La conmoción interior que le hace falta a Duque y a Colombia

La conmoción interior que le hace falta a Duque y a Colombia

"Hay que tomar el timón de este país en conflicto y enderezar el rumbo"

Por: María Celmira Toro Martinez
octubre 05, 2020
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La conmoción interior que le hace falta a Duque y a Colombia
Foto: Twitter @infopresidencia

Estamos frente a un deber ineludible e inevitable con la patria, con nuestros ancestros, con lo que somos como país y como sociedad: vivimos una realidad política que amenaza con acabar con la estabilidad del estado.

Es evidente que los entes de control (Fiscalía, Contraloría, Procuraduría, Defensoría del Pueblo), además de las mayorías del Congreso, están del lado del gobierno y su partido político; se teje una asonada de frente contra lo que hemos conocido como democracia o gobierno del pueblo y se está cocinando la conmoción interior, amparada en el artículo 213 de la Constitución Nacional que a la letra dice:

En caso de grave perturbación del orden público que atente de manera inminente contra la estabilidad institucional, la seguridad del Estado, o la convivencia ciudadana, y que no pueda ser conjurada mediante el uso de las atribuciones ordinarias de las autoridades de policía, el presidente, con la firma de todos los ministros, podrá declarar el Estado de conmoción interior, en toda la república o parte de ella.

Este articulo tiene una razón principal y es la grave perturbación del orden público, causa primera para decretar la conmoción interior, pero cabría preguntarnos: ¿son perturbaciones del orden público las protestas legítimas del pueblo ante las cuales la fuerza pública ataca y arremete sin control alguno, con armas de letal efecto?, ¿lo son también las masacres cada vez más frecuentes, el asesinato de líderes sociales y defensores de derechos humanos, la inseguridad imperante en calles, ciudades y veredas del país, la lucha diaria por la supervivencia de tantos trabajadores informales, de tantas mujeres cabeza de hogar sin empleo, sin un trabajo que les permita vivir en dignidad y decoro?

Ante estas circunstancias tan graves, la respuesta del gobierno no se escucha y no hay soluciones. Y ante la inoperancia de su plan de gobierno, la solución inmediata es la conmoción interior, una figura que lo apropia de facultades, pero no para responder a millones de ciudadanos que reclaman justicia, oportunidades de trabajo, reactivación de sus negocios y microempresas quebrados por la pandemia, solución a los problemas de corrupción, a la agresión verbal que se vive en las redes sociales, en los partidos políticos y en el mismo gobierno. Acá lo que hay es desconocimiento de la justicia como garante de la ley y el buen nombre, componendas en contra de los más vulnerables y en favor de la clase dirigente y política, en fin tantos problemas que urgen de un gobierno sensato, responsable, digno de su cargo, justo para actuar sin afectos ni proselitismos, y capaz de reconocerse colombiano en cada colombiano, en el más humilde, en el más excluido.

Conmoción interior es lo que hace falta y no precisamente para hacer uso de poderes especiales que otorga al presidente el artículo 213 de la Constitución Nacional, igualmente como el 215 que fue decretado por la emergencia de la pandemia y que fue el origen de negociaciones inconsultas, de préstamos a grandes empresas privadas, de una serie de decretos, muchos en contra de la economía, de los bienes del Estado.

Sí, es verdad, hace falta una conmoción interior que lleve al presidente a recapacitar sobre su obra de gobierno y que le ponga sus pies sobre este país hermoso, para que así se decida a caminar con decisión, con entrega por esos colombianos en pobreza absoluta, en exclusión, desposeídos de sus tierras y expulsados de sus hogares, obligados a habitar las ciudades en cinturones de miseria que desde su Casa de Nariño no ve ni reconoce. Esto para que en cada lugar de nuestra patria vea un lugar sagrado, que no se puede entregar, ni vender, ni conceder bajo negociaciones oscuras que amenazan la naturaleza, el medio ambiente, las fuentes de agua, la selva amazónica, los páramos y las montañas donde habita la vida; para cuidar cada árbol, cada puñado de tierra en lugar de entregarlo a empresas extranjeras que aniquilan la intimidad de nuestra tierra y la condenan a ser un desierto inhabitable y muerto.

Hace falta conmoción interior para tomar el timón de este país en conflicto y enderezar el rumbo que desde palacio ha dejado a la deriva hacia un destino incierto y doloroso.

Es necesario una conmoción interior para entender que se ha dejado entronizar el mal en las altas esferas del gobierno, ante quienes se doblega la justicia, se silencian los gobernantes y se entrega sin piedad los recursos económicos, patrimoniales, ambientales, culturales que son nuestras raíces, nuestro tesoro.

Hace falta conmoción interior en el Congreso para dejar tanto odio, tanta persecución, tanto enfrentamiento, tanta indolencia ante los problemas del país, tanta decidía para responder con altura al deber consagrado en las urnas, tanto manoseo de la ley en favor de delincuentes y villanos, tanto tráfico de influencias, tanta vergüenza reunida en un solo recinto, en un poder del estado que tiene el deber de legislar para el bien de la nación no para su deshonra.

Conmoción interior es lo que nos hace falta a todos los colombianos de bien para decir basta a tanta ignominia y a tanto abuso, para salir en defensa de las instituciones legalmente constituidas, para reclamar los derechos perdidos y para protestar, sin violencia pero con decisión y con entereza, ante quienes nos están doblegando y esclavizando.

Estamos en una dictadura civil y parece que no lo entendemos. Se están acantonando los malos colombianos, los que no merecen esta patria, y se están armando en contra del país. Esas armas están conformadas por el control absoluto del Estado, la indiferencia, la corrupción y las componendas políticas, que marcarán el fin de nuestra democracia y de ese mandato del pueblo soberano, en quien descansa el honor de Colombia, la grandeza de nuestra historia.

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