De nada han servido los plantones, las firmas, las marchas, los editoriales de algunos medios, los argumentos de voces autorizadas, las protestas en las redes sociales. Van ganando las mentes cuadriculadas de los responsables del progreso arrasador de la urbe. Aunque, al parecer, no todo está perdido aún para el sistema respiratorio de Medellín. Hay una última y remota esperanza, por cuenta de una acción popular instaurada ayer ante el Tribunal Administrativo de Antioquia, contra el daño ambiental que dejará a su paso la construcción del tramo 2B del Metroplús.
Mientras se resuelve este recurso, las motosierras llegaron para quedarse en la 43A. El arboricidio ha comenzado. La tregua que se había establecido mientras el comité Protúnel Verde y directivos de Metroplús –cuyo fin es el de construir vías alimentadoras del Metro, no competir con él- intentaban llegar a algún acuerdo, se acabó porque los segundos no aceptaron ninguna de las propuestas de los primeros, entre otras cosas porque, según alegan –es muy probable que así haya sido- muy poca gente asistió a las mesas de concertación establecidas desde el 2005 para socializar el proyecto e, incluso, algunos líderes comunales aceptaron el sacrificio de algunos de los árboles. Tal vez por eso, nos lamentamos hoy del maltrato ambiental que no supimos frenar ayer, cuando, a lo mejor, todavía era posible. La indiferencia ciudadana se paga y caro.
No obstante, en medio del escepticismo de muchos o de la poca importancia que le dan al asunto, cada día que pasa se hace más evidente que los llamados a defender la vida de estos árboles condenados sin fórmula de juicio, no provienen sólo de activistas a ultranza. La Sociedad Antioqueña de Ingenieros, por ejemplo, salió a respaldar las manifestaciones defensoras del Túnel Verde: “Les damos la razón. Además es absurdo que se construyan tramos del metroplús paralelos al Metro, como este de Envigado”, manifestó su presidente, Alvaro Villegas Moreno.
El caso es que el tramo 2B del metroplús ya está diseñado y punto, dicen, con otras palabras, altos funcionarios. En consecuencia, aproximadamente 180 árboles, de los 530 que se han convertido en los últimos 40 años en un monumento natural de los envigadeños y en un pulmón indispensable para una ciudad contaminada, no van a poder morir de pie como lo manda la naturaleza. Se morirán de batacazo.
Da tristeza pasar hoy día por ese corredor en vías de extinción que tanto nos maravillaba. Un réquiem por la clorofila.