El propio Álvaro Uribe se encargó de darle al país la noticia de la decisión de la Corte Suprema. No dudo en hacer público su primer pensamiento: La privación de mi libertad me causa profunda tristeza por mi señora, por mi familia y por los colombianos que todavía creen que algo bueno he hecho por la patria”.
Lina Moreno ha estado presente en su vida desde hace más de cuarenta años. En las buenas y en las malas. Lo ha acompañado con discreción en su carrera política que lo llevó hasta la Casa de Nariño en 2002, desde donde ejerció su influencia pero con prudencia y sin ninguna figuración.
Desde que dejaron la Casa de Nariño el 7 de agosto del 2012, regresó a vivir a la casa de campo en Rionegro, una vivienda cómoda construida en un terreno de la finca de su familia. Formada en filosofía y letras, continua con sus lecturas, pero dedicándole tiempo a la jardinería y ahora de manera muy especial a los nietos. Volvió la casa un lugar de encuentro de la familia extensa, al lado de sus dos hijos Tomas y Jerónimo y los días de cuarentena estricta los compartieron juntos.
En la casa de Rionegro construyeron un espacio adicional para que el senador pudiera realizar sus reuniones políticas y atender a la gente. Allá, en el reposo de la casa campestre llegaba el senador todos los jueves después de sus labores legislativas. Allí, con la fuerza y el apoyo de su compañera, a quien conoció hace 45 años, pasará la detención domiciliaria y estructurará su defensa con miras a demostrar su inocencia.
"A ella le ha tocado vivir muchas dificultades conmigo: atentados, amenazas y trifulcas en esta vida pública”, reconoce Uribe, pero sin duda es ésta, su detención domiciliaria, es el tropiezo mayor de su vida pública, que una vez más asumirán juntos.