Javier Ordoñez medía 1.84. Reducirlo de un bolillazo o de un puño era dificil. Por eso la policia lo redujo a punta de teaser, dos minutos electrocutándolo mientras el abogado suplicaba que lo dejaran en paz. Sus amigos, los que se estaban tomando unas cervezas con él en el Barrio Santa Cecilia de Engativá , grabaron la tortura. Después se lo llevaron a un CAI.
Allí no se sabe que sucedió. De pronto pasó lo que suele suceder en un lugar de estos: intimidación, tortura, algún golpe mal dado. El punto es que Javier Ordoñez colapsó allí y la policia se lo llevó hasta las puertas de un hospital donde enfermeros lo encontraron tirado en el piso, muerto, asesinado por la policía.
Dejó dos hijos, una ex esposa, y una mujer que lo amó hasta el final de sus días a este hombre de 44 años, quien había nacido en Girardot, tenía a su mamá en España y a un hermano en Argentina. Su asesinato desató una ola de indignación contra la policía que parece convertise en sunami.