en especial los habitantes de Bogotá teman a las repercusiones —de cualquier tipo— que se generarán en esta protesta, la cual es, imposible prever cuánto durará. Se espera que las partes estén a la altura de la oportunidad histórica de hacer patria, y por fin, zanjar las problemáticas que aquejan a las regiones y parecen ignoradas desde los fríos escritorios de funcionarios eclipsados en las cuatro paredes de sus respectivos despachos en la ciudad de Bogotá.
Sobra reiterar que el adquirir alimentos y víveres con tiempo es una indudable necesidad, porque es difícil saber si el paro nacional es una megabomba social.