Anoche soñé con Antonio Nariño, un hombre que luchó hasta el último día de su vida por nuestra patria; que batalló por la igualdad, por lo que creía correcto y por el bienestar de nuestro país; que fue castigado por querer educar a un pueblo; que fue desterrado por desear la igualdad; que fue condenado por culturizarse y buscar el bien común; y que sin importar todos los amigos que lo traicionaron, todos los meses en la cárcel, la viruela y la muerte de aquellos que quería, no dejó que eso lo desmotivara, lo hiciera dejar de pelear por lo que creía justo o lo callara.
Esta mañana soñé despierta. Policarpa pasó por mi mente. En mi opinión personal, clasificar a la Pola como un “ícono del feminismo” es poco. Salavarrieta es mucho más que eso. Es una heroína nacional: era una estratega, valiente e increíblemente inteligente. A sus 14 años fue de gran ayuda para las fuerzas patriotas. Además, tuvo más coraje que muchos hombres y mujeres que tenían el doble de su edad. Aún así, les puedo asegurar que han escuchado más sobre aquellos que aunque lucharon por la independencia, lo hicieron con intensiones de mantener su estatus criollo y de nobleza, que sobre ella.
Esta tarde, mientras me tomaba un té, pensé en ambos personajes previamente nombrados, también en la Patria Boba de Nariño y en las palabras de Policarpa mientras la ejecutaban. Pensé en las últimas palabras de Morillo al Sabio Caldas mientras este caminaba por los pasillos del lugar en el que se había educado, dirigiendose hacia su muerte. Pensé en Juan Sámano, en toda la sangre que derramó. Pensé en Galán y en Manuela Beltrán. Pensé en nuestros líderes (a excepción de Nariño), aquellos que aunque no tuvieron fuerza militar, marcaron un cambio. Todos aportaron a nuestra independencia y todos hacen parte de la memoria colectiva del país.
Esta noche pensé en nuestra realidad actual, en los muertos, en la violencia y en el fracking. Esta noche pensé en nuestros líderes sociales, en nuestros periodistas y en nuestros campesinos. En la oscuridad pensé en nuestro gobierno, en nuestros “líderes”, en los decretos y en la pandemia. Esta noche me di cuenta de que Nariño y la Pola se deben estar revolcando en su tumba: 210 años después seguimos en una Patria Boba. Es cliché decirlo y por mucho tiempo luché en contra de ese termino que dictó el precursor de la Independencia. No me parecía justo, porque aunque creía que fue un período de muchos errores que llevaron a la Reconquista, se lograron cambios importantes en ese entonces. Sin embargo, esta noche más que nunca empatizo con Nariño y lastimosamente tengo que dejar escrito que nada ha cambiado.
¿Acaso podemos considerar patria este país que está completamente dividido? 210 años y ya no estamos bajo un dominio monárquico, peor, vivimos sometidos a la ignorancia y a la violencia. A veces se siente que ni tenemos mandatarios. 210 años y todavía no hemos logrado la igualdad que Nariño buscaba. 210 años y seguimos polarizados, inclusive más que nunca. 210 años y cada vez el pueblo está más molesto y más resignado a aceptar “lo menos peor”.
Esta noche, en mis sueños retumbaron las palabras:
- "De nada sirven los triunfos si la paz no los corona".
- “España no necesita sabios”.
- "Qué se diría de unos hombres que viendo asaltar su casa por los ladrones, se pusieran a disputar con sutilezas los derechos que cada uno tenía para vivir en esta sala o en la otra".
- "¡Pueblo indolente! ¡Cuán distinta sería hoy vuestra suerte si conocierais el precio de la libertad! Pero no es tarde. Ved que, mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más. ¡No olvidéis este ejemplo!".
Esta noche, me reencontré con Nariño, Policarpa y otros líderes de la Independencia. Qué decepcionados que estaban.
