En los años antes de la pandemia, al municipio de Jardín en lo profundo de Antioquia, llegaban siempre, en julio, caminantes de jeans sucios y un hambre desaforada por ver cine. Todos tenían algo en común: la invitación que les había hecho Víctor Gaviria. En los conversatorios, en los talleres que hace por todo el país, Victor Gaviria invitaba a su festival a todo el que le hablara de cine, de poesía. Cuando llegaba el tropel de gente, Víctor buscaba como fuera un techo para ofrecerles, un plato de frijoles para que comieran y hasta un trago de aguardiente para que las noches no fueran solitarias.
Víctor Gaviria creó el Festival de Cine de Jardín cuando los traidores le arrancaron de las manos su primera creación, el exitoso Festival de Santa Fé de Antioquia. Fue en el 2016 cuando este hijo de un médico de Liborina, invitó a sus amigos más queridos para que hablaran de cine. Así llegó León Valencia, Francisco de Roux, William Ospina, Vera Grabe, Lisandro Duque. Uno de los jurados en la categoría documental fue Miguel Littin.
Víctor no tiene el cálculo, la rigidez, el control que caracterizan a los grandes creadores. Hijo de un médico de Liborina que quiso filmaba cortos caseros en una camarita de 8 milímetros, su lenguaje es la poesía. Discípulo de Estanislao Zuleta, rebelde echado de decenas de colegios, admirador furibundo de Nicanor Parra, inspirado a hacer cine por las películas italianas y alemanas que Luis Alberto Álvarez pasaba en su cine club, hizo escenas como quien hace versos.
Por eso, desde su primera película casera, Buscando tréboles, un documental sobre niños ciegos, sus películas son poemas desgarradores, bellos, pero también aterradores. Su método desespera a los productores. Víctor Gaviria, al escribir sus guiones, siempre apoyado por amigos de toda la vida como Carlos Henao, hace un trabajo antropológico extenuante. Largo, muy largo. Por lo general le llueven críticas de sus productores por eso. Pero nadie puede acelerar a un genio.
Gaviria se funde en sus personajes desde el casting. Así conoció a los muchachos que conformaron Rodrigo D, que cumple por estos días treinta años de haberse rodado. La mano devastadora del sicariato acabó con todos esos actores naturales, el único que sobrevive es Ramiro Meneses. Rodrigo D fue la primera película escogida dentro de la selección oficial de Cannes. El eminente Bernardo Bertolucci quedó prendado de la historia de un joven punk que sólo quería tocar la batería. Su banda sonora, de Mutantex, todavía resuena en nuestros oídos con la misma rabia.
VIDEo Mutantex
Esa ternura difícil, como la que encontramos en La vendedora de rosas, es parte de la sangre que el poeta pierde mientras produce su película. En La vendedora a Víctor le ocurrió una de sus peores tragedias personales. Como cuando perdió, en plena preproducción, a Mónica Rodriguez. Ella, una vendedora ambulante que tenía una extraordinaria voz de mando, fue la que le descubrió el mundo de los niños de la calle en Medellín. Iba a ser su protagonista pero, como tantos otros de los muchachos que conoció, no nació para semilla. La reemplazó una tal Lady Tabares y todos saben la importancia que tiene esta película, revitalizada día a día gracias a los memes que esta nueva generación a adaptado con escenas cumbres donde el Zarco y Mónica, los personajes de esta adaptación de un cuento de Andersen, llenan la pantalla con la presencia que sólo tienen las estrellas. Con la Vendedora Víctor volvió a quedar seleccionado en Cannes.
Víctor no ha podido hacer todas las películas que quiere porque es un perfeccionista y necesita tiempo. Es difícil que algún loco como Erwin Goggel se le mida a hacer realidad sus sueños. No sólo es un mal de Colombia, Felini se murió así, esperando presupuestos y cansado de tantos homenajes. Victor, a sus 65 años, espera con ilusión que pase la pandemia y plasmar alguno de sus proyectos soñados, como esa historia de terror sobre una mujer emparedada en los años cincuenta en el edificio de Coltejer.
Por ahora se prepara para la Quinta edición de un festival que se enfrenta con un reto enorme, la virtualidad. El tema será el cine Queer y los invitados están encabezados por Briggite Baptiste. Habrán clásicos como Velvelt Goldmine y la obra del provocador Rosa Von Prahueim. Victor estará ahí, infatigable, inmune a la pandemia