Todos los miércoles de 1999, antes de las 6:00 pm, nos parábamos con Chucho Bejarano a echar chismes políticos antes de dictar clases de Economía en el viejo edificio de posgrados de Ciencias Económica en la Universidad Nacional de Colombia. Siempre yo me iba entusiasmado y muerto de la risa a echar carreta con mis alumnos. Pero ese día convoqué a los estudiantes a una conferencia en Fescol. Por eso no lo mataron frente a mi o conmigo, el 15 de septiembre de 1999.
Una mañana de marzo de 1991 me llamó Chucho a mi oficina en el Departamento Nacional de Planeación, donde yo manejaba temas de comercio exterior, y me dijo sin titubeos: Jorge, te necesito. Tú debes ponerte a formar a Bernardo Gutiérrez, el Comandante del EPL. Ese muchacho se fue casi niño a la guerrilla y necesitamos que ahora, como líder del proceso de paz, se pula y recupere el tiempo perdido. Él solo se ha leído las Cinco tesis filosóficas de Mao, jajaja. ¡Debe salir con capacidad para ser senador o ser ministro! Tienes que enseñarle hasta cómo portarse en un banquete con embajadores… Por eso terminé, con otro amigo del alma, Napoleón Vanegas, hablando de economía y geografía y medio ambiente y política y márquetin político (Napo) con un viejo guerrillero en trance de embajador en Europa, donde murió en paz, después de pasar por el Congreso, en 2008.
Así entendía el acuerdo de paz Chucho Bejarano.
Por lo visto, para los señores de las FARC, hasta antes del Acuerdo de 2016, eso era traición y la sentencia era la muerte.
¡Chucho no traicionó a nadie! Ni siquiera fue militante, lo que se dice militante, de organización alguna. Como en sus escritos reconocía que en Colombia sí había logrado consolidarse el capitalismo, al contrario de lo que decían en los setenta los maoístas y las vacilaciones respectivas de los comunistas ortodoxos, pues los socialistas de entonces lo considerábamos más cercano a nosotros, pero tampoco. Por eso se peleaba con Salomón Kalmanovitz y otros socialistas de entonces. Las declaraciones programáticas y las “tesis” de los grupos izquierdistas constreñían el pensamiento y por eso Chucho no se dejó encasillar.
Hace ya varios años Rafael Pardo dijo que las FARC habían asesinado a Chucho Bejarano. Yo no lo creía. Hasta hoy que ellos lo confesaron. Esa confesión es un paso adelante, indispensable para hacer creíble el proceso de paz. Pero no lo niego: duele. Algún ignorante con poder, que nunca leyó a Chucho Bejarano y que no entendió la
importancia de la sociedad civil (que tanto analizó Chucho) y de la inteligencia para construir nación, dio la orden de matar a un gestor de paz. Lo mismo hicieron los ignorantes que recién dieron la orden de matar al profesor Campo Elías Galindo, también profesor de La Nacho en Medellín, otro hombre de paz y de ideas libres.
¿Cuándo terminará el dolor?