Hoy es el día internacional de la juventud y en Colombia a nadie le importa. La verdad, no me sorprende. Es que acá impera una cultura farisea e hipócrita a la hora de hablar de los jóvenes. Frecuentemente se promocionan eventos de emprendimiento y liderazgo juvenil, los destacan como genios, creativos y apasionados, pero eso es de puertas hacia fuera, porque hacia dentro los subvaloran y los desestiman, los tratan como si fueran hijos bobos, inexpertos y desubicados.
Los emprendedores jóvenes lo saben, por eso salen a buscar inversiones extranjeras, como lo hicieron en su momento varias startups de tecnología como Picap y Merqueo en Softbank, en Portland Private Equity y en Signia Venture Partners. Ni qué decir de los jóvenes “pilos” que se endeudan una vida en el Icetex o que luchan a muerte por un cupo en una universidad pública, que de pública ya le queda poco. Ni la matricula cero les devolverá el sentido de lo verdaderamente público, o es que con ello aseguran la investigación, el conocimiento y la academia para el bien común.
Los jóvenes en Colombia están condenados al exilio voluntario, por eso miles de ellos se van del país con la primera promesa de lavar platos o instalar drywall en el exterior. Los privilegiados, no por cuestión de suerte, sino porque se quemaron las pestañas llenando formularios, realizando tramites y escribiendo ensayos, obtienen cupos en universidades extranjeras algunas notorias y otras tan desconocidas que ni su nombre logran pronunciar, pero, igual, están al otro lado del mundo, seguramente son lo mejor de lo mejor.
Colombia es el país de los cerebros en fuga. Los jóvenes que vuelven porque la beca se los exige o porque extrañan el mondongo y el ajiaco. Acá se encuentran sobrecalificados, nadie se atreve a hacerles una oferta y en el único lugar en donde los reciben es en Teleperformance, para recibir los insultos de los gringos cansados del mal servicio de algunas multinacionales.
Es tan evidente lo poco que le importa a Colombia la juventud que la única forma de colocarlos de tendencia en Twitter fue poniendo a trabajar las bodegas de un partido político de cristianos en busca de votos. Ni qué decir de los gobiernos distritales como el de Bogotá que los utilizó como trampolín político y que la mayor participación que les dio fue la de decidir cuántos kilómetros de ciclorruta o biciparqueaderos construir, así de importante es la opinión de los jóvenes en Colombia.
Los jóvenes no están pidiendo que les dupliquen las cuotas de jóvenes en acción ni que les regalen nada. Están exigiendo oportunidades reales, educación de calidad, paz y justicia social, y que se haga efectiva la política pública integral para la juventud, que más allá de un conpes bien fundamentado en el papel refleje cambios prácticos en el qué hacer de los jóvenes de Colombia. Si seguimos pretendiendo que esclavizar aprendices del Sena es la mejor forma de apoyar a la juventud, mejor agarremos maletas y esperemos pacientemente a que se reabra El Dorado.