Se habrá escrito mucho sobre la decisión de la Corte Suprema de Colombia, acerca de la detención domiciliaria de un expresidente y senador, pero la importancia de la misma radica no solamente en que la justicia es para todos, sino del equilibrio en que haya justicia y sus decisiones sean respetadas y acatadas por el bien de la democracia.
Las democracias en algunas partes del mundo están bajo amenaza y en otras se ha consumado su muerte. En la actualidad, fracasan no al estilo de los años setenta con mandobles de generales, sino con líderes electos, que en el proceso mismo de su ruptura llegaron al poder: Chavez, Fujimori, Erdogan y Putin hacen parte del cuadro de los que aprovecharon un resquicio para colarse en la historia y subvirtieron el sistema democrático.
En el caso de Colombia, concretamente, veo con preocupación cómo se ha ido erosionando en estos últimos veinte años, con sigilo, sin que nos demos cuenta. Así el proceso democrático comience en las urnas, en Colombia se ha aplicado una siniestra estrategia de compra de votos, creando un engañoso resultado y de esta forma se debilitan las instituciones. Con música de gaitas el día de elecciones el dinero fluye con vigoroso poder, y la gente vota en un aparente acto democrático, consciente que esa papeleta depositada es el fruto de un fraude. Pero no les importa, habrán calmado el hambre por un par de días y los vencedores se alzan con el espurio triunfo y ahí es donde se inicia lo macabro.
A la democracia comienzan arrancándole las entrañas poco a poco, y muchas medidas gubernamentales que la destruyen son “legales” con aprobación del Congreso, como los cambios a la Constitución, censura a la prensa, o bien, esta ha sido sobornada y se somete al poder y los ciudadanos creen ingenuamente que viven en una democracia. Quienes se atreven a denunciar son calificados de extremistas, comunistas, castrochavistas o neochavistas. Pero eso es un alivio, porque la protesta social y la vigilancia civil, son una clara muestra que aún existe la oposición, la que da fuerza y vigor al sistema democrático. Ahora hay una mordaza invisible, tienen confinada a la ciudadanía y el Congreso sesiona virtualmente. Es el gobierno de uno.
Y es aquí justamente donde los partidos políticos y la ciudadanía organizada, deben emerger como la salvaguarda de las libertades y eso, demanda valor. Las instituciones por sí solas no bastan para frenar a los autocrátas, hay que defender la Constitución, porque los que pretenden apropiarse de todos los poderes lo hacen de manera gradual, ingeniosa, sutilmente. Y todo comienza por cambiar o introducir un “articulito”.
Y esto sucede no solo en Colombia, también surgen demagogos en democracias estables como en Estados Unidos. Donald Trump representa desde el inicio de su administración una amenaza seria a la democracia establecida en la Constitución de 1787, que contempla el sistema de mecanismos de control y equilibrio, que ha funcionado por más de dos siglos. A menos tres meses para elegir Presidente, ha anunciado que no reconocerá el triunfo de su adversario porque las elecciones serán un fraude. Ha olvidado que su elección fue el resultado de la ayuda de un país extranjero, y en el Estado que resido, se presentó el más vergonzoso escrutinio de votos que tardó casi un mes en dar a conocer los resultados. Florida es un Estado mayoritariamente republicano y le fue favorable para resultar elegido. La trampa electoral crea desconfianza y desgasta cualquier democracia por fuerte que sea.
Haciendo uso del poder conferido, ha firmado órdenes ejecutivas que han eliminado de un plumazo el importante legado de su antecesor, ha favorecido a las grandes corporaciones en un claro conflicto de intereses, ha exacerbado el odio y la discriminación, y ha roto la confianza de los ciudadanos anunciando con anticipación fraude en las elecciones o lo que es más grave, posponerlas hasta que pase la pandemia.
En definitiva, el quiebre de un sistema democrático radica en la falta de tolerancia y la polarización partidista extrema que sobrepasa las diferencias políticas y se torna en un conflicto racial y cultural. Estados Unidos atraviesa por una fuerte división que es motivo de alarma: el racismo y el odio contra los inmigrantes aupado desde la Casa Blanca. La historia nos muestra personajes recién llegados a la política que se alzaron con el poder y dejaron una estela de muerte y destrucción en sus años de gloria. Espero que Colombia no sucumba ante la discordia de quienes están en lados opuestos de la política o de aquellos que exigen que haya justicia a la medida para unos pocos. La herencia democrática ahora parece frágil, pero hay que tener confianza en que este todavía es un Estado de derecho.
La Constitución protege las libertades y proporciona cimientos firmes para que haya una verdadera democracia. No se puede desperdiciar este momento histórico para rescatarla y fortalecer las instituciones.