La pandemia del COVID-19 ha generado un impacto notorio en la vida de todas las personas. Las restricciones en la circulación, imposibilidad de acudir a bares, estadios, conciertos y sitios de entretenimiento, han afectado a todos, pero en especial a los jóvenes. El confinamiento y la cuarentena han disparado en los jóvenes problemas de salud mental, que, como veremos, llega a niveles preocupantes. Sin embargo, este no es el único grave problema que los afecta.
Estos problemas son el alto porcentaje de jóvenes desafilados a salud, discriminación en razón a su edad y en razón a su género, raza, posición política y preferencias sexuales, falta de oportunidades en los campos educativos y laboral, el incremento de los embarazos adolescentes, jóvenes contagiados con ETS y el consumo de sustancias psicoactivas y alcohólicas y las altas cifras de jóvenes víctimas del conflicto armado interno.
Entre enero y mayo de este año, los suicidios en los jóvenes (entre 14 a 28 años) tienen una tasa de 2,9 por cada cien mil de habitantes. Mientras que los intentos de suicidios aumentan a una tasa de 40,6 por cada cien mil habitantes. Entre los factores desencadenantes de los casos de suicidios están vinculados los efectos de la pandemia, pues los conflictos con la pareja (39,6%) y los problemas económicos (13,2%) son los de mayor proporción.
Por otra parte, cada vez somos menos jóvenes en el Atlántico afiliados a salud. Entre el 2012 y 2018, hubo una reducción del 14,5% de jóvenes afiliados al sistema de salud. Sin embargo, la variación más significativa se da entre mujeres, con una reducción de 23%, es decir de cada 100 mujeres jóvenes se desafilaban 23 anualmente entre 2012 y 2018. Lo cual es un factor que nos llama la atención.
El desempleo en los jóvenes es cada vez peor. La tasa de desempleo juvenil es muy superior a la media nacional. El aumento de la tasa de desempleo en los jóvenes para abril de este año es de 22,81%. Donde la más afectadas por este fenómeno son las mujeres y además sin una política clara de fomento del empleo juvenil. Sin contar aun los jóvenes desempleados producto de la pandemia que se encuentran inmersos en la escandalosa cifra de 5,4 millones de personas que perdieron su empleo en mayo de este año
En materia de educación superior, la tasa jóvenes que acceden a la educación universitaria apenas alcanza el 52% de los jóvenes. Ahora aunado a la crisis del coronavirus, que el gobierno nacional luego de recortarles por medio del Decreto 444 de este año a recursos de los entes territoriales, no accede a una necesidad como es la matricula cero en instituciones de educación públicas y alivios económicos en universidades privada. De no ser así, se proyecta una deserción de entre el 30% y 50% de los jóvenes en estas instituciones educativas.
Con un agravante el gobierno solo ha expedido 2 decretos en medio de la emergencia económica y sanitaria producida por el COVID-19 y uno de ellos es para salvar al Icetex. Pero no da una respuesta concreta para ese 22,9% de jóvenes colombianos que ni estudian, ni trabajan (los llamados ninis). También, el embarazo adolescente y juvenil viene en aumento. En el Atlántico pasamos 26.000 jóvenes embarazadas a 30.000 jóvenes para 2018.
Si bien es necesaria una pronta política pública en materia de salud mental, no es de olvidar la deuda histórica en materia de salud, educación, empleo juvenil, cultura, recreación y deporte. Son muchos los enfoques que se deben colocar de presente al momento de coordinar las políticas públicas de juventudes. Solo a través de la concertación, los argumentos y la acción colectiva y democrática se logrará que se pueda generar una verdadera incidencia en los jóvenes que toque por lo menos estos puntos.