No sé si es que la economía de Colombia está pasando por un mal momento a pesar de lo “boyante” que se muestra en la prensa o si es que las grandes empresas se aprovechan de las pequeñas, pero volverse proveedor de una entidad para eventualmente recibir un pago es una pesadilla.
Resumo el muy desgastante proceso:
Para comenzar, anticipo no hay porque siempre pasa que el producto o servicio lo necesitan “para ayer es tarde”. Así que más se demora en salir el anticipo que uno en entregar el producto o prestar el servicio.
En fin, presta uno el servicio, el cliente queda muy satisfecho y, como por arte de magia, empieza el martirio.
Envía uno la factura y a las dos semanas responden diciendo que no la pueden recibir porque primero hay que crearse como proveedor.
—Pero, perdón… ¿ustedes están 100 % satisfechos con el servicio o hay algo que quedó mal?
—No, si nos encantóoooooo! ¡Les quedó es-pec-ta-cu-lar!
—Entonces, ¿por qué no me pueden pagar?
La respuesta es un formulario aburridísimo y un listado de documentos para anexar. Regañado y sin otra opción, diligencio el formulario y envío los documentos, uno de los cuales es ridículo: un certificado bancario con menos de un mes de vigencia.
—Le estoy diciendo que la cuenta es m-i-a, si no lo es demándeme, pero no me haga gastar plata en certificados cuando no me han pagado. Cuando me paguen les mando un certificado mensual durante los próximos seis meses. ¿Le parece?
(…silencio al otro lado del teléfono…)
Manda uno los documentos y a las tres semanas llamo a preguntar qué ha pasado.
—Señor, los documentos no los hemos recibido.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Cómo así? ¿Es en serio? Pero si se los mandé a tal persona y tengo una copia con sello de recibido de su empresa.
—Ah, disculpe, vamos a averiguar qué pasó.
Se pasa otra semana…
—Hola, llamo a preguntar si ya encontraron los documentos.
—Ay, sí, menos mal nos llama. Es que hay un problema, los certificados de cámara y cuenta bancaria tienen más de un mes de vigencia.
—Obvio, si los papeles los mandé hace más de un mes.
Pues nada, “por política” no me pueden registrar como proveedor y hay que volver a enviar todo otra vez. A este punto han pasado dos meses desde que cumplí con mi parte del contrato y lo único que he recibido a cambio es pérdida de tiempo, taquicardia, tensión arterial alta y más de $20.000 pesos en certificados, que no es mucho dinero, pero cómo duelen, particularmente la segunda tanda por la ineptitud y la “política” del cliente.
Finalmente me informan que oficialmente soy proveedor. ¡Eh, arriba rating! … y uno feliz manda otra vez la factura.
—Lo siento señor, no podemos recibir la factura porque todavía no ha salido la Orden de Compra.
—Ok… ¿y qué puedo hacer para que salga la mal… orden de compra?
—Nada, es un proceso interno.
Ciento veinte días después de prestado el servicio me informan (¡por fin!) que me han creado como proveedor. Después de anular las dos facturas anteriores, envío la tercera factura.
—Señor, disculpe, necesitamos que le cambie la fecha a la factura.
—¿Ah, sí… y eso?
—Es que por política solo recibimos facturas hasta el día 22 del mes y estamos a 23.
Con ganas de decirles por política mi cul…, no me queda otra opción que esperar los diez días para enviar una cuarta factura, la cual finalmente reciben después de ciento cincuenta días de prestado el servicio.
—Hola señorita, tú crees que la próxima semana me puedes consignar?
—Señor, por política nosotros pagamos a los treinta días.
— ¿Es decir, en un mes?
—Ay, tan gracioso el señor, son treinta días pero há-bi-les.
Finalmente entra el pago más de ciento ochenta días después de estar el cliente disfrutando de mi trabajo y de los intereses de mi dinero.
Si la demora en un pago de un producto o un servicio genera desesperación y molestia, puedo imaginar la rabia y el odio que siente una persona cuando no recibe un pago que necesita (por ejemplo, una pensión) o cuando no recibe una medicina o un tratamiento indispensables (por ejemplo, el Sisbén o una EPS). La violencia no se acaba con un proceso de paz. La demora injustificada en los procesos (desde un proceso de pago hasta un proceso judicial o médico) es violencia también.
Este vandalismo corporativo lo llamamos ‘acoso sexual corporativo’ porque si uno dice que no le gusta el proceso, la empresa no tiene problema alguno en responder: “si no le gusta, mámemelo.”
Fecha de publicación original: 19 de julio de 2014