El germen de la violencia oficial

El germen de la violencia oficial

¿Qué tienen que ver los métodos y procedimientos de los procesos formativos de policías y soldados con la situación actual del país?

Por: Martín López González
septiembre 22, 2020
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El germen de la violencia oficial
Foto: Las2orillas

En un discurso, el concejal de Medellín Daniel Carvalho Mejía, quien prestó servicio militar hace más de veinte años, señala cómo se educa a la fuerza pública. Les hacen recitar en coro al marchar “sube, sube guerrillero que en la cima yo te espero, con granadas y morteros a tus novias violaremos y a tus hijos mataremos”. En ese entrenamiento hay una condescendencia con la violencia extrema, con ver o señalar enemigos y en ese lavado de cerebro similar al que se hace en la policía, se justifica la brutalidad y la violación de derechos humanos.

Las recientes acciones de la policía son imitativas del comportamiento esperado con su formación. La ejecución en público de Ordóñez y los disparos a los ciudadanos desarmados nos dicen mucho sobre su proceso de toma de decisiones. Como afirmó el comandante de la policía de Bogotá, Hoover Penilla, “los policías no necesitamos que alguien nos ordene el uso de las armas”. Ahora bien, tenemos que cambiarnos las preguntas, en lugar de por qué a cómo produjeron los agentes esos choques eléctricos despiadados, golpizas y disparos, cómo contribuye su estructura mental al comportamiento violento?.

La violencia de cualquier género no es culturalmente endémica; ella no está arreglada biológicamente. Nosotros la creamos, nuestros hábitos contribuyen a la creación de violencia en nuestro entorno. Los agentes viven encerrados en una burbuja de información. Es constante la estigmatización de la protesta social; el mensaje permanente de toda la élite gubernamental, civiles y militares, es que las fuerzas guerrilleras organizan las marchas. La consecuencia es sencilla, los agentes toman decisiones basadas en la información en la que confían. En las marchas ellos solo ven al ELN y las disidencias de las Farc y toman las malas decisiones de electrocutar, golpear y abalear.

Resulta interesante preguntarse por qué las marchas y demás formas de protestas no son “infiltradas” por las bacrimes y otros grupos armados ilegales, según los señalamientos del gobierno, y solo lo son, supuestamente, por los enemigos jurados de ese gobierno como parecen serlo el ELN, los renegados de las Farc y la “juventudes Farc”. ¿Una confesión no manifiesta de que aquellos apoyan al gobierno, de que están de su lado?

En sí, los agentes entrenados como militares no se ven a sí mismos como civiles, ni ven al ciudadano que protesta como civil; en cada caso en particular solo ven subversivos. La guerra fratricida que hemos vivido también ha contribuido a que los soldados y agentes respondan violentamente ante cualquier individuo como si fuese un miembro de un ejército contrario. Los colombianos hemos visto maltratos a niños, mujeres y ancianos. Es más, son insensibles ante el abuso. Su primera reacción es ayudar a las golpizas, es por eso que se ven palizas en gavilla. En la mente de nuestras fuerzas del “orden” ante la protesta está el nosotros-ellos, algo peligroso en nuestro entorno político.

Cuando los agentes se preparaban para salir y controlar las marchas de protestas se enfocaban en señales emocionales preestablecidas, durante meses; se entrenan centrándose en la ira y el odio. Lo que se llama secuestro emocional. La narrativa permanente de los miembros del partido de gobierno de ver al fantasma del castrochavismo o las mencionadas “juventudes Farc”, ante cualquier crítica al gobierno, el cerebro de los agentes reaccionará con una respuesta automática violenta de furia a esa señal. Si observan los medios masivos de información, lo que se encuentra es que nos bombardean con cientos de matrices todos los días.

Así pues, la violencia estatal tiene su origen en los métodos y procedimientos en sus procesos formativos. Los uniformados generalmente estallan violentamente, alimentados durante semanas, meses y años con señales de ira a las que prestan atención y les tienen absoluta confianza. Se enfocan en ellas, incluso las memorizaron. La polarización en nuestra sociedad no es un impulso, es un aprendizaje. Todos los días recibimos adoctrinamiento, que nos hace amar a nuestros propios verdugos, las noticias en las que hacemos clic, las emociones en las que nos centramos, los pensamientos que nos inculcan. Todo esto contribuye a un aprendizaje, nos demos cuenta o no.

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