El fulgor del hombre caribe es algo que brota desde las mismas entrañas del ser, su ardor por la vida lo convierte en un individuo irrepetible y único, porque lo que ves aquí no lo aprecias en ninguna otra latitud del mundo.
Además de la alegría de espíritu, los costeños, como nos refieren desde el interior del país, nos caracterizan otros elementos que ensalzan nuestra condición humana.
La sensibilidad de la población caribe con el otro nos coloca en un nivel de fraternidad que nos une en el dolor y en la alegría, una mezcla que en el mundo de hoy ha perdido terreno, por la necesidad de éxito y de sobresalir no importando el precio.
Una vez pase la pandemia, porque esta pasará como sucede con todo en la vida, la ciudad de Barranquilla y el mundo en general, no será el mismo; pasarán varias generaciones para dejar atrás una cicatriz que nos recordó que aún a pesar de tantas conquistas humanas, seguimos siendo frágiles.
En la ciudad de Barranquilla al día de hoy sobrepasamos las 1500 muertes, 1500 personas que dejaron un dolor inmenso en un hogar, en una familia y que nunca se podrá llenar.
Realizar el carnaval de Barranquilla en el 2021 es algo así como pretender dejar atrás el dolor del otro, para saciar el disfrute propio, utilizando una festividad que ha sido sinónimo de alegría por tantas generaciones, pero propio de almas frías y calculadoras; porque lo que hemos estado viviendo en la ciudad por estos meses, no es un raspón en la rodilla en épocas de infancia, donde te caías, te dolía, te limpiabas y volvías a la recocha.
Dicen que la realización del carnaval tiene un propósito de reactivación económica, sin embargo, me pregunto si para los hacedores del carnaval, esos que a duras penas reciben unos pesitos producto de los patrocinios o de la ayuda que puedan recibir de quienes están al frente de la organización carnestoléndica, les alcanza lo recibido para cubrir todos los gastos del resto de año.
Si bien la ciudad, según las cifras entregadas por las autoridades locales, ya pasó el pico de la pandemia, todavía se observan en los informes diarios contagios de más de cientos de personas, lo que quiere decir que la enfermedad sigue estando presente y que existe una alta probabilidad de tener otro nuevo pico en cualquier momento.
Si el carnaval no se hace en el 2021, Barranquilla no se derretirá, no entraremos a una recesión económica, los servicios de salud no dejarán de atender pacientes, las empresas no cerrarán y el barranquillero no dejará de serlo, porque Barranquilla es más que su carnaval.
No es el momento de pensar en festines, de querer venderle a la ciudad y al mundo la idea de que hemos sido diligentes en superar la pandemia, en aras de mejorarle la gestión al alcalde de turno.
Como ciudad y como seres humanos merecemos hacer un duelo colectivo por las vidas pérdidas por cuenta del COVID-19, no podemos escapar a la obligación moral de ser solidarios con el dolor de ese hermano barranquillero que perdió a su papá, a su mamá, a un familiar, a un amigo, a un conocido; no nos podemos permitir tanta indolencia y pretender sucumbir a los intereses mezquinos de quienes se llenan los bolsillos por cuenta del carnaval de Barranquilla.
Hoy digo no al carnaval por respeto y por solidaridad, porque soy barranquillero y porque a pesar de haberlo disfrutado muchas veces primero soy un ser humano.
