Colombia es un país maravilloso, lleno de paisajes, de personas sonrientes y trabajadoras, de campesinos que labran la tierra para que tengamos lo mejor en la mesa, de gente que se levanta día a día para hacer algo bueno por el país, de emprendedores que se esfuerzan por salir adelante, de madres cabeza de hogar que lo hacen todo por su familia, de mujeres que luchan por sus derechos...
Sin embargo, durante los últimos días Colombia solo nos muestra oscuridad y nos da a entender de una forma inexplicable que en vano hacemos algo para que este país tenga arreglo. Cada día nos levantamos con una noticia peor que la del día anterior: las masacres, los desplazamientos forzados y recientemente la muerte de Javier por el abuso policial.
Llegamos al punto en que los jóvenes ya no vemos esperanza, sino la repetición de la historia de hace unos años. Además, con una guerra continua y un proceso de paz que el gobierno dejó morir la desconfianza hacia quienes nos dirigen aumenta, sobre todo porque los mensajes que nos deja el presidente Iván Duque en sus intervenciones se reducen a decir que se harán las investigaciones pertinentes.
A la larga, este es un país lleno de investigaciones que no llevan a nada, donde la impunidad anda por la calle y donde el miedo a salir vuelve a apoderarse de nuestras vidas. ¿Hasta cuándo tendremos que ver noticias que nos hacen llorar?, ¿hasta cuándo los colombianos nos daremos cuenta que gran parte de lo que pasa está en nuestras manos?, ¿que la solución no está en coger un CAI e incendiarlo?
De verdad, ¿cuándo nos daremos cuenta de que cada voto que se vende a cambio de un tamal o $100.000 pesos puede ser la consecuencia de lo que hoy sucede?, ¿en qué momento se dará cuenta Iván Duque de que tiene a cargo un país que se está desangrando y de que sus habitantes no podemos más? Se nos está acabando todo, mientras se nos va la vida.
