Cuando Gabriel García Márquez apuntó años atrás que la colombiana es una sociedad a la que le importa más el gesto que la postura no se estaba refiriendo al hecho de que el gesto es elocuente. Su observación subrayaba la capacidad que tiene el gesto para ocultar. O también a tono con lo afirmado por Eduardo Galeano cuando se refirió, ya no a la sociedad colombiana en particular, sino a nuestra tendencia humana en general diciendo que “vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto”.
Colombia ha sido una cultora de esa estética de las apariencias. La mayoría de los colombianos le dan un valor supremo a lo que se pueda decir de Colombia y sus habitantes fuera del país. El conocido dicho “la ropa sucia se lava en casa” está firmemente inscrito en la estructura del ADN de la sociedad colombiana. Lo que importa no es lo que suceda de puertas para adentro, sino que eso se conozca. Se sobreentiende que este recato atañe a toda conducta y a todo hábito que, de conocerse, pondría en tela de juicio el prestigio social de quien lleva sobre sus hombros la responsabilidad de esa casa o la administración de ese poder cuya limpieza hay que proteger.
Tales parecen ser las fuerzas que operan en algunas de las salas de redacción de los medios de comunicación nacionales a la hora de informar sobre las masacres recientes en Bogotá y otras evidencias de la brutalidad policial en las grandes ciudades del país. Con algunas excepciones, la prensa colombiana tiende a reproducir el discurso oficial que justifica los atropellos de la fuerza pública. A fin de conocer lo que acontece cada vez que las autoridades intervienen en las dinámicas sociales, se debe apelar a las redes sociales y, lo que es realmente notorio ahora, a la prensa internacional.
Así, por ejemplo, la reciente andanada de abusos de la fuerza pública tuvo un despliegue importante por parte de los medios extranjeros. El País, de España, informó de manera sobria, y orientada hacia la vigencia del derecho, lo ocurrido en Bogotá la noche sombría de septiembre 9-10 de 2020. Al poner en contexto la manifestación de residentes colombianos en ese país el 12 de septiembre, quienes se movilizaron para denunciar los atropellos del Estado colombiano contra su población, El País hizo un recuento de lo que ha sucedido en Colombia en estos dos años de gobierno en cabeza del presidente Iván Duque.
De igual manera, la prensa francesa no dejó que esos excesos de la violencia policial pasaran desapercibidos. Le Monde no ocultó su acento crítico: “La policía colombiana se ha visto en el pasado implicada en diversos escándalos de violencia y ya la ONU había advertido a finales de febrero los homicidios y otros abusos que, se presume, habían sido cometidos por los militares y la policía de Colombia”. El New York Times no fue tampoco parco a la hora de informar sobre el asesinato que miembros de la policía cometieron contra el ciudadano Javier Ordóñez en Bogotá y que sirvió como campana para las movilizaciones y las protestas por parte de la ciudadanía. En un comunicado de prensa, la OEA informó la condena que la Corte Interamericana de Derechos Humanos profirió en contra de lo que el organismo multilateral americano describió como “uso excesivo de la fuerza policial”, sin dejar de resaltar su preocupación por estos hechos que atentan contra derechos como el de la protesta.
Contrariando los deseos del establecimiento colombiano de ocultar la violencia que sus agentes ejercen al interior de las fronteras del país, la prensa extranjera se ha encargado de dar a conocer lo que ocurre. Aunque mediante neologismos y eufemismos la oficina de comunicaciones de la presidencia busca lavar la ropa sucia en casa, y los reporteros de los medios extranjeros no están permitiendo que los atropellos a la ciudadanía pasen desapercibidos.
A pesar de que la tecnología de las comunicaciones ha permitido la proliferación de voces y la democratización del espacio que constituye el “cuarto poder'', aún persisten en el país costumbres firmemente arraigadas. La radio sigue siendo un medio preferido por gran parte de la sociedad colombiana, lo que se explica, además, por el hecho de que la cobertura del internet aún no es lo suficientemente amplia. Cadenas de televisión de ya probada lealtad al poder y que no ocultan su sesgo, son las de mayor sintonía en los hogares colombianos y en los establecimientos públicos de los sectores populares. Si bien esos medios han experimentado una caída significativa, su capacidad de cobertura sigue siendo importante. Estos fenómenos pueden explicar que los medios nacionales de más profundo arraigo quieran seguir informando sin ubicar las noticias en un contexto crítico.
De ahí la importancia de la labor que ejercen los medios internacionales y la prensa digital independiente que, en razón de sus plataformas tecnológicas, no se circunscriben a la agenda política del poder de turno. No se puede tapar el sol con un dedo.