El conflicto armado colombiano ha afectado a millones de ciudadanos en especial mujeres, que haciendo uso de la “resiliencia” iniciaron una lucha por la paz y la dignidad de otras víctimas del conflicto, conviertíendose así en liderezas, anónimas para una parte de la sociedad y los “medios masivos de comunicación” .
Una de esas mujeres hoy lidera una apuesta en la capital de Colombia, que busca mitigar la revictimización y pretende ser solución a los problemas de las víctimas y su búsqueda de dignidad y justicia, me refiero a la alta consejera de víctimas del distrito, Ana Teresa Bernal.
“Yo también soy víctima del conflicto” Me dijo, al mirarme a los ojos, con la mirada solidaria, de testigo un café, que nos suavizó el trago amargo de recordar juntas que algo nos unía, más allá de la tragedia de haber sido ambas víctimas del conflicto, una amistad en común con un ser maravilloso que siempre luchó por la salida política y pacífica del conflicto, el mártir .
Un Activismo a flor de piel, en esta lidereza, quién se define a si misma constructora de paz, que desde espacios de participación de víctimas y construcción de paz, ha aportado a este país insumo valioso para la construcción de nuestra memoria y nuestra real historia, que muchos ocultan con intereses políticos y económicos.
La Alta consejería para las víctimas, ha promovido la defensa de las mismas desde el estado distrital, asesorar a la alcaldía en cómo apaciguar el dolor de las víctimas, cómo dar una ayuda inmediata a las familias que sufren desplazamiento forzado y encuentran en Bogotá un refugio para salvar su vida, Ana Teresa, va siempre resolviendo dia a dia problemas que otros no escuchan, víctimas con problemas de seguridad, con hambre, con indignación son quienes recurren a ella y aunque a veces hay cosas que se salen más allá de su función, la pude ver “hacer una vaquita” para proporcionar la ayuda económica a una mujer desplazada, ayuda que el gobierno central da a cuenta gotas o simplemente niega con evasivas.
De lidereza a lidereza, el abrazo de hermandad, constructoras de paz, el sueño común de un país sin guerras, sin desigualdad y con inclusión de quienes no tienen voz. Se terminó el café, y después de 3 horas que se pasan volando, pudimos compartir historias de vida que quedan selladas en nuestros corazones hasta el fin de nuestra existencia.
¿Quién más, para trabajar por las víctimas, que una víctima del conflicto armado que en carne propia experimento el dolor de la crueldad de una guerra inútil que se ensañó con las mujeres?