“Conectar Colombia con aquellas regiones a las que sólo se llega volando” fue una de las frases del expresidente Alberto Lleras Camargo tras firmar el decreto 940 de 1962, primera semilla abonada de lo que hoy se conoce como el Servicio Aéreo a Territorios Nacionales-SATENA.
Eran los años 60 y para viajar a Leticia en el Amazonas y otras muchas “regiones sub-desarrolladas” como se leía en el decreto, sólo era posible hacerlo en aviones militares. Así pues, se dispuso de la compra de 7 aeronaves de corto alcance, todas de segunda mano y muchas utilizadas durante la segunda guerra mundial, para el inicio de vuelos comerciales que serían operado por las Fuerzas Armadas de Colombia.
En 1964, dos años después de inaugurados dichos vuelos, a Colombia llegaron otras 5 aeronaves para fortalecer la aerolínea desde Estados Unidos, los cuales el gobierno de John F. Kennedy decidió donarle al Estado colombiano meses antes de que fuera asesinado el mandatario gringo.
Para ese entonces, municipios como San Vicente del Caguan en Caquetá, Bahía Solano en el Chocó, Mitú en el Vaupes, Puerto Leguizamo en el Putumayo, La Macarena en el Meta e Inirida en el Guainía pocas veces habían tenido operaciones comerciales regulares haciendo uso de sus aeropuertos construidos para recibir operaciones militares.
Cuatro años más tarde, el expresidente Carlos Lleras Restrepo expidió la ley 80 del 12 de diciembre de 1968 en la cual se decretó que la aerolínea funcionaría como establecimiento público, con un propio patrimonio y que estaría unida al Ministerio de Defensa, funcionando en una lógica en la que siempre ha primado la necesidad por encima de la oportunidad.
Así pues, firmes e incondicionales, los aviones de Satena han estado en la primera fila para atender las catástrofes más mortíferas de Colombia como fue la catástrofe de Armero, el terremoto de junio del 94, la tragedia de Mocoa, entre muchas otras. Además, ha estado a disposición de grandes proyectos nacionales de corte político como fue el tratado de paz de la Habana, en el que sus aeronaves fueron varias veces encargadas de transportar a comisiones negociadoras y representantes de víctimas entre ambos países.
La lógica der ser una empresa para atender necesidades y no para generación de riqueza es la que ha mantenido a SATENA volando, pues han sido varios los gobiernos que han intercedido no por esta sino por mantener el país conectado sin importar las crisis de la aerolínea que no han sido pocas.
En 1969, el país se estremecía con el primer accidente aéreo de SATENA que dejó 35 personas muertas cuando uno de sus aviones Douglas C-47 se aproximaba a aterrizar a la base militar Apiay, cerca de Villavicencio. Tres años después, otro de sus aviones de la misma categoría se accidentó en el Cerro San Nicolás en un vuelo con destino a Quibdó y en el que murieron 31 personas.
En el 79, uno de sus aviones iconos del momento, un Avro 748, fue secuestrado por Armando Nieto, uno de los mecánicos de la aerolínea, el cual fue intencionalmente estrellado en el barrio Marco Fidel Suarez al sur de Bogotá, exactamente a 4 cuadras del lugar de residencia de los padres de Nieto. En el 85, uno de sus dos recién incorporados Fokker F-28 se accidentó cerca a Florencia, Caquetá en el perecieron los 46 pasajeros a bordo. En otro Fokker que enfilaba su flota se accidentó 10 años después en Villavicencio.
Ni siquiera la crisis financiera del año 2010, en el que se declaró que la aerolínea reportaba pérdidas por 25 mil millones de pesos y tenía deudas de 120 mil millones con los bancos logró tumbar sus operaciones y, tras una intervención gubernamental del entonces presidente Álvaro Uribe, la compañía salió a flote sin necesidad de privatizar parte de sus acciones.
Pues bien, hoy la aerolínea cuenta con 12 aviones de corto y mediano alcance que cubren una red de 35 destinos repartidos en 19 departamentos de Colombia, siendo la única aerolínea comercial que llega a gran parte de estos. Cada año transporta a 1 millón de pasajeros aproximadamente y hoy es la principal operadora aérea del Puente Aéreo de Bogotá.
La llegada del COVID-19 a Colombia supuso un golpe especialmente duro para Satena del que todavía no hay luces de recuperación. A diferencia de sus competidoras como Avianca, Vivaair o EasyFly, Satena no ha entrado en procesos de reorganización, pero sus rutas desde Bogotá no están próximas a habilitarse y sus aviones no tuvieron la capacidad de hacer vuelos humanitarios o de carga en los últimos meses, prácticas que sirvieron como fuente de ingreso para todas las demás aerolíneas operativas en Colombia.