La historia universal de la infamia, mencionada por Borges, está plagada de conquistas, violaciones, saqueos, destrucción de tribus y culturas, para sobre tumbas y ruinas de los vencidos levantar monumentos, catedrales, mezquitas y conformar sociedades, que pueden ser mestizaje de vencedores y vencidos o la supremacía genocida, al estilo de conquistadores blancos en Norteamérica, que sí embarcaron a sus mujeres y recién desembarcados no llegaron con la ambición del oro y arrechera desaforada, como sucedió a los españoles.
En México, después de las violaciones vino el amancebamiento cuando Cortés se ligó con la Malinche, que además le enseñó la lengua y facilitó la alianza con tribus enemigas de los Aztecas, para derrotarlos.
En Suramérica y Popayán sucedió algo parecido, cuando los fundadores de la ciudad convivieron y tuvieron hijos con indígenas y para someter a pubenenses, nasas y pijaos, trajeron pueblos Incas, más laboriosos y expertos en faenas agrícolas; aunque con el paso de los años, a medida que cercaron sus tierras y difundieron el dogmático catolicismo de la Contrarreforma y la Inquisición, sus mestizos descendientes se esforzaron por ocultar raíces indígenas, magnificando la herencia hispana, que a lo largo de la colonia se plasmó en la arquitectura de templos, conventos, edificios públicos y en tradiciones como la Semana Santa, reafirmando su valía, cuando gracias al oro rapiñado a los indígenas, individuos como el criador y matarife de puercos Sebastián Moyano, compraron en Madrid, títulos de Adelantados, con el nuevo apellido de Belalcázar; y al igual que sus compañeros conquistadores y descendientes, gracias al oro y gemas tributados, tuvieron derecho a ostentar escudos heráldicos y árboles genealógicos, en los que saltando de rama en rama, como Tarzán, intentaban entroncarse con la realeza.
Tampoco hay que olvidar, que después del casi exterminio de los indígenas, la Gobernación de Popayán, que ocupó un área equivalente casi a la mitad de la actual república de Colombia, se convirtió en capital aurífera y principal sitio de residencia de familias como los Arboleda y Mosquera propietarios de la mayoría “reales de minas” desperdigados por los actuales Nariño, Cauca, Valle, viejo Caldas, el Chocó y parte de Antioquia y trabajados por esclavos africanos, que desde entonces aportaron genes, costumbres y tradiciones poéticas, musicales y gastronómicas a este mestizaje que es el Cauca y Colombia.
Expresiones manifestadas tras el derribo de la estatua de Belalcázar por parte de jóvenes misak, agitan el debate sobre cómo cimentar una sociedad pluralista con respeto a las diferencias.
A la caliente decisión de judicializar, ofrecer recompensa, intervenir con maquinaria el cerro con miras a reparar y reinstalar la estatua en el antiguo sitio ceremonial de los primeros pobladores del valle de Pubenza, el alcalde de Popayán con el viceministro del Interior recapacitaron y se reunieron en La María, Piendamó, con autoridades misak que tienen otras reivindicaciones pendientes con el gobierno.
El Instituto Colombiano de Antropología, ICANH ordenó suspender las obras, mientras la universidad del Cauca anunció reanudar estudios arqueológicos iniciados por Cubillos en 1957, y las autoridades misak solicitan declarar a Morro como sitio sagrado de la comunidad indígena. Por lo pronto se espera que entre el ICANH y el departamento de Arqueología de la universidad del Cauca reinicien los estudios sobre el origen y vestigios precolombinos, como los hallados inicialmente cuando el derrumbe de un sector del Morro, causado por un torrencial aguacero, dejó al descubierto tumbas, cerámicas, osamentas y otros objetos enterrados en el lugar por los primeros pobladores.
Después de la crisis socioeconómica que afronta la ciudad tras la cuarentena, la alcaldía se propone reactivarla impulsando la generación de empleos mediante la continuación de las vías enmarcadas en el Plan de Movilidad, abriendo la Carrera 8 desde la calle 13 hasta la calle 2ª, y la iniciación de obras que refuercen su vocación turística: como la construcción del malecón del río Molino y rescate urbanístico de sectores aledaños que comprenden desde la “Avenida de los estudiantes” que comunica las espaldas del Hospital San José y la galería del barrio Bolívar, el parque Mosquera y el área alrededor del puente del Humilladero. El proyecto de reforzar los atractivos turísticos de la ciudad también incluye la ampliación de la peatonalización a ocho calles (en L) alrededor del Parque Caldas centro histórico y el otorgamiento de créditos de fácil acceso y con bajos intereses a microempresarios y emprendedores afectados por el repentino y prolongado cese de sus trabajos.
El rescate de la pirámide del Morro como vestigio, “museo vivo” y sitio sagrado de los primeros habitantes de la ciudad, sería otro importante atractivo turístico que se sumaría a la arquitectura colonial, la Semana Santa y otros eventos culturales y legados históricos para atraer a más visitantes nacionales y extranjeros, que cuando desean conocer sobre culturas indígenas, tienen que desplazarse a Silvia, Tierradentro y San Agustín.
El cacique Payán quedaría bien en el Morro y Belalcázar reinstalado resaltaría en la plaza de San Francisco, donde originalmente iban a ubicarlo cuando celebraron el cuatricentenario de fundación hispana de Popayán.
Entre todos deberán llegar a un consenso amigable por el bien de la sociedad caucana y de Popayán.