Mutantex, la banda punk de Medellín, tiene una versión de My Way que se pregunta:
“¿Cómo, me calmo yo?,
¿cómo me calmo?,
ya ni con drogas, ni con alcohol
ya no consigo ninguna reacción”
esa desesperación por las emociones la tiene Gregorio Echeverri desde que era niño. Entonces, para consumir su energía y su sed inagotable de poder fue senador, alcalde de Medellín, gobernador de Antioquia y presidente durante ocho años. Hizo de la muerte de su papá una cruzada contra las guerrillas, promovió, durante su periodo como gobernador, la creación de más de 1.000 cooperativas armadas de ciudadanos, se casó con la mujer más inteligente de la ciudad, tuvo dos hijos, tres hermanos y un papá que padeció en su finca los abusos de los subversivos. Pactó con paramilitares y calló a los defensores de derechos humanos que le reclamaban el asesinato de inocentes convertidos en guerrilleros por obra y gracias del ejército para mostrar resultados, sacando a cuatro millones de personas, inmaculadas de blanco y tenis contramarcados y ejecutando el rescate más espectacular que recuerde el país. Pero al final de su vida política, después de su gloria, Gregorio Echeverry debe pagar por su fiebre y todos los fantasmas terminarán sentándose en su mesa.
La nueva novela de León Valencia no sólo es una oportuna metáfora sobre un expresidente que vive sus horas más bajas, sus días de otoño, sino la historia de Colombia en los últimos veinte años. Con la misma precisión que nos narró su vida como guerrillero en Mis años de guerra, Valencia vuelve a confirmar la contundencia de su prosa y su rigurosidad. Como Vargas Llosa, es un novelista que escribe al lado de enciclopedias, libros de historia y hasta atlas aunque, en este caso, recurrió a sus propias fuentes.
En tiempos donde se rebaja la dignidad de expresidentes recurriendo a adjetivos tan despreciables y dudosos como Matarife, León Valencia recurre a lo que le ha trabajado toda su vida: el esclarecimiento de los hechos a partir de la más rigurosa de las investigaciones. Y revela datos, personajes, situaciones que, tras el velo de la ficción, se ven tan reales, tan posibles.
Una lástima que los profesores de Español en los colegios de Colombia estén tan ocupados haciéndoles odiar a sus estudiantes la literatura y la historia poniéndoles a leer cosas imposibles como La Celestina. La sombra del presidente podría cambiarle la vida a un muchacho de 15 años que está convencido que todos los escritores se visten como Fernando de Rojas. Un libro necesario que se consume con la voracidad que un gordo puede saborear una barra de chocolate. Una buena excusa para dejar en paz por unos cuantos días Netflix.