Por cochina envidia, y un empujoncito de lucifer, Caín mató a Abel. El hijo mayor de Adán y Eva acabó con la vida de si hermano, pues envidiaba la benevolencia con la que Dios recompensaba su generosidad. Si en algo erró Abel fue en haber sido demasiado bueno, noble, sencillo, justo; mientras que el desacierto de Caín fue no ser capaz de comprender que lo que Yahveh realmente apreciaba, no era la exuberancia o volumen de la ofrenda, sino la pureza del corazón con la que esta se le presentaba.
Por cochina envidia, y movido por una rivalidad exacerbada, el ciclista Dylan Groenewegen empujó e hirió de gravedad al corredor neerlandés Fabio Jakobsen durante la final de la primera etapa del Tour de Polonia. Por causa del severo traumatismo craneal producto del siniestro, Jakobsen tendrá que permanecer en estado de coma inducido por varios días, además deberá someterse a varias cirugías, entre ellas el procedimiento maxilofacial que ya se le realizó con el que se espera solventar los problemas funcionales y/o estéticos que la infortunada colisión pudiera causar en él.
Por cochina envidia la maquillista y youtuber Tati Westbrook, en concurso con los también youtubers y gurús del maquillaje Jeffree Star y Shane Dawson, emprendieron una amañada campaña difamatoria en contra de su examigo y colega, James Charles; quien fuera objeto de toda clase de acusaciones que incluían: acoso, abuso de poder y competencia desleal. La publicación del video “Bay sister” en el que Westbrook rememoraba las vilezas de Charles trajo para este último enormes pérdidas económicas, además de un daño moral que se creía irreparable; así era hasta que la verdad comenzó a emerger: Tati Westbrook, Jeffree Star y Shane Dawson no pudieron tolerar la idea de que un joven de 19 años fuera tan o más talentoso que ellos; no aceptaron el hecho de que el pequeño James se les convirtiera en un gigante, la cochina envidia los orilló a confabular.
La envidia es en esencia un deseo envenenado de tener lo que otros tienen, de ser lo que otros son; ella no tiene género, aunque sí que es cierto que las mujeres pueden caer con mayor facilidad; cualquier cosa puede motivarla, y si no se maneja asertivamente llegará a dañar terriblemente a los que son sus víctimas. El gusanillo pernicioso nunca viene solo, por lo general está acompañado de sentimientos de inferioridad, frustración, pesimismo que conducen a una incesante necesidad de compararse, menospreciarse o sobrevalorar a los demás.
La envidia de la buena no existe, realmente nos hace falta crear o popularizar un término en español que defina la sensación de alegría que una persona experimenta al apreciar lo que otros poseen o logran; tal vez podamos usar las palabras empatía, camaradería, compañerismo, concordia; no obstante, estas se quedan cortísimas. El vocablo envidia tiene una connotación negativa, semánticamente refiere a la apatía que se percibe ante la felicidad o las victorias ajenas, por ello no es raro ver personas bellas, adineradas o prestantes sumamente incomodas con los triunfos de quienes consideran menos afortunados; la cochina envidia contamina incluso a los que en apariencia lo tienen todo, o casi todo.
No hay culpabilidad en envidiar un poco, pero, si no se controla, el envidioso puede representar un peligro para sí mismo y para los demás; la envidia enferma, amarga, destruye aspiraciones, puede matar. Mi recomendación final para vivir una vida libre de resquemor se reduce en tres puntos: primero, deje de percibir su vida como una constante competencia, por su supuesto, hay momentos en los que habrá que contender, pero ello no debe convertirse en el leitmotiv de su existencia. Segundo, pare de compararse; sus luchas, sus batallas, su propósito es distinto al de los demás. Tercero y último, ame a su familia, conviértase en el mejor ser humano que pueda ser, cultive un talento, persiga metas, cuide su salud y su apariencia física, diviértase y busque o cree oportunidades que le recuerden cuan valioso y único usted es.