Las entrevistas, ese poco atractivo ejercicio de interacción social que me genera todo tipo de malestares. Esto posiblemente suene como la más terrible de las confesiones, teniendo en cuenta que soy un Profesional de las Comunicaciones. Para mí simplemente todo eso de las entrevistas es un juego del más hábil.
Con el respeto que me merecen las auxiliares de gestión humana, psicólogas organizacionales, Analistas de Desarrollo Humano, en fin, esas niñas (en su mayoría) que se sientan a analizarte desde una perspectiva profundamente subjetiva; no creo que vayan a lograr nunca venderle a alguien la idea de que escogerán al mejor, ni al que más se adapte a la cultura organizacional de la empresa, un concepto que algunas ni saben manejar.
Vale recalcar que aquí hablamos de mi experiencia, probablemente se encontrarán las brillantes psicólogas que son capaces de leer absolutamente a cada uno de sus candidatos, incluso desde su misma hoja de vida. Aquellas que, después de identificar elementos claves, lo fusilan a uno con preguntas estratégicas que contrastan lo escrito con la realidad, tratando de establecer el criterio de los candidatos. Me imagino aquellas profesionales que realizan su tarea más allá del test de personalidad. Esas psicólogas que no preguntan cuánto es la aspiración salarial del candidato, porque saben que si está sentado ahí es tan regalado como el resto de los que se encuentran en la sala de juntas. Y regalado porque tristemente los sueldos de este país nos bautizan y confirman con este adjetivo.
Como han de suponer, yo casi siempre he estado acompañado del primer grupo de profesionales de Gestión Humana, o sea las que se sientan ahí a preguntarle a uno las mismas 5 bobadas, a entregar las pruebas y al final saber si lo que se quiere ganar el candidato es lo mismo, o muy cerca de lo que la empresa ofrece.
Sebastián: ¿Cuéntame qué hiciste en tu trabajo anterior? ¿Y por qué te saliste? ¿Con quién vives? ¿Qué te hace enojar? ¿Te gusta trabajar en equipo?, eso sí, que no falten aquellas dos preguntas que todos hemos tenido que responder alguna vez, y que como el test de los dibujitos, ya sabemos enfrentar airosamente: ¿Cuál es tu principal debilidad y cuál es tu mayor fortaleza?
Mientras todas esas torturantes preguntas llegan a mis oídos, yo solo quiero salir corriendo, o a lo sumo responder que claro que me gusta trabajar en equipo; que mi principal debilidad es ser muy perfeccionista y mi mayor fortaleza el compromiso “conmigo y con la empresa que me contrate”. Como ven, hábil y vendido.
¿Por qué será que las empresas nunca tienen claro qué es lo que buscan? Es imposible tener una buena entrevista en esas circunstancias. Y ni me hagan hablar de los jueguitos que se inventan para ver si uno es más avispado que el vecino.
En fin, pasar por el proceso de las entrevistas con psicólogas es todo un ejercicio de habilidad, respuestas prefabricadas, tono de voz concreto y seguro, mirada firme y sobre todo: mucha paciencia.