Desde tiempos remotos, la educación entendida como conocimiento sirvió para oprimir a multitudes. Desde las tribus hasta la posmodernidad, “los educados peruanos”, en nombre del poder, cerraron a esa mayoría las puertas de las oportunidades.
En el Tahuantinsuyo, el pueblo agrupado en ayllus, ejercieron la “pedagogía de la resistencia”, transfiriendo a sus generaciones los conocimientos y valores necesarios para vivir. La nobleza elitista, aprovecharon esa labor solidaria para gobernarlos. Para ello crearon el yachaywasi a cargo de amautas, al que solamente asistían sus hijos para ser adoctrinados en el arte de gobernar como coinciden los expertos.
Debido a una educación discriminadora, el imperio incaico rápidamente se derrumbó ante la invasión española, dando comienzo al feroz crimen de lesa humanidad. Abatidos nuestros antepasados y despojados de sus tierras, padecieron el mayor ultraje, bajo las botas de un inhumano sistema colonial.
En Perú y Latinoamérica, los españoles medioevales, conscientes del poder del conocimiento, impusieron una educación elitista y excluyente. Paradójicamente, esa diferencia social vislumbrada por los incas, la educación colonial profundizó y ancló en el pensamiento colectivo, el desprecio hacia el indígena por un espacio de tres siglos que, aún no logramos sacudirnos en esta era de la posverdad.
Fundaron la universidad de San Marcos y otras instituciones, donde educaban a españoles, criollos y mestizos, para gobernar y saquear al Perú, forjando una mentalidad de superioridad contra esclavos indígenas y afrodescendientes, considerados “salvajes” sin derecho a la educación. Creando pugnas entre opresor y oprimidos, germinando esta miserable herencia cultural, “un peruano es enemigo de otro peruano” gracias al esfuerzo de la educación colonial.
Extirpado el poder español, inicia la vida republicana. Los esfuerzos de San Martín, Bolívar y Castilla, para masificar la educación en toda la república, no tuvieron eco, debido a la mentalidad segregacionista de los altos funcionarios criollos y mestizos, ahora los nuevos poderosos.
Estos burócratas de la educación, incapaces de comprender el auge de la industrialización, afianzaron su poder hasta hoy. Continuaron fomentando una educación colonial, con un membrete republicano, asentando más la brecha entre los pocos ricos y el inmenso bolsón de ex esclavos, ahora libres, pero, herederos de un estigma colonial de inferioridad.
A inicios del siglo XX, Pardo impulsa sin éxito la universalización de la educación primaria. Aparecen las universidades privadas en las grandes ciudades, favoreciendo su desarrollo en detrimento de la población rural. A fin de siglo, gracias a Fujimori, se formaliza el gran negocio de la educación en todos los niveles, ahondando la brecha de acceso a la educación de calidad.
En el siglo XXI, García, emulando a la colonia, impulsa la creación de Colegios Mayores al nivel de la OCDE, que suman 26 para “los más inteligentes”, fondeando en el olvido a miles de escuelas públicas, abofeteando de esta manera, los esfuerzos del Objetivo del Desarrollo Sostenido abocado a fomentar una educación para todas y todos.
A la luz de los avances científicos, el ser humano no solo requiere conocimientos, necesita ser educado para la convivencia solidaria. Unos pocos no podremos remar el tempestuoso mar de la incertidumbre, por lo que es necesario comprometer a todos para no sucumbir ante la avalancha de la ignorancia.
Modifiquemos el curso de la historia, capacitando a los gobernantes y funcionarios para que aprendan el concepto de educación para la vida, extirpando su pensamiento neocolonial de fotos y absurdas meritocracias que solo han acentuado las brechas sociales.
Fuentes
- Educación en el Tahuantinsuyo
- La realidad de la educación del Perú