Decía el maestro del periodismo Javier Darío Restrepo: “La opinión en una información a la vez que distrae, es un abuso. El receptor espera que le den información cuando lee noticias y busca opinión cuando lee columnas”. No está de más decir que no soy periodista de opinión, soy un simple ciudadano que se da el lujo de opinar en un país en el que al parecer hacer eso es un delito.
Además de acumular un poder sin precedentes en el que los entes de control han quedado en manos de sus amigos, de haberse salvado gracias a la pandemia de un creciente descontento que antes del confinamiento convocaba marchas y cacerolazos, y de contar con la ventaja de un legislativo al que prometió jamás darle un bocado de mermelada pero que de manera comprobada no necesita legislar porque el “malvado doctor Tocino” lo hace todo por ellos, el presidente Duque hoy cuenta con un bloque sólido de periodistas que diluyen bocados de opinión en las noticias y viceversa. Aclaro que me enteré del apodo del “Malvado doctor Tocino” de la boca de un niño de once años del conjunto de apartamentos donde vivo, no es invención mía (por si acaso hay confusión con el concepto, solicito que alguien le explique a la senadora Holguín qué es Toy Story).
Es dudosa la verdad que trina la senadora Holguín. ¿Cómo fiarse de una persona que confunde a Superman con Darth Vader? ¿Cómo fiarse de una persona que confunde la liga de la justicia con el lado oscuro de la fuerza? Asusta porque es un concepto que reconoce perfectamente un niño de ocho años de un conjunto de apartamentos. Ella no. Sin embargo, la imagen es certera. Se envanecen de sentirse los verdaderos agentes oscuros de la fuerza como alguien que se envanece de pertenecer a la “mano negra”. ¿Usted no sabe quién soy yo? Con nosotros no se meta. Intimidación a cual más.
Nunca pensé llegar a ver ese país distópico del que habla Ricardo Silva Romero en su columna. Si no fuera porque todos usamos “tapabocas” (que nombre más oportuno), cualquiera pensaría que estamos en un país musulmán. Con su machismo a cuestas, sus feminicidios rampantes y los homicidios impunes de sus líderes sociales que asemejan más una purga estalinista que a un Estado de derecho.
¿Y qué hacen algunos periodistas frente a eso? Toman partido. Esto de por sí no es malo ni bueno. Todos tenemos derecho a opinar. Pero he aquí que los sesgos son demasiado claros. Una cosa es escuchar La hora de la verdad de Fernando Londoño Hoyos (que extraño parecido con Heinrich Himmler, el áulico de Hitler que también tenía programa de radio), quien es un fan convencido de las proezas de su líder, o a Rafael Nieto Loaiza, quien ante la petición de algunos miembros del “Centro” “Democrático” (las comillas son mías) en la convención en Paipa de buscar más los sectores de centro dijo abiertamente, como quien sale del closet, que él era de derecha y que si se iban a discutir esas cosas en la reunión él se iba. Pues bien, son de agradecer dichas posiciones, ya que son diáfanas y se puede ver de frente al adversario. Aclaro que dije “ver”, no “perfilar”, Hassan.
Sin embargo, me asusta ese periodismo actual. No parecen ni siquiera periodistas, porque el periodista busca la verdad como Diógenes con su lámpara. Parecen imanes del mundo musulmán avivando y llamando a la guerra, plumas vendidas al mejor postor. Herbin Hoyos, quien desvelado sacrificó sus noches conectando a familiares con secuestrados de las fatídicas Farc, ahora acusa a los docentes del país en cabeza de su sindicato de reclutar menores para dicho grupo. Hoyos tal vez ignora que el profesor Mauricio Antonio Monsalve Velásquez, docente de profesión, fue secuestrado y asesinado por el frente 18 de las Farc en Ituango el 30 de agosto de 2009. La lista sigue y ahí están el ELN, los paramilitares... pregunte por lo que no vea.
Hoyos tal vez jamás vio la exposición del fotógrafo Juan Manuel Echavarría, cuyas imágenes muestran más de cien tableros de escuelas abandonadas a causa del conflicto, de veredas desplazadas por paramilitares o guerrilleros. De cualquier bando, todos narcos al fin y al cabo. Por eso asusta que el “Centro” “Democrático” piense que todos los docentes son de izquierda. Peor, asusta que piensen que todos son comunistas. Peor aún, asusta que algunos periodistas piensen que todos los docentes son comunistas. Como si no hubiéramos leído nunca quiénes fueron Hitler o Stalin.
Por eso no es de extrañar filiaciones políticas como la de Claudia Gurisatti, la de Vicky Dávila o la de la dinastía Vélez. Ellos ya no informan, señalan. Ya no son periodistas, son jueces. Nada que extrañar en un país en el que el poder judicial difícilmente juzga y un chisme es periodismo puro. Alguien dice que son “líderes de opinión”. Asusta porque este es un oficio comparable al de un youtuber o un tiktoker.
¿Qué hacen sus seguidores? Es evidente que en la analogía, en medio de este fundamentalismo, son elementales “stormtroopers”, un nombre tomado del alemán sturmtruppen, las denominadas tropas de asalto de Hitler. El casco lamentablemente es demasiado parecido al del Esmad, lo que es una analogía comparable a la de Miguel Uribe con Anakin Skywalker.
Pero no nos llamemos a dudas. Si a un fan de la saga le preguntaran quiénes son los sicarios del país que asesinan a líderes sociales, todos dirían que son los Sith, cuyo gran líder es Darth Sidius, o sea el senador Palpatine. No se necesita tener 14 años para saber que el líder del lado oscuro es… ¡el mismísimo innombrable! Pero eso corresponde a otra saga, la de Harry Potter.
Lo que olvidan es que en este país sin memoria, los niños sí la tienen. En alguna clase de literatura un docente enseñaba el infierno, el purgatorio y el paraíso de Dante del clásico La divina Comedia a sus alumnos. Les pidió como tarea que clasificaran a personajes de su vida o de la vida nacional o internacional en alguno de estos recintos del poema épico. El 99% de ellos colocó a sus padres en el paraíso. Los del Barcelona colocaban en el purgatorio a Cristiano Ronaldo y los del Real Madrid, a Mesi. Lo extraño es que sin que el profesor lo pidiera pusieron a Uribe en el infierno. Pero lo que llamó más la atención del docente fue que lo ubicaban en diversas partes. En el círculo de los asesinos por los falsos positivos, en el de los ladrones por la corrupción... y alguno lo dibujó en el octavo, cubierta su capa de plomo por una ligera capa de barniz de oro. El círculo de los hipócritas.
Pero eso hace parte de otra mitología. En el mundo de Comic-Con jamás se ha visto que Superman, Batman o los héroes de Marvel se enfrenten con los narcotraficantes que campean tras los bastidores de las luchas políticas de este y otros tristes países que añoran ver héroes en cualquiera que alce de manera autoritaria la voz o en mesías cualquiera que acompañen el grito con un arma. En cambio hay periodistas y docentes heroicos que fueron acallados con las balas, periodistas que juzgan lo que los jueces no juzgan y docentes que enseñan lo que los periodistas no enseñan. Pero los niños, se han preguntado por los niños. A ellos sí hay que tenerles cuidado: interpretan el país y tienen memoria.