Éxodo sin tierra prometida: retrato de la migración venezolana en Colombia

Éxodo sin tierra prometida: retrato de la migración venezolana en Colombia

El fotógrafo Nicoló Filippo Rosso ha acompañado a cientos en su recorrido hacia el país. El testimonio gráfico de esta experiencia se ve en su más reciente proyecto. Entrevista

Por: Gabriel Nieto
septiembre 29, 2020
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Éxodo sin tierra prometida: retrato de la migración venezolana en Colombia
Foto: Nicoló Filippo Rosso

¿De dónde proviene la fuerza y la esperanza de quienes cruzan ríos y atraviesan montañas y ciudades a base de determinación en busca de un destino etéreo? ¿Cuáles son los rostros, las heridas y la escala de grises de esta tragedia a la que corremos el riesgo de acostumbramos a mirar de lejos, como si se tratara solamente de un tema político y no de un espejo hecho de carne y hueso para medir nuestra propia humanidad?

Nicoló Filippo Rosso, fotógrafo italiano con base en Colombia, y quien ha caminado cientos de kilómetros junto a la larga fila de migrantes venezolanos que cruzan trochas y puestos fronterizos hacia nuestro país, nos ofrece un panorama acerca de una realidad que continúa escribiéndose a diario en la piel de Colombia.

En la siguiente entrevista para la Fundación Chasquis, hablé con él acerca de su proyecto Éxodo, un duro pero hermoso testimonio gráfico de este drama humano al que sus imágenes nos aproximan de manera contundente y conmovedora:

¿Por qué escoger este tema como proyecto? ¿De dónde provino el interés y la motivación?

Empecé trabajando el tema de la migración en encargos para revistas y diarios desde 2016. Los medios hoy en día, y el mundo de las noticias rápidas, no tienen presupuestos para proyectos a largo plazo. Entonces, cada vez que terminaba un trabajo yo quedaba con una frustración de no haber podido resolver una narración, de haber dejado el trabajo incumplido, a medias. Además, fotografiar a las personas en situaciones dramáticas es entrar en su intimidad, observar su personalidad, conocerles, o por lo menos acercarse a sus dolores y sus esperanzas.

Cuando una persona, o un grupo de personas, me permite que las fotografíe, siento la responsabilidad de asegurarles que no fue en vano que me dejaron entrar en sus vidas, que honro su bienvenida, y hacer bien el trabajo es mi manera de respetar su condición.

Eso requiere tiempo. Al trabajar para los medios hay que aprender a resolver esto también: hacer un buen trabajo rápidamente, y generar una relación y una sinergia con las personas, aunque probablemente uno no volverá a encontrarse con ellas. De todas maneras, fue esa frustración de no alcanzar la complejidad de un fenómeno tan inmenso en poco tiempo lo que me hizo tomar la decisión, hace dos años, de pasar primero semanas, y luego meses por las fronteras, las trochas, a lo largo de las rutas migratorias, y en Bogotá, siempre documentando el viaje épico de los migrantes venezolanos.

Has caminado junto a los migrantes durante su éxodo y sabes en carne propia lo duro de su travesía. ¿Con qué podrías comparar el desafío emocional y físico de este éxodo para que la gente lo comprenda en su verdadera dimensión?

Mmmm. Esta es una respuesta que todavía ando buscando. De hecho, estoy tratando de entender si existe en psicología un nombre específico para este tipo de trauma, colectivo y generacional, que viven los migrantes. Es un viaje sin fin, a veces sin destino. Muchos llegan caminando, superan los caminos andinos en chancletas y llegan a Bogotá; luego se devuelven a la frontera, de pronto para cruzar otra vez a Venezuela y volver a caminar hacia Bogotá con un miembro de la familia que había quedado atrás, mientras que otro los espera en la capital colombiana.

Y ahora la pandemia ha cambiado el movimiento de migrantes. Muchos quieren volver a su casa en Venezuela, porque se ha vuelto más difícil vivir al día en Colombia. ¿Qué significa tener que volver a esas condiciones intolerables que en primer lugar los habían forzado a huir del país? ¿Cuáles son las cicatrices que ese continuo estado de alerta y movimiento dejará en las generaciones futuras? Moviéndose de una situación de precariedad a otra, muchos aprenden a vivir con un continuo sentimiento de inestabilidad, porque el entorno no cambia. He llegado a pensar que en unos casos los migrantes siguen caminando, aunque sin un destino, porque el movimiento les hace sentir que están haciendo algo para mejorar su condición. El movimiento alimenta la esperanza, pero a la vez es causa de incertidumbre y representa un peligro.

Trato de concentrarme en la gestualidad, en las emociones de las personas para que, aunque sea difícil hasta para mí entender a fondo las dinámicas migratorias, nos podamos sentir humanamente cerca.

En Colombia, quizás este trabajo pueda contribuir a controlar la xenofobia; en otros países, a tener más información sobre esta migración, pero también para que sea un espejo y ayude a reflexionar sobre otras migraciones.

Al ver tus fotos uno siente que son como la punta de un iceberg de una problemática humana inmensa. ¿Qué hay bajo la superficie que no alcanza a capturar una cámara?

La desigualdad, la pobreza, los totalitarismos, el capitalismo. Esos son los males de siempre, de la historia de la humanidad como la conocemos. Son a la vez el síntoma y la causa de una sociedad destrozada. Hasta que persistan esos males, también seguiremos asistiendo a la violencia, las guerras y las migraciones masivas.

¿Qué deberíamos entender sobre este éxodo que aún no hemos comprendido las sociedades suramericanas, receptoras de esta migración? 

La sociedad colombiana, en mi sentir, a pesar de limitados pero crecientes casos de xenofobia, ha sido hasta ahora muy empática con los migrantes. Afuera de Cúcuta y de otros importantes polos de la migración donde se concentran los ojos de los medios, la ayuda internacional es muy escasa, y solo gracias a colombianos compasivos, los grupos de migrantes encuentran un techo para pasar las noches durante su camino.

Creo que los gobiernos comprenden bien lo que pasa, pero el tamaño de la crisis requiere políticas sociales, solidarias y económicas de integración, y ellos prefieren manipular políticamente la crisis. Es la vieja teoría de Hannah Arendt sobre los totalitarismos, y que por supuesto aplica a nuestras democracias: tener un enemigo, una causa de todos los males, es una manera para autoafirmarse generando miedo fortaleciendo el nacionalismo y las políticas represivas, las cuales, una vez aprobadas, garantizan el control de la población.

Como decía Elsa Morante, una escritora italiana que murió el mismo año en que yo nací, hablando de Mussolini: “Se sirve de la gente que desprecia”. Tristemente es el pan de cada día para nosotros, aquí también.

¿Qué aprendizajes y qué decepciones acerca de la condición humana te ha dejado este proyecto? 

Los aprendizajes son muchos. Empezando por el hecho que ser testigo de este momento histórico para el continente y para el mundo me lleva a profundizar más y más mis reflexiones sobre mis privilegios, lo que es realmente un proceso de autoconocimiento que aquí en Colombia ha ido desarrollándose durante varios años. Haber crecido en Italia me ha dado acceso obvio y casi gratuito al sistema de salud, y me ha permitido estudiar en una de las mejores escuelas del mundo, gratuitas y públicas. Vivo mi trabajo como un honor y un privilegio, y trabajo como un servidor para el mensaje de humanidad con el que trato de inspirarme para mis fotografías.

De los migrantes aprendo la resiliencia, la capacidad de mantener el espíritu alto a pesar de las dificultades y con la dignidad de mantener sus espacios aseados y ordenados, aunque sea el rincón de una calle, o una casa de lata en un barrio de invasión. Aprendo la fuerza de mirar para adelante y lo valioso que es lograr empezar otra vez. Sigo en contacto con familias de migrantes que han conseguido empezar una nueva vida en Perú, o que han encontrado un equilibrio en Colombia. Esa para mí es una afirmación de que la vida sigue, y sorprende.

Las decepciones son muchas: la manipulación de los gobiernos hacia el drama de las personas, o descubrir que existe trata de personas, de niños y niñas y adolescentes para la explotación sexual, por ejemplo.

La mayoría de estas fotos rompen el corazón. Sin embargo, hay unas pocas que reflejan solidaridad e incluso esperanza, como la del beso entre dos jóvenes. ¿Es tu decisión no buscar más este tipo de momentos, o tal vez es muy difícil hallar este tipo de situaciones durante el éxodo? 

Estas situaciones se presentan con una cierta regularidad. Y cada vez que puedo, trato de traducirlas en una imagen. El amor y la poesía son indispensables para transmitir un mensaje. Y se pueden encontrar tanto en situaciones de drama como en situaciones de felicidad.

Creo que la pregunta se puede explorar analizando cómo leemos las imágenes. La esperanza no solo se puede ver reflejada en la imagen de una pareja de dos jóvenes dándose un beso. Puede ser la hermandad de unas amigas que se soportan durante el entierro de una amiga, por ejemplo. La fotografía es de contrastes. Podemos encontrar humanidad en una imagen que describe una acción violenta, o violencia en una imagen que exprime, en una primera y superficial lectura, amor. Puede haber esperanza en la mirada de una joven muchacha sentada en un carro con su familia, sin que ninguna acción “positiva” esté tomando lugar. Por eso, creo que otra responsabilidad de los fotógrafos es educar al público para una lectura de las imágenes: hay varios niveles de lectura y de comprensión de una imagen.

El problema que yo veo con los medios y la frustración que me generan está relacionada con este punto. Me explico: si tenemos pocos días para contar una historia, muy probablemente las imágenes serán literales. Eso significa que esas imágenes servirán a una necesidad de describir un hecho, pero muy probablemente contribuirán de manera muy limitada a generar una reflexión más profunda. De hecho, ese es un lenguaje que se ha establecido cada vez más, y las fotos que los fotógrafos hacemos por encargo terminan siendo muy parecidas. Se mantienen en un primer nivel de lectura, entonces no educan al lector. Ese es un problema, porque ahí estamos evadiendo el deber de contribuir a generar conciencia y a multiplicar y a compartir los aprendizajes.

No se genera un cambio solo diciendo lo que está pasando, sino compartiendo un sentimiento. Cuando es a través de un sentimiento, somos más capaces de empatía y también de compasión, que de hecho significa sufrir juntos.

 - Éxodo sin tierra prometida: retrato de la migración venezolana en Colombia

En las fotos hay situaciones, dolores, miradas, que hemos visto en la piel de los mismos colombianos anteriormente. Son imágenes que perfectamente podrían retratar el desplazamiento, el conflicto armado, la pobreza o una tragedia natural. En Éxodo las vemos juntas, como si todas estas problemáticas se unieran en una sola. ¿De dónde crees que proviene la fuerza que requiere un migrante para atravesar todos estos infiernos sin perder su capacidad de supervivencia? 

La fuerza de los migrantes creo que viene del instinto. Creo que no hay nada más natural de la supervivencia. Esa es la prioridad natural del ser humano. La resiliencia, la fuerza de soportar las adversidades, creo que nacen del amor propio y del amor hacia los demás. Por ejemplo, el amor de un padre y una madre que avanzan sin preocuparse por ellos mismos, y que utilizan sus vidas como un instrumento para que sus niños tengan un entorno y unas posibilidades mejores de las que ellos han tenido.

A veces también parecen las imágenes de una guerra en la que solo vemos a sus víctimas. ¿Cuáles crees que son esas armas y esos enemigos invisibles por fuera del cuadro en esta problemática? 

De nuevo, creo que son la pobreza, la desigualdad, la violencia endémica, la aceptación cultural del abuso. Ahora, invisible, es el Covid. En los campamentos informales, así como en los barrios de invasión donde viven migrantes (y colombianos también), la falta de saneamiento o de acceso al agua expone a las personas al contagio.

Tal vez lo que más vemos en tus fotos son niños y adolescentes. ¿Cómo es la realidad para los más pequeños y frágiles de esta historia? 

Muchos niños no van a la escuela, siguen caminando y buscando sobrevivir al lado de sus familias. Están expuestos a la violencia, la enfermedad, el desafío físico constante. Además, muchos no tienen un horizonte de comparación porque no van a la escuela, lo que ayudaría a ver con mejores perspectivas sus situaciones. Es un desafío psicológico para toda una generación vivir la odisea de la migración, y esto determinará los sentidos de identidad y pertenencia de millones de personas.

¿Cómo es la curaduría de las fotos para el proyecto? ¿Qué tienes en cuenta para publicar, o descartar, una determinada imagen? 

Dependiendo del espacio a mi disposición, voy dándome prioridades. Si tengo que contar la historia en pocas imágenes, trataré de ser más directo y utilizaré imágenes que describen un momento importante; puede ser una fila de personas en un comedor, o un grupo de migrantes cruzando una trocha, por ejemplo. Si tengo más espacio, entonces tendré la libertad de explorar la narración de una manera más completa, incluyendo el beso de los dos migrantes que acaban de cruzar la trocha y están felices de estar finalmente en Colombia, llenos de esperanzas, quizás.

He visto algunas de las fotos del proyecto en color, por ejemplo, en la revista Lento de Uruguay, pero en tu web están en blanco y negro. ¿Por qué preferiste el blanco y negro? 

Aparte de los detalles que el color revela, dándonos informaciones sobre el ambiente, la ropa de la gente, o los tonos del cielo, el blanco y negro nos permite llegar más directamente a un nivel de lectura más profundo, pasando por la descripción de un evento y llegando al sentimiento que está viviendo la persona retratada.

La migración es una situación humana de nuestro tiempo y yo me ocupo de la venezolana, porque estoy aquí y tiene sentido que me dedique a lo que pasa donde yo vivo. Pero, al mismo tiempo, es una manera de explorar la migración en un contexto global, y así producir reflexiones sobre lo que significa tener que abandonar el propio hogar para buscar condiciones de vida más aceptables, en cualquier parte del mundo. Cualquier trabajo documental tiene para mí la fuerza de convertirse en una reflexión sobre el hombre y sobre la época en que vivimos.

Debido a que financio mi trabajo a través de las publicaciones o los encargos, en muchas ocasiones esas imágenes son en color. La publicación que mencionas tiene fotos en color y con un carácter más editorial que edité para la revista. El objetivo era utilizar la publicación para financiar mi trabajo en blanco y negro. Son fotos diferentes, y con niveles de lectura diferentes.

Finalmente, ¿en qué va el proyecto y qué sigue ahora con este?

Quiero seguir este proyecto durante los próximos años. La idea es dejar un documento con este trabajo. Investigar y documentar para que algún día podamos mirar atrás y tener un testimonio de este momento histórico, y que sea a través de una lectura empática, y no solo descriptiva de los eventos. - Éxodo sin tierra prometida: retrato de la migración venezolana en Colombia

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