En el presente texto quisiera abordar de forma breve la relación entre lenguaje jurídico y el derecho en la vida cotidiana, sosteniendo que el lenguaje jurídico es cerrado y además excluye a los sujetos a los que se le aplica el derecho.
El derecho como tal está estructurado de forma similar al lenguaje, ambos cuentan con vocabulario, estructuras y reglas. Es tal vez de esas similitudes que nace la expresión “lenguaje jurídico”. Dominar el lenguaje jurídico requiere de habilidades que no se diferencian del aprendizaje de una segunda lengua: adquirir vocabulario, familiarizarse con las estructuras sintácticas y gramaticales, redactar adecuadamente y darle claridad a lo que se quiere expresar. Bajo esta perspectiva, el derecho no es una manifestación mediante lenguaje, sino que el derecho por sí mismo es un lenguaje, que por supuesto tiene similitudes notorias con el lenguaje corriente.
La posibilidad de expresarse en el lenguaje jurídico está reservada para quienes de cierta forma pertenecen a la comunidad jurídica, desde la academia, o porque ejercen el derecho de una u otra forma. Es muy atípico escuchar en un día cotidiano términos como adehala o afidávit, que resultan comunes en la práctica jurídica, pero son totalmente extraños para la gente que está sujeta al derecho, es decir, la sociedad en general. Estamos todos sujetos al derecho, desde que venimos al mundo el ordenamiento jurídico nos considera personas, se nos da un nombre y poseemos una serie de derechos específicos (vida, familia salud...), no se puede escapar al derecho y aunque es parte constante y cotidiana de nuestra vida, no se conoce el lenguaje jurídico.
Conocer el lenguaje jurídico es una posibilidad de pocos, según cifras del sitio web ámbito jurídico, en Colombia por cada cien mil habitantes hay 355 abogados, es decir, de cada grupo de cien mil personas, solo el 0.3% tiene formación jurídica, (ámbito Jurídico, 2018) eso sin tomar en cuenta que respecto a otros países la cifra colombiana es altísima. No pretendo que todos sean abogados, lo que pretendo es hacer ver que el derecho esté presente en la vida diaria de todos, y que el conocimiento de las personas sobre este es muy poco, aunque la educación esté avanzando, mostrándoles a los niños y jóvenes en aspectos básicos del derecho, aún queda mucho por hacer. Basta con escuchar la opinión ciudadana para caer en cuenta que el ciudadano del común no confía en el sistema judicial (El Tiempo, 2018). ¿Tiene el derecho la culpa de esta desconfianza?
El derecho parece quedarse en los libros y en las discusiones teóricas, allí es perfecto, en la práctica no porque no se entiende. En vez de buscar que el lenguaje jurídico sea cada vez más técnico y especializado, por qué no hacerlo más sencillo y asequible. El lenguaje corriente es lo suficientemente rico para que la comunidad jurídica diga lo que quiera decir sin tantas “arandelas”, por supuesto que su uso dé lugar a vacíos, pero el lenguaje jurídico también hace lo propio.