Por un lado, muchos colombianos y colombianas hemos oído hablar del caso de Santurbán. Por el otro lado, desde 2010 se ha empezado a hablar de diplomacia científica en lugar de referirse a cooperación científica internacional. Una de las principales diferencias entre un término y otro es que la primera puede generarse con actores diferentes a los coordinados por el Estado.
Para muchos es claro que se trata de la protección del ecosistema del páramo ubicado en el departamento de Santander, pero muy pocos saben que además de ser un caso de relevancia local, puede ser considerado como un caso de diplomacia científica.
En efecto, en 2010 cuando las personas del colectivo de personas llamado Comité para la defensa del agua y el páramo de Santurbán empezaron a protestar en Bucaramanga contra la minera canadiense Greystar (que luego se llamó Eco-oro), tres ONG internacionales se acercaron a ofrecerles apoyo. Se trata Aida, Mining Watch y Somo, la primera con sede en Estados Unidos, la segunda en Canadá y la tercera en Holanda. Gracias a dicho apoyo, el “comité” tuvo información que le permitió saber que, para emprender el proyecto “Angostura” en el páramo de Santurbán, la minera canadiense había pedido un préstamo a la Corporación Financiera Internacional, organización que pertenece al grupo del Banco Mundial.
Dado que el Banco Mundial cuenta con unos estándares de cumplimiento ambiental que deben seguir todos los proyectos financiados por este organismo, en el 2012 el comité le solicitó al Ombudsman del Banco Mundial que revisara si la compañía canadiense estaba siguiendo tales estándares en la implementación del proyecto Angostura. Cuatro años se demoró la oficina del Ombudsman en responder esa queja al comité, pero la respuesta fue contundente: la empresa Greystar o Eco-oro no había seguido todos los estándares requeridos. Esta decisión obligó a esta compañía a retirarse del proyecto.
Mientras que en Colombia se estaba debatiendo sobre la delimitación del páramo con enfrentamientos entre las autoridades locales y nacionales, la decisión del Ombudsman del Banco Mundial tuvo varios efectos en el conflicto por la protección del páramo de Santurbán: aclaró la necesidad de proteger los páramos más allá de los límites trazados por los expertos; empoderó al comité como un actor relevante en este conflicto y evidenció la importancia de las colaboraciones entre ONG o colectivos locales y globales para la protección del medio ambiente, sin lo cual no se hubiera logrado la protección del páramo.
Dado que la evidencia científica usada en el caso que presentó el comité ante el Ombudsman fue clave para decidir de fondo sobre la protección, este caso de colaboraciones ambientales con sustento científico puede considerarse un caso de diplomacia científica, dado que ciudadanos comunes fueron capaces de dinamizar espacios de protección a nivel internacional.
Como consecuencia, el resto de los páramos de los Andes sudamericanos referencian actualmente el caso de Santurbán como un ejemplo a seguir. De esa manera, más allá de convenios internacionales, como la convención de Ramsar sobre protección de páramos, que fue ratificada por Colombia en 1998, la dinámica de protección ejercida por el comité fue más efectiva que los mecanismo clásicos ofrecidos por el derecho internacional. En ese sentido, la diplomacia científica se está acomodando en la legislación colombiana para vías poco tradicionales. Sin embargo, puede que estas se conviertan en formas efectivas de promover la diplomacia científica en Colombia.