Para Alejandro Riaño no fue difícil crear su personaje de Juapis González Pombo, un gomelo estrato 6, clasista, que vive de las apariencias y es fan número uno del “¿usted no sabe quién soy yo?”. El humorista de 34 años conoce muy bien a los Juampis de la vida real.
Empezó en el Gimnasio Moderno, donde estudió su abuelo Jaime Pradilla y luego pasó al Gimnasio Campestre, ambos colegios bogotanos chic. Tuvo incluso la oportunidad de vivir dos meses en la Casa de Nariño por ser buen amigo de Felipe Samper, hijo del presidente del momento, Ernesto Samper, y disfrutó de ese privilegio, incluso pudo ser, pegado al hijo del presidente uno de los primeros en tener acceso ilimitado al recién nacido Mundo Aventura y de paso disfrutar los toros en la Plaza de La Santamaría desde barrera.
Su familia es propietaria del restaurante El Pórtico una réplica de un pueblo colonial, un sitio obligado para almorzar y conversar de los bogotanos. El Pórtico fue el centro de la vida de Alejandro y donde decidiría tiempo después que quería convertirse en un comediante cuando vio por primera vez en tarima a Antonio Sanint y Julián Arango.
Su papá, Alberto Riaño, lo introdujo al arte y el teatro. Creció en el barrio La Macarena rodeado de la bohemia de los años 90. No le gustaba mucho su barrio y prefería los del norte, al punto que cuando regresaba de las fiestas le pedía a sus amigos que lo dejaron en los alrededores de la calle 76, en el barrio Rosales, al frente de donde vivían sus abuelos y de ahí cogía el taxi hacia su casa en el centro. Con la ruta escolar hacía lo mismo, lo dejaba sobre la Séptima y fingía subir a Rosales mientras el bus se alejaba.
Alejandro reconoce que en esa época de su vida era un Juanpis, aparentador de un dinero que no tenía. En una crisis familiar en que su mamá, diseñadora textil se quedó sin trabajo, terminaron viviendo en El Pórtico, a la espera de la venta de las esculturas de su padre.
Se vestía con la ropa heredada de sus primos y alardeaba con sus amigos de viajes que fingía hacer pero eran la descripción de las vacaciones que tenían sus tíos y primos pudientes. Así, fue como Alejandro se convirtió en su odiado personaje, vivía el estilo de vida de un gomelo con unos gustos que su familia no le podía complacer.
Alejandro acepta que desperdició gran parte de su juventud por andar aparentado de apellidos y bobadas con las que pelea y de las que se burla constantemente hoy.
Riaño en su personaje de JuanPis presentando JP News, un noticiero semanal.
La farsa no le duró mucho, un día lo pillaron bajándose de la ruta escolar en Rosales y no en el Centro como se suponía debía, no tardó mucho en que sus padres se enterarán de la gran mentira que había inventado. No tuvo más opción que confesarle, con lágrimas y todo, la verdad a su padre. Fue la primera vez, que se sintió vacío, sin sentido y le dio vergüenza no la condición familiar sino de si mismo por su hipocresía. El montaje de su vida que había armado. Desde entonces, empezó a estudiar teatro en el centro, abandonó sus viejas amistades y decidió a mostrar las mentiras de la vida artificial que muchos llevan y que le inspiró su personaje.
Por esto crear a Juanpis González Pombo no fue tarea difícil para Alejandro Riaño. Es el ácido retrato de su adolescencia, uno que experimentó en carne propia, fue arribista, clasista y racista, las características que hoy crean a su personaje de ficción y que Alejandro describe como todo lo que no se debe ser en la vida.
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