Fue en el año 2000 cuando China empezó a solidificar sus relaciones directas con el continente entero. El entonces presidente chino Jiang Zemin presidió la primera conferencia ministerial del recién inaugurado Foro Sino-africano (FOCAC) en Beijing que reunió a 77 ministros chinos con 44 presidentes africanos. Hasta el día, cada tres años, representantes de todos los países de África, con la excepción del recién renombrado Eswatini (antigua Swazilandia), se reúnen en con el gobierno de Xi Ximping para acordar proyectos de cooperación económica y militar en el marco del FOCAC.
Hoy, China es la principal fuente de importaciones de más del 90% del continente, es el exportador minero energético más fuerte en África y tiene concesiones de infraestructura e inversiones financieras superiores a 100 millones de dólares en 49 de los 54 países africanos. Beijing hoy es el mayor acreedor bilateral del continente, representando alrededor del 20% de la deuda externa del mismo, según varias estimaciones.
Para inmortalizar las relaciones de China con sus principales aliados de Africa, nació el China African Project, un portafolio de inversión pública y privada de chinos con enfoque al desarrollo productivo y educativo de cada país. Países como Kenya, Nigeria, Tanzania, Etiopia y Uganda hoy son beneficiarios de un trato especial de parte de China que, por poner un ejemplo, financia el intercambio de al menos 2 mil ciudadanos de estos países cada año a cualquier ciudad de China.
Hoy, alrededor de un millón de chinos viven en África, lo que probablemente represente la mayor población migrante no africana del continente.
La llegada del coronavirus pudo haberse percibido como una zancadilla al desembarque de China en estos países por el nivel de prejuicio que en la sociedad emergieron alrededor de los ciudadanos chinos como principales portadores del COVID-19. Y a pesar de revelar puntos débiles en la relación entre China y África, la pandemia dejó en evidencia el nivel de compromiso privado vinculado a la ayuda frente a COVID-19 en los últimos meses, muestra que algo puede estar cambiando.
Solo entre abril y junio, China despachó dos mil toneladas de ayudas humanitarias directo para África avaluadas en 280 millones de dólares aproximadamente, lo cual fue menor a las donaciones de privados chinos en África. Instrumentos médicos, pruebas, alimentos, insumos de bioseguridad, etc, llegaban desde China sin ni siquiera solicitarlas.
No es de extrañar que la ayuda oficial del país asiático haya sido superada por las donaciones privadas en respuesta al virus. Dado que los inversores chinos enfrentan cada vez más restricciones en Estados Unidos y Europa, su hambre por invertir en otros lugares también puede aumentar. Así ocurrió en 2018, por ejemplo, cuando más empresas chinas invirtieron en startups africanas de tecnología; es decir, su interés en el continente aumentó tras un mayor escrutinio del mercado estadounidense.
Ya no es una cuestión de gobiernos ni de Estados. Lo que hoy le despierta a China el continente africano es la sensación de oportunidad, de crecimiento que trasciende el marco político y se ha adentrado en las ambiciones personales de los empresarios chinos que muy bien han entendido el término de la expansión.