¿Uribe y Cepeda, instigadores de la polarización en el país?

¿Uribe y Cepeda, instigadores de la polarización en el país?

"Con ellos el país se adentra al peligroso juego de los extremos ideológicos, que fomenta el odio y consecuentemente causa más violencia"

Por: Mauricio Jiménez
septiembre 15, 2020
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¿Uribe y Cepeda, instigadores de la polarización en el país?

Álvaro Uribe e Iván Cepeda llevan vidas distintas y tienen destinos pararelos, pero circunstancias semejantes; aspectos que de alguna manera los unen, pero al mismo tiempo los distancian.

Sus respectivos padres fueron asesinados, uno por las Farc y el otro por la extrema derecha. Desde ese momento, les cambió la vida y con el transcurrir del tiempo no dudaron en entrar a las lides de la política.

Y como era de suponer, cada uno con una clara posición ideológica siguiendo los pasos de sus progenitores. Uribe, con una férrea posición al desarrollo de los derechos individuales; Cepeda, defendiendo la igualdad social.

Desde pequeños fueron influenciados por sus padres. Ellos definieron en gran parte su comportamiento y conducta, su posición ideológica y el gusto por la política.

Álvaro Uribe Vélez es hijo de Alberto Uribe Sierra, quien fue un hacendado paisa, arraigado a su tierra y negociante, y de María Laura Vélez de Uribe, quien impulsó el derecho al voto de la mujer en el país y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, desde las huestes liberales.

Iván Cepeda es hijo de Manuel Cepeda Vargas, quien militó en el Partido Comunista Colombiano (PCC), y de Yira Castro Chadid, periodista del semanario Voz Proletaria. El padre de ella fue Gustavo Castro, uno de los fundadores del movimiento comunista.

Sus ancestros dejaron una huella indeleble en sus respectivas vidas. El asesinato vil y cobarde de sus padres y el activismo político de sus madres marcarían para siempre sus destinos.

Ambos, desde la legitimidad de sus cargos como senadores, no descansaron para lanzarse diatribas mutuamente, desencadenando finalmente en el juicio contra Álvaro Uribe Vélez por manipulación de testigos y fraude procesal. Son enemigos acérrimos. Para ellos, el perdón parece no estar dentro de su léxico.

Vivir con el recuerdo es revivir el trágico pasado. Escucharlos y verles su diario actuar es reafirmar la aversión que se tienen. Se les nota ese sentimiento profundo e intenso de repudio del uno hacia el otro. Su malquerencia lo que ha hecho es transmitirle ese odio al pueblo y polarizar aún más las diferencias con posiciones extremistas.

El perdón contribuye a la paz y la venganza a la destrucción de la sociedad. Uribe no perdona al igual que Cepeda. Desde sus respectivas posiciones ideológicas influyen al pueblo de una manera decisiva, pero, en este caso, no contribuyen a una sana convivencia social.

Actúan en aras de sus intereses y según sus propias convicciones, a pesar de que dicen obrar por una justa causa. Ese principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde o pertenece no parece que aquí se cumpla esta virtud.

Estos dos personajes de la vida política que a viva voz reclaman justicia desde su perspectiva personal, arrastran con su convicción de tener la verdad a miles de seguidores que andan sin rumbo, como oveja perdida, y necesitan tener a un líder a quien seguir, o lo hacen con el propósito de creer que son ellos quien lo representa en su obrar, pensar y sentir.

Definir a Uribe como a Cepeda es entrar a un campo de odios y amores y se les une a otros tantos actores de la vida política que también suscitan esa clase de sentimiento.

Y la misma clase política entiende que no hay cabida a posiciones neutras o tibias. Lo que sí es claro es que en las últimas décadas se ha votado no por una plataforma ideológica de un partido o movimiento sino por aquellos que asumen posiciones extremas: derecha o izquierda.

Estos dos personajes representan estas dos corrientes, pero lo más grave es que muchos identifican a Uribe como promotor del paramilitarismo y a Cepeda integrante de las Farc.

Cierto o no, con razón o sin ella, el país cada vez se adentra al peligroso juego de los extremos ideológicos que, en últimas, lo que hace es fomentar el odio y consecuentemente ser causa de más violencia.

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